MúSICA(S)
Eterna extranjera antes que ciudadana del mundo, brasileña de padre polaco y madre holandesa, mujer de búsquedas sonoras, Mónica Tomasi se declara feliz en ese nomadismo que, cree, le llega por una extraña conexión gitana. Exactamente esa ajenidad permanente es lo que le permite ir tomando de cada cosa un fragmento y volcarlo, claro, en sus discos.
› Por Laura Rosso
La cantautora brasileña Mónica Tomasi dice sentirse extranjera en el mundo y declara haber llegado a Buenos Aires de la mano de gente muy querida: “Como extranjera, mi referencia musical es el samba –que es la música brasileña por excelencia– pero yo siento que toco el samba como una holandesa”. Esta declaración dispara risas pero continúa con una explicación acerca de este sentimiento gitano sin un lugar en el mundo: “Yo tengo ascendencia italiana y polaca. Algunos años atrás, descubrí que la familia de mi mamá, aquellos que vinieron de Polonia, vinieron escapados porque eran judíos. Ese bisabuelo se infiltró en un grupo de gitanos, se casó con una gitana y tuvo un hijo que fue mi abuelo, que vino para Brasil. Esto me pareció interesante porque tengo una cosa gitana en mi vida, esa cosa de no tener raíz, de sentirme extranjera en cualquier lugar en que esté. Por ejemplo, vivo en Porto Alegre actualmente, soy gaúcha pero no me siento enraizada”.
Su primer disco se llama Eu Fórica, un LP independiente grabado en Porto Alegre con el que hizo varias presentaciones en San Pablo. Dos años después estaba trabajando y viviendo de la música. En el ’96 grabó su segundo disco, su primer CD, por un sello llamado Primeiro. A partir de ese momento el CD empezó a sonar en la radio, y su carrera tomó un fuerte impulso hasta alcanzar una apertura a nivel nacional. Ahora, llegó hasta Buenos Aires para presentar su tercer disco, Ideas contemporáneas sobre el amor.
-No es necesariamente un disco romántico, aunque me parece que la palabra amor es en mi vida, como es la música para mí, una forma amorosa. Mi visión del mundo, de las cosas que pasan, me parece que yo siempre intento poner de alguna forma alguna fantasía, sacar un poco la dura realidad de las cosas del mundo y hablar de cosas cotidianas, cosas que todo el mundo puede haber vivido. No son necesariamente canciones autobiográficas. Y lo de contemporáneo, la verdad, fue un –no diría, un chiste–, sino una analogía que quise hacer con la libertad de estar utilizando una sonoridad, experimentando sonoridades como artista, porque me considero brasileña y extranjera porque no soy de ningún lugar, más o menos así, y pidiendo un poco permiso para usar algo de samba, de bossa nova, un poco de rock.
–¿Cómo es sentirse extranjera en el mundo?
–Es un sentimiento muy interno, muy sutil. Pero lo que yo digo sobre sentirme extranjera es con la cultura, tal vez tenga un poco eso, de pluralidad, de sentir que absorbo cosas del mundo entero. Y creo que eso aparece bastante en mi música. En mi familia, no hay tradición de músicos profesionales. Uno toca gaita, mi abuelo toca acordeón. Yo aprendí a tocar guitarra sola, de chica. Había una guitarra tirada en la casa de mi abuela y yo la agarraba y sentía que tenía alguna facilidad. Mi papá me dijo “sacá una canción y yo te doy de regalo una guitarra”. Y fue así, desde ese momento no paré más. Después estudié algunos años de guitarra, piano, pero la música estuvo siempre presente, como una necesidad de mi formación humana.
–¿Hay ciudades que te “tiren” más que otras?
–Río de Janeiro es una ciudad con la que tengo una relación afectiva, por mi historia musical supongo, por mi referencia que tiene que ver con la bossa nova, con el samba, creo que eso es algo que me identifica bastante. Y acá en Buenos Aires, todavía no sé, pero llegué y sentí un..., quisiera saber qué fue lo que sentí con la ciudad, pero sentí alguna cosa diferente cuando estaba llegando.
Además de guitarra, Tomasi toca el cavaquinho, una guitarra chica, de origen portugués, con cuatro cuerdas, muy utilizada en el samba: “Es un instrumento agudo que viene del fado, sólo que se usa una afinación diferente, afinación del samba. Yo tengo algo con lo que juego, que es un nuevo ritmo que creé que es el ‘pagode holandés’, porque mi ascendencia es polaca y yo juego con que soy prácticamente una holandesa en el samba, porque no sé sambar. Tiene un ritmo diferente al tocarlo con el cavaquinho y vengo estudiando eso, vengo profundizando en los compositores tradicionales del samba, desde Noel Rosa, Assis Valente, y en una de las personas en que me inspiro y que considero excepcional: Paulinho da Viola. Es un artista que para mí es uno de los grandes genios de este siglo. Cada vez más traigo eso para mi trabajo, esta influencia del samba, pero un samba interpretado en no sé qué estilo, en qué formato. Yo sé que hago un samba que tiene un acento diferente. Tal vez esa sensación de sentirme extranjera aparece en el sonido de eso que yo hago.
–¿Es la primera vez que estás en Buenos Aires?
–Yo digo que sí pero la verdad es que pasé por Buenos Aires en el año ’92, cuando vine en un crucero desde San Pablo, en el que hacía un show. Llegamos al puerto, tomamos un ómnibus y nos fuimos para el aeropuerto, así pasé por Buenos Aires.
–¿Cuándo elegiste dedicarte a cantar?
–En el año ’86 asumí profesionalmente la música y en el ’87 hice mi primer show. Hice el camino tocando de noche, y para ese entonces ya había empezado a componer también, y ahí empecé a tocar canciones que yo componía mezclando con covers. Luego formé una banda y en 1988 dimos nuestro primer show y en el ’90 grabé el primer LP. Sí, soy de la época del LP.
–¿A quién reconocés como músicos influyentes en tu carrera?
–Joao Gilberto fue definitivo, desde chica. Elis Regina, como cantante, por la profundidad, aquello que ella conseguía mostrar a través de su voz. La esencia de ella estaba en la voz, en la forma de cantar, una forma más visceral de expresarse. En fin, ese tipo de artista siempre me interesa. Maria Bethânia; hasta hoy miro con admiración su trabajo. Vítor Ramil es un artista que me interesa mucho, lo que hace, la sonoridad. También, Paulinho Moska y Joao Erbetta, que produjo conmigo mi último disco, es un guitarrista de San Pablo que, en mi opinión, tal vez sea el mejor guitarrista de la actualidad, en la música contemporánea. Por la versatilidad que tiene y por el entendimiento que consigue. Creo que tenemos un lenguaje, una afinidad musical que él me traduce. Y va a producir mi próximo disco que empiezo a grabar en enero.
Ideas contemporáneas... es un disco que hizo que Tomasi cantara por todo Brasil y fuera seleccionada para el proyecto Pixinguinha, un proyecto que volvió el año pasado (hacía diez años que no se daba), avalado por el gobierno, en el que varios artistas parten en caravana y dan shows por todo Brasil: “Hice shows en siete capitales de Brasil con una estructura de megashow. En las caravanas participé con un artista de Maranhao, Tiao Carvalho, que es excelente, quiero decir, que me mostró un Brasil que yo no conocía, que es el Brasil del Maracatu, del ritmo del Bumba meu boi, del folklore y todo eso haciendo música, haciendo poesía. Fue bárbaro. El proyecto Pixinguinha reveló grandes artistas de Brasil, desde los años ’70. Nara Leao, Zizi Possi, Djavan, o sea, artistas que en la época estaban ahí individualmente haciendo sus trabajos. Me parece que ese fue el gran momento del año pasado, gracias al disco que posibilitó todo esto. Entendí que a veces la distancia geográfica impide que podamos mostrar o ver cómo la música brasileña que hacemos no incumbe sólo a una región, no es regional, la música es universal, ella tiene un entendimiento, digo, en general pensamos en Río de Janeiro con el samba, en Bahía con el Axé, pero, la verdad, la música que hacemos es muy consumida, es bien entendida, y eso es bárbaro. El público tiene para escuchar. Eso es lo que estuvo bueno de participar, poner de igual a igual nuestro trabajo y ver cómo funciona. Eso da una alegría, da un impulso para la carrera a nivel nacional y después poder romper y atravesar las fronteras”.
–¿Qué te gusta hacer además de cantar?
–Me gusta nadar. Me gustan mucho los parques, ir a la montaña, salir de la ciudad e ir a lugares con menos energía humana. Son las cosas que trato de hacer cuando puedo, salir del día a día, de la rutina. Me gusta leer, aunque estoy leyendo poco en este momento. Porque cuando empiezo a componer es el momento en que escucho menos música, que leo menos, porque necesito entrar en sintonía con las cosas que están adentro mío para saber qué es lo que está pasando, para crear, para ver cuál es la creación que sale. Yo sé que hay mucha gente que necesita mucha información para crear. Mi camino no es ése. Eso ya lo descubrí, lo importante es respetarlo. La inspiración no es dirigida porque quiero. Podés crear un hábito. Me parece que, claro, para componer, para trabajar, para hacer un arreglo, tenés que tener un hábito. Sentarse... Es así, cuando estoy trabajando, componiendo, no hay teléfono, no hay celular. Entonces, creo que cuanta más información externa recibo, menos contacto empiezo a tener con esa vena de inspiración, que tal vez sea la cosa que me parece más importante para mí. Necesito de la música porque creo que a través de ella yo tengo algo para hacer, como una dínamo, algo que repercute a mi alrededor y que me hace volver cada vez que me alejo.
(Versión para móviles / versión de escritorio)
© 2000-2022 www.pagina12.com.ar | República Argentina
Versión para móviles / versión de escritorio | RSS
Política de privacidad | Todos los Derechos Reservados
Sitio desarrollado con software libre GNU/Linux