RADIO
más LOCA será tu MADRE
› Por Marta Dillon
La escena es mejor que cualquier descripción: Diana Baxter aprovecha los sanguchitos de miga del festejo de los 65 años de Radio Nacional. Es un festejo sin alcohol y con luminarias clásicas al estilo Luis Landriscina y María Concepción César –mítica madama de burdeles en las telenovelas de la tarde–. Diana es una de las figuras de la radio, está allí en representación de “Loca... como tu madre”, ahora un dueto con Silvia Armoza, a cargo del programa “Faro de Locas”. Está allí, en realidad, para poner la cara –algo tan importante en cuestiones laborales como el trabajo mismo– y en busca de nuevas oportunidades. Nunca se sabe a quién se puede encontrar en un festejo oficial. Y la oportunidad está frente a ella. En realidad a varios metros de distancia. Alguien le marca al director de Canal 7 y la rubia, tan desaforada como se la escucha en el éter, camina hacia él con paso decidido. El hombre la atisba con el rabillo del ojo y, tal vez cansado de las ofertas con las que lo asaltan, emprende la huida hacia la izquierda. Ella lo sigue, aprieta el paso, lo ve perderse en la escalera y por esos mismos escalones desciende. “Jamás he perseguido tanto a un hombre como a usted, así que le pido por favor: ¡Pare! Yo puedo ser muy importante en su vida.” Y sí, el hombre paró, antes de enfrentar los furiosos ojos azules de Diana, mucho antes de saber por qué su vida podría cambiar, prefirió ofrecer una cita para la semana que viene.
¿Hace falta algo más para definir el estilo de las “Loca...”? Tal vez decir que después de aquella escena la rubia volvió al estudio y junto a su morocha coequiper se dejaron mecer por las voces calientes de Brigitte Bardot y Serge Gainsbourg en el mítico tema “Yo te amo, yo tampoco”. “¡Qué buen tema para rascar!”, dirán al aire, sobreactuando el uso de un término que remite a largas caricias y extensas restricciones. Entre las voces de ellas y los susurros de Brigitte no es difícil transportarse hacia alguna zona húmeda de besos. Lo paradójico es que es pleno mediodía, esa hora tan poco sexy en que todavía no ha cerrado el dólar. ¿Bajarán ellas alguna vez de esa plataforma de euforia que las hace trepar todo el tiempo al clímax? Nunca en público, en todo caso. Para el público, cualquiera sea, las “Loca...” (así, en singular) son esas mujeres que abrieron un tajo en la historia de la FM llenando las noches de radio de las onomatopeyas del placer, creando la fantasía de que el placer es tan fácil de conseguir como caramelos en el quiosco.
Un tajo en la historia es, justamente, el título del libro que publicaron cuando promediaban los ’90 y ellas estaban en la cresta de la ola que levantó la Rock & Pop, esa emisora mítica en la época en que el rock todavía conmovía a las nuevas generaciones –hoy esto es al menos discutible–. Porque, como les gustaba y les gusta decir, ellas son un grupo de producción multimedia – “podríamos hacer cualquier cosa: televisión, libros, revistas, películas, radio...”, insiste Silvia– que se siente en la radio como en su casa y hacen todo “provocadas por ellos, pero pensando en ellas”. Después de algunos años sin aire –pero no sin actividad–, las “Loca...” han vuelto a lo que mejor saben hacer, aunque cambiaron la medianoche por el mediodía, sufriendo algunas bajas en el camino: ya no están ni Ingrid Recchia ni Mónica Weimberg en la producción del programa, parte de ese grupo que en algún momento se creyó indivisible. Pero los tajos los abren también la crisis, los hijos, el tiempo.
LAS MIL Y UNA NOCHES
Silvia y Diana no saben exactamente desde cuándo se conocen. Saben sí que se cruzaron en la noche, cuando la noche era no sólo un tiempo sino también un espacio, un mapa que se dibujaba entre el Parakultural y el Einstein o La Esquina del Sol. En esos escenarios semimontados se encontraron, cuando Silvia todavía formaba parte de las Gambas al Ajillo y Diana hacía sus performances o simplemente paseaba su rubia cabellera por esos túneles que la creatividad abría en la oscuridad para tender puentes entre tantos dolores y placeres reprimidos por la dictadura. “Tengo la sensación de que ahora hay una necesidad extrema de saber qué pasó en los ’80, en el Parakultural. Es como un mito, porque la verdad es que también hacíamos desastres. Somos una generación un poco golpeada, veníamos de los desaparecidos, sobrevivimos al sida, al pico... Ahora todo parece un poco más light, también porque está más expuesto. El dolor y el erotismo están ahí a diario. Ahora la información del noticiero es pornográfica”, dice Diana.
Estas chicas que de ninguna manera confiesan la edad –un tic tan arraigado que hasta a la Radio Nacional le quitaron años cuando tuvieron que anunciar el aniversario–, pioneras en esto de apropiarse de los códigos del erotismo cuando todavía era un terreno a nombre de varones, siguen circulando por la noche. Que no es la misma que las vio crecer, de más está decirlo. “Ya no se coge tanto”, dice Baxter, lacónica, pero con nostalgia. “Ni ahí.” Silvia va un poco más allá en su descripción: “Cambiaron los estímulos, la música, las sustancias. Ya no hay tanto contacto uno a uno, es más tribal. La música electrónica es un poco así, bailás en un grupo y no está mal. No necesitás del otro para divertirte, hay como una independencia de la felicidad”. Una chica optimista, sin dudas, que por estas noches viste los pocos disfraces de los estereotipos del erotismo –vale decir, la enfermera, la mucama, la colegiala...– en la discoteca El Codo, justamente para conectar a la gente que tiene dificultades para hacerlo por sí misma.
–¿No están un poco momificados esos fetiches?
–Sííí –dice Diana, escondiendo las pupilas detrás de los párpados.
–Puede ser –retruca Silvia–, pero a mí me sigue calentando. Me gusta que un hombre me pida que me ponga portaligas para ir a la cama. Me gusta el cuero, la estética sadomaso. Si son fetiches, es por algo.
–¿Podrían enumerar algunos estereotipos eróticos masculinos?
–(A coro.) El que siempre la pone... el que siempre la pone... Ah, y el obrero lleno de grasa. En realidad todos son lo mismo, el supermacho.
Sin hacer conclusiones apresuradas, podría decirse que si la noche cambió, las fantasías permanecen.
FANS
¿Por qué hablar de fetiches con las “Loca...”? Sencillamente porque el erotismo –y no la pornografía, como ellas insisten en aclarar– es su tema y su marca en el orillo. Uno de los platos fuertes de su programa –el de los ’90– era hacer leer los relatos eróticos que ellas producían a invitados tan disímiles como Marcelo Longobardi o Riki Maravilla –antes que la cumbia y la cumbia villera explotaran en cada hogar argentino–, María Kodama o Julio Bocca. Además, los consejos que solían ofrecer a la madrugada todavía viven en la memoria de sus fans. “Hay minas que vienen a decirnos que aprendieron a coger escuchándonos a nosotras. Que se han casado con quien se encontraban haciendo pasillo en la radio. Mujeres que se atrevieron a decir palabras que tenían prohibidas después de haberlas escuchado en la radio.” Y esos testimonios son los que les dan las mayores satisfacciones a estas mujeres que inventaron su nombre por contestar ese mote al que algunos son adictos. “Si nos decían loca, les contestábamos ¡como tu madre! Ese es todo el secreto, es una identificación puramente femenina”, cuenta Silvia.
Ahora que el tiempo ha pasado desde las primeras euforias –que no se acaban nunca–, Baxter y Armoza se lamentan lo justo y necesario. “Antes razonábamos con el público, aprendíamos con ellos. Ahora sabemos lo que queremos dar, queremos servir de burbuja para resistir los misiles de la información diaria. No porque no nos interese sino para salir un poco a la superficie y respirar”, dice Diana, que antes de encontrar las ventajas se quejó con un gesto del tiempo veloz. Silvia, fiel a su optimismo, se siente mejor que nunca: “Como mujer, el paso del tiempo es alucinante, se amplían las posibilidades. Podés hacer el amor con gente de todas las edades, de 20 a 60. Es bárbaro que te piropeen todos, la autoestima sube al cielo”. Una perspectiva en la que estaría bueno investigar. Para más datos, basta consultar con “Faro de Locas”, que también reciben consultas sentimentales.