CULTURA
Un personaje de la vida real, la escritora Harper Lee, es interpretada por la musa del cine independiente Catherine Keener en el film Capote, que se estrena la semana próxima. La autora de Matar un ruiseñor, novela y luego film de culto, y la sexy arrolladora de ¿Quieres ser John Malkovich? tienen una rara afinidad.
› Por Moira Soto
Poco más de un siglo después de que Harriet Beecher Store diera a conocer su apasionada e influyente novela La cabaña del Tío Tom (1852) –alegato a favor de la abolición de la esclavitud muy revalorizado en los últimos tiempos por la crítica literaria feminista–, Harper Lee publica su primera y única novela, Matar un ruiseñor (1960), en la que retrata, desde la mirada de una niña, la intolerancia racial en un pueblito sureño donde un negro es acusado injustamente de intentar violar a una blanca.
Cuatro años después de la aparición de este libro, se cumplirían cien de la rendición del general Lee, al cierre de la Guerra de Secesión, cuando ya se había dictado la Proclamación de la emancipación (1863) y el Senado de los Estados Unidos había votado el fin de esa enorme vergüenza nacional que fue la esclavitud. En su momento, La cabaña..., aunque recusada en el sur, se convirtió en un arrasador best-seller (350 mil ejemplares vendidos el primer año). Algo muy parecido le sucedió a Harper Lee –¡descendiente del general Robert E. Lee!– al editarse su hermosa novela, un suceso clamoroso.
Nelle Harper Lee nació el 28 de abril de 1926 en Monroeville, Alabama: la menor de los cuatro hijos del editor periodístico y abogado Amasa Coleman Lee (modelo del ya legendario Atticus Finch de Matar...) y de Frances Finch. Al morir tempranamente la madre, el padre debió hacerse cargo de los chicos. En la escuela primaria, Harper se hizo amiga de un chico que vivía con unas tías, Truman Person, quien años después, adoptado por su padrastro, cambiaría ese apellido por el de Capote y se haría muy famoso como escritor y como personaje.
Harper, en la huella de su queridísimo padre, estudió abogacía, pero seis meses antes de graduarse dejó la universidad para ir Nueva York con la idea de dedicarse a la literatura. Se instaló en un modesto departamento sin agua caliente que pagaba con su sueldo de empleada de reservas en dos aerolíneas, al tiempo que empezaba a bocetar una serie de historias inspirada en personajes y situaciones de su infancia. Estos textos pasaron por las manos de dos editores antes de ser publicados, en 1960, bajo el título Matar un ruiseñor. Exito de público y de crítica, Premio Pulitzer en 1961, magistralmente llevada al cine en 1962 por Robert Mulligan con un imponderable Gregory Peck, la novela procuró a Harper Lee una fama que no deseaba y a la que trató de sustraerse por todos los medios.
Este adorado libro ha generado un culto que se mantuvo a lo largo de décadas y en la actualidad sigue interesando sobre todo a los lectores más jóvenes. Anualmente se realizan en Alabama concursos de ensayos sobre Matar..., a cuya entrega de premios suele asistir la escritora, actualmente una dama jovial de 79 que sigue negándose a aparecer en televisión o a dar reportajes a la prensa gráfica (resultó un acontecimiento que hace poco le concediera una entrevista al New York Times). Lee se siente muy agradecida por esta devoción y le encanta escuchar a chicos y chicas que le dicen que ella es una persona muy importante de sus vidas, que su libro les enseñó a tener principios y a defenderlos, que su relato no ha perdido vigencia. Las reseñas sobre estos concursos consignan que cualquiera de est@s jóvenes lector@s es capaz de recitar de memoria párrafos enteros de la novela, empezando, desde luego, por la explicación de la señora Maudie a la protagonista, la niña Scout, sobre por qué su padre, Atticus Finch, dijo que era pecado matar un ruiseñor: “No hacen otra cosa que crear música para nuestro placer. No se comen los jardines de la gente, no anidan en los graneros, sólo cantan con su corazón para todos nosotros”.
En noviembre de 1959, su amigo de infancia Truman Capote, a quien sí le encantaba paladear el éxito y que ya había dado a conocer Otras voces, otros ámbitos y Desayuno en Tiffany’s, leyó en el New York Times la noticia de la masacre de la familia Clutter en un pueblo perdido de Kansas y decidió ahondar en esa historia y darle forma literaria. Así como Capote hizo correr el rumor de que él había metido mano en Matar un ruiseñor y Lee jamás se molestó en aclarar nada, también circuló un runrún, cuando por fin se publicó en 1966 A sangre fría, que sostenía que el informe y las ideas de Harper facilitaron mucho la tarea de Capote (quien, de todos modos, le dedicó el libro). Lo que se sabe con certeza es que ella desaprobó conductas de él, que cautivó y manipuló a uno de los asesinos para después desentenderse e incluso desear que se cumpliera la condena a muerte para cerrar redondamente su proyecto, y ambos escritores se distanciaron.
Aunque en estos días casi todas las notas sobre el excelente film Capote, que se estrena la semana próxima, se centran en el personaje de Truman Capote (el título “Truman Show” aparece por doquier) y en su talentoso intérprete Philip Seymour Hoffman, la verdad es que tanto Harper Lee como la personal actriz que la interpreta, Catherine Keener –musa estable del cine independiente con incursiones fugaces en Hollywood que no sabe bien qué hacer con esos rasgos firmes y angulosos–, bien se merecen una nota aparte. Sin duda, Capote confirma la calidad del realizador Bennett Millar (muy elogiado por su documental The Cruise), y está coprotagonizado por un elenco a la altura: Clifton Collins Jr, Chris Cooper, Bruce Greenwood, Bob Balaban, Mark Pellegrino y Amy Ryan. El guión, sobre el libro de Gerald Clarke, es del actor Dan Futterman (La jaula de las locas), a quien probablemente algunas lectoras recuerden por su actuación como el conflictuado hermano de la protagonista en La juez Amy, entre otras series en las que participó.
Como ser Harper Lee
con solo dos fotos
En el film Matar un ruiseñor, el papel de la niña Scout lo hacía Marie Badham (hermana del luego director John Badham) y fue candidata al Oscar por su actuación como el alter ego de Harper Lee en la infancia. En Capote, quedó dicho, encarna a la escritora ya treintañera la actriz Catherine Keener, también nominada para el Oscar.
Curiosamente, la actriz favorita de Tom DiCillo (Johnny Suede, Vivir rodando, etcétera), brillante en Tus amigos y vecinos y en ¿Quieres ser John Malkovich?, guarda ciertas semejanzas con la escritora sureña. Por ejemplo, CK intenta mantener la privacidad (y los secretos de su largo y feliz matrimonio con el guapo Dermott Mulroney) y prefiere dar la menor cantidad posible de entrevistas. Y pese a que hace con suma convicción roles de mandona ejecutiva, dice que ella es todo lo contrario, que no tiene grandes planes para el futuro salvo aceptar las películas que le interesen, pero no quiere pensar en su oficio como una carrera a la que hay que sacarle constantemente lustre. También ha declarado que el estrellato jamás ha sido su meta ni lo será. De hecho, ha estado períodos más o menos largos sin laburar, porque no le entusiasmaba ni un poquito lo que le proponían. Además –esto es puro chisme, claro– trata de que sus rodajes no coincidan con los de su marido porque a ambos les gusta visitarse mutuamente y darse aliento.
De ella dijo Tom DiCillo, a propósito de su película Una rubia de verdad, cuando le preguntaron por qué a su intérprete talismán le costaba tanto abrirse camino en Hollywood: “Ahí quería llegar. Catherine es una espléndida actriz, con un corte clásico que es una rareza hoy en día. La he tenido en cuenta en todas mis películas y en Una rubia... era realmente imprescindible. El papel de Mary lo escribí para ella precisamente por todo lo que tenía de anticliché. Pues bien, un tipo del equipo de producción se empeñó en que me olvidara de Cathy, quiso que le ofreciera el papel a una actriz más espectacular, tipo Uma Thurman. Yo seguí en mis trece, arriesgándome a quedarme sin film. Me salí con la mía, por supuesto. Tiempo después, el mismo tipo cuando vio Una rubia... terminada me dio la razón: es magnífica, no te equivocaste”.
Así son los fervores que provoca esta castaña de ojos verdosos y nariz ligeramente aguileña, a quien se pudo ver recientemente por cable en la última entrega de los British Academy Film and Theater Awards, encarada por la cholula profesional Ruby Wax. Keener llegó con su aire casual de siempre, el pelo al viento (gélido), sin alhajas centelleantes, envuelta en un abrigo oscuro. Cuando la cotilla quiso que mostrara el vestido que llevaba debajo, ella se negó con su mejor sonrisa. No le dieron el premio (se lo llevó Reese Witherspoon, una chica mucho más popular) y quizá tampoco le den el Oscar (que sí ha de llevarse Hoffman, según las encuestas), pero Catherine igual está contentísima de haber encarnado a Harper Lee: “Un auténtico desafío armar ese personaje con tan pocos datos. Pero yo, para empezar, siempre amé a Scout, me identifiqué con la niña de Matar un ruiseñor, criada en igualdad de condiciones que su hermano Jem, que jugaba en la calle, repartía alguna cachetada justiciera, se enfrentaba a la gente hostil frente a la puerta de la cárcel... Pero la verdad es que yo no contaba con documentales ni con reportajes, salvo alguno rarísimo, y por supuesto quise respetar la reserva de toda la vida de Harper. Apenas me las arreglé con un par de fotos que me inspiraron y esta idea de ser un poco el centro moral de Capote. Me atraía la calma interior, la integridad de este personaje tan atípico”.
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