Vie 16.12.2005
las12

CIENCIA

La máquina de hacer personas

Después de 17 años en el Comité Nacional de Bioética de Francia, Henri Atlan se dio un gusto que parece una picardía: adelantó que la posibilidad de gestar fuera del cuerpo de las mujeres será un hecho en apenas 20 años. El útero artificial, el libro que da cuenta de esto, obliga a tensar la imaginación para ahondar en una brecha nueva: la independencia de la reproducción de la sexualidad, no tanto para gozar de la segunda sino por ímpetu de la primera.

› Por Por Renee Kantor

Desde Paris

Por si hacía falta, Henri Atlan nos recuerda que el conocimiento tiene un punto de partida pero no uno de llegada. Tras el auge de la reproducción in vitro y las importantes victorias logradas en la lucha contra la esterilidad, este biólogo y filósofo de las ciencias de 74 años, especialista en bioética, señala que el límite de la maternidad ya no está donde creíamos: en el vientre. La frontera se desplaza y en el horizonte nos espera lo inimaginable: la especie humana podría reproducirse fuera del cuerpo de las mujeres. Esto es lo que propone la inquietante lectura de su libro El útero artificial.

¿Cómo surge este libro?

–Tuve la intención de explorar las consecuencias de esta eventualidad cuando me di cuenta de que los investigadores ya habían comenzado a trabajar sobre este tema, en principio, por motivos terapéuticos como la protección de grandes prematuros o para evitar los abortos a repetición. Creo que la llegada del útero artificial es inevitable. Tal vez dentro de veinte, cincuenta o cien años. Las mujeres tendrán la libertad de tener niños sin embarazo ni parto. Será tan difícil impedir la popularización de la ectogénesis como lo fue impedir los métodos anticonceptivos y el aborto. El argumento irrefutable será el de la libre disposición, por cada mujer, de su propio cuerpo. Para mí, la ectogénesis es un paso más hacia la separación definitiva entre sexualidad y procreación.

Usted hace a un lado la importancia de la vida intrauterina.

–No sabemos gran cosa de la vida intrauterina, sino que existen relaciones de diferente índole entre la madre y el bebé durante este período. Ahora ¿cuáles serán los efectos del reemplazo del útero maternal por un útero artificial? La infinita diversidad de condiciones en la que son vividos los embarazos, desde siempre parecería indicar que hay una gran capacidad de adaptación del feto a estos cambios. No es de ninguna manera imposible, dada la plasticidad que se observa cada vez más en el desarrollo de organismos vivos, humanos y no humanos, que una adaptación se produzca y que el feto se adapte a las condiciones de un ámbito artificial. Por supuesto, que siempre vamos a encontrar algún psicoanalista que nos dirá que estos niños serán psicóticos...

¿Tuvo algún eco del movimiento feminista esta posibilidad que usted plantea?

–Mi experiencia en el Comité de Etica me ha demostrado que el debate que se presentará será muy original. Por un lado, se tratará de una nueva manera de hacer venir al mundo a un niño pero, por el otro, esta técnica será recibida por una gran parte de mujeres como una manera de liberarse de las complicaciones del embarazo. Para una corriente, digamos, más naturalista, estas técnicas incrementan la utilización del cuerpo de la mujer, su explotación, con la complicidad de los médicos. Consideran que implicaría quitarles a las mujeres el privilegio de la maternidad y del alumbramiento. Sería como atentar contra la mitología de la diosa Madre, la mujer que fecunda y nutre, más arraigada en la naturaleza que los hombres, en beneficio de una madre-máquina, como la denomina la feminista Gena Corea, destinada a reproducir la especie de una forma simplificada. No daré mi opinión sobre este debate. Ya lo hemos vivido varias veces, en relación con la lactancia, la anestesia peridural, la fecundación in vitro, la píldora anticonceptiva... Seguramente habrá mujeres que decidirán llevar en su seno a sus hijos, que querrán vivir esta experiencia que para algunas es inolvidable y para otras muy dura. En cuanto a esta filosofía de una mujer natural, soy prudente, me parece bastante cercana a algunas corrientes radicales de la ecología profunda, para las cuales las mujeres encarnan la naturaleza y los hombres son una especie de parásitos.

Pero estamos hablando de reemplazar una capacidad esencial de lo femenino...

–No hay esencia. La esencia evoluciona. La esencia del hombre evoluciona con la historia del hombre, no es algo fijo. Sé que desde el punto de vista filosófico esto parece extraño, pero algunos, como Spinoza, han desarrollado esta idea de que la esencia no es algo fijo que existe y que no cambia. Me parece muy difícil ponerse de acuerdo sobre una definición de lo que es el hombre, la mujer, la especie humana, sobre todo con esta tendencia que consiste en decir que se produce un “crimen contra la especie humana” en cuanto interviene la biotecnología. Luego se condena toda asistencia médica de alivio del dolor, de libertad fisiológica, y se pretende prohibir la investigación en las ciencias de la vida. La esencia del hombre, como la de cualquier cosa, evoluciona. Nuestra esencia se modifica a medida que se desarrolla nuestra historia.

¿Cree que al sacar el embarazo del cuerpo de la madre la relación de varones y mujeres con los hijos se volvería equivalente?

–Creo que ese podría ser un peligro. Si la maternidad se vuelve equivalente a la paternidad, querrá decir que el lazo físico tan importante hoy en día entre la madre y el bebé desaparecerá. El riesgo es que los niños sean abandonados por los adultos que sólo se ocuparían de su deseo egoísta y hedonista. Pero esto ya existe ahora. Con esto quiero decir que todas las recomposiciones de las parejas, todas las posibilidades de elección sexual contribuyen a alejar cada vez más el mundo de los niños del de los adultos. Pero tampoco es seguro que acontecerá lo peor. Todo dependerá del contexto familiar, social, psicológico y moral en la cual se va a dar esta evolución. Es en este nivel de la relación entre padres e hijos donde se juzgará el carácter maléfico o beneficioso de esta nueva forma de concepción. Es difícil prever lo que ocurrirá. Hoy también, decenas de miles de niños son abandonados y maltratados. El tema no es tan sencillo. Pero quiero aclarar que, si es posible fabricar una máquina que reproduzca la función de la placenta podríamos concebir que la relación entre la madre y el niño continúe por intermedio de estas máquinas y a través de la presencia física de la madre y el padre en el entorno del bebé. Para tener una idea de esto, sólo hay que ver lo que ya se hace hoy con los grandes prematuros.

Pero la máquina no podrá transmitir las sensaciones de la mujer hacia el feto...

–Pero, justamente, esto tiene beneficios e inconvenientes. El tipo de relación física entre la madre y el bebé durante el embarazo está en el origen de estimulaciones importantes para el desarrollo del bebé, pero al mismo tiempo también se encuentra en el origen de relaciones patológicas. Este es uno de los argumentos de aquellos que quieren desarrollar estas técnicas. Dicen que, de alguna manera, será más fácil de controlar el desarrollo del feto, de preservar lo sano y descartar lo patológico. Si se puede evitar que una enfermedad de la madre –física, hormonal o mental– sea transmitida al bebé durante el embarazo, es una buena cosa. El comportamiento de la madre durante el embarazo es importante pero es también ambivalente. La naturaleza no es sólo portadora del bien.

¿Usted plantea que la sola posibilidad de gestar fuera del cuerpo de la mujer modificará la maternidad y la paternidad?

–Creo que la función de la madre será, en relación con el niño, idéntica a la del padre. La relación se volverá cada vez más social y ritual y menos biológica. Las representaciones de los géneros sexuales cambiarán, en la medida en que hasta ahora las mujeres nunca habían podido liberarse de la necesidad de llevar a los niños en el vientre. De todos modos, es poco probable que todas las mujeres renuncien al embarazo, podemos imaginar una libertad comparable a la lactancia, donde algunas mujeres dirán que prefieren llevar al bebé en el vientre y otras, por el contrario, elegirán no sólo un hijo “si quiero y cuando quiero” sino también “cómo quiero”. Estas últimas, sufrirán seguramente las mismas presiones que las mujeres que rechazan la lactancia.

¿Por qué cada vez que se amplían los límites de la biotecnología hay miedo?

–La biología es una ciencia física y química, y la vida es un conjunto de fenómenos fisicoquímicos. Esto es difícil de hacérselo comprender a la opinión pública que cree que la vida es algo casi inmaterial, como el alma. La biología se ocupa de los cuerpos, sin tener en cuenta nuestra experiencia subjetiva del cuerpo y de lo vivo, y por eso nos inquieta. En el siglo XX hemos vivido cosas igualmente nuevas como la posibilidad de disociación de la maternidad uterina y de la maternidad ovárica. Es algo que no había sido hecho jamás en toda la historia de la humanidad. El hecho de que un bebé pueda nacer del óvulo de una mujer y ser llevado por el vientre de otra mujer asustaba tanto como cuando hablamos hoy de la posibilidad de un útero artificial. Y nos hemos acostumbrado. La ciencia utiliza técnicas que no existen espontáneamente en la naturaleza y estos conocimientos y técnicas nuevas son siempre portadoras del bien y del mal. Ahora, estos avances de la biología no suprimen la belleza y la gracia de las personas, ni la riqueza extraordinaria de los comportamientos humanos, ni el carácter sagrado de la experiencia humana.

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