URBANIDADES
› Por Marta Dillon
“Se quejaba una mujer en un periódico de la agresión que sufre la mitad de los humanos, o sea las mujeres, por parte de la otra mitad. Prueba de ellos son las 63 mujeres muertas a manos de sus parejas en España en el año 2005. Sin negar que ello sea verdad, conviene hacer dos precisiones. Primera: nadie ha confesado qué hicieron las víctimas, que más de una vez provocan con su lengua (el varón no pierde los estribos por dominio sino por debilidad: no aguanta más y reacciona descargando su fuerza, que aplasta a la provocadora). Queda además una segunda observación: ¿No han tenido en cuenta que hubo en España, durante el mismo período, 85 mil abortos reconocidos? Por cada mujer muerta a manos de un hombre hubo 1350 niños asesinados por voluntad de sus madres. Es peor.” Amén. El señor esté con vosotros y con el arzobispo de Valencia, que viene a echar luz en la oscuridad del mundo femenino, a través de su inspirada publicación, Aleluya. Por nuestra culpa, por nuestra culpa, por nuestra nunca demasiado confesada culpa. ¿Cuántas veces hemos escuchado que no hay que molestar a las fieras?, ¿para qué meter los dedos en la jaula?, ¿no sabe que se los pueden comer? Provocadoras, eso es lo que sois. Ya lo dice el teólogo del arzobispado, don Gonzalo Gironés, pero no por su cuenta y cargo, que lo escribe en una publicación oficial. Y esto es así, no les quepa duda, que ellos reaccionan como lo hacen porque el piso se mueve bajo sus pies, porque sus privilegios se reblandecen como manteca al sol, porque ya no hay mujeres que se contenten con la alegría de ser compañeras infatigables, que guarden las cosas en su corazón en lugar de andar gritándolas como desquiciadas, que entreguen sus horas a los hijos en lugar de andar de aquí para allá buscando satisfacer vaya a saber qué bajo instinto. No son ellos, son las víctimas, algo hacen, algo habrán hecho. Desde este lejano sur lo sabemos mejor que cualquier otro pueblo.
Y los resultados se ven a diario: se apaga la pasión, se enciende el fuego de la nafta. Te vas de casa, muy bien, te quedarás sin hijos. Crees que puedes abandonarme, pues vendrás conmigo al más allá. La ecuación es sencilla, a las chicas buenas nada les pasa.
Y tanto es así, amigas, que nada pasa. Pero nada, nada. Las chicas buenas cierran las piernas, la boca y hasta los ojos si es necesario para no ofender a los santos varones que todo lo hacen para complacerlas. Con algún riesgo colateral, es cierto, como errar en lo que ellos desean de una. Algo altamente posible, ya que nos desean blancas, pero después se aburren en la cama. Nos quieren sexies y después se van con las blancas. Les gustan tortas pero sólo si ellos hacen manualidades mientras las chicas posan. Vean si no lo que se sufre siendo la chica más taquillera del territorio nacional, la más fiestera, incluso, si nos dejamos llevar por las revistas del corazón: no tiene novio. Pobre Araceli G., encima si lo tuviera –el novio, obvio–, se enteraría el territorio nacional con las consiguientes disquisiciones sobre el valor amoroso de la nueva relación. Y bue, con o sin muchacho, ella pasa la vida preparándose para el encuentro: se depila en cámara, se seca el pelo, se pone la ropa interior y sonríe abundante. Todo para qué, para que venga la nena a hacerle sombra justo cuando empezaba a acostumbrarse a las nuevas tetas.
Pero tampoco van a creer que a las chicas malas les pasan demasiadas cosas. O sí, pero no todas las que les gustarían. Desde el inicio nos advierte don Gonzalo Gironés, el castigo se cierne sobre las díscolas. Que ahí está también la prueba, en el mal de nuestro tiempo, la anorgasmia, la falta de deseo, el aburrimiento más ramplón. Me lo decía mi abuela: si no guardas algo en secreto, no tendrás herramientas para seducir. Nadie querrá averiguar qué es lo que ocultas. Patrañas, puras mentiras. Da lo mismo lo que muestres porque lo que ocultas no está en el cuerpo sino en los mails, los llamados de teléfono y... ¡en el modo en que acabas! Intriga fundamental, zona de clivaje de cualquier relación bien avenida, incógnita basal de la autoestima masculina, ¿acabaste o no acabaste? He ahí uno de nuestros tantos poderes, amigas, lo hagamos o no lo hagamos, la certeza siempre estará de nuestro lado. Y que inventen si quieren pastillas para el orgasmo, como la que acaba de salir a la venta en Europa, una que dicen que en 30 minutos consigue lo que muchos no logran en años. Que igual estará de nuestro lado el secreto del momento en que la tomamos. Eso sí, quiera dios/a que el efecto sea similar a la maravilla de los sea monkies porque ya veo cuál será la nueva excusa del Arzobispado de Valencia si ahora se nos ocurre engañarlos con la pastillita.
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