SALUD
Los tests de embarazo, tan eficaces contra la ansiedad de quienes quieren saber ya mismo si están o no, tienen su contracara: también hacen patentes esas pérdidas que en otro momento pasaban por simples atrasos y ahora refuerzan la frustración. ¿Cuáles son las causas de esos abortos espontáneos y recurrentes? ¿Cuánto influyen los factores emocionales?
› Por Sandra Chaher
No hay nada más frustrante para la mujer, para el marido y para el médico, que la pérdida de un embarazo, señala Eduardo Lombardi, especialista en reproducción humana y presidente de la Sociedad Argentina de Endocrinología Ginecológica y Reproductiva (Saegre), que organizó a comienzos de mayo el IV Encuentro Latinoamericano de Endocrinología Ginecológica y Reproductiva Cronobiología de la mujer siglo XXI, donde uno de los temas abordados fue el aborto recurrente. “Cuando hay esterilidad, la pareja ya sabe que no puede quedar; pero cuando el tema es la infertilidad, la mujer pierde un hijo, el marido se bloquea y el médico se conmueve. La pareja que pierde embarazos te demanda mucha más contención que la que no puede quedar embarazada”, agrega Lombardi, también subdirector del Instituto de Fertilidad (IFER).
Antes, hace menos de cinco años, los médicos decían que una consulta sobre fertilidad ameritaba sólo después de haber perdido tres embarazos. Sugerían a la pareja relajarse y volver a intentarlo. Claro, había tiempo. Las mujeres que querían embarazarse tenían más de una década para intentarlo varias veces. Pero hoy, la mayoría de las mujeres profesionales buscan su primer hijo fuera de la mejor etapa del aparato reproductivo: después de los 33 años. Y a eso hay que sumarle otros tornasoles de la época: tecnología ultrarrápida para detectar embarazos, ansiedad por alcanzar el objetivo de ser madres y padres en un tiempo de vida fértil corto y no demasiado próspero, y una industria científica y médica que avanza rauda para satisfacer la demanda a la vez que llena las arcas con los dividendos de los tratamientos de fertilización asistida. Como si fuera poco, la fertilidad humana es la más imperfecta de todas: es en la que se registran más pérdidas y obstáculos para concretar un embarazo a término.
Por eso, hoy los médicos sugieren comenzar a hacerse los estudios que indicarían las posibles causas de un aborto recurrente a partir de la segunda pérdida. Hacen diagnósticos hormonales, estudian el útero (el lugar de anidación del embrión), el saco expulsado, con o sin embrión; y la inmunología de las mujeres, entre otras variables. Todas estas investigaciones les permitieron diagnosticar aproximadamente el 60 por ciento de los abortos recurrentes y concluir que sus causas son, en el siguiente orden: genéticas –malformaciones uterinas (tumores benignos, por ejemplo)–, endocrinológicas –disfunciones de la tiroides–, insuficiencia de la fase progestacional –endometriosis y poliquistosis de ovarios, entre otras–, enfermedades infecciosas –si bien cualquier germen podría generar un aborto, esta causal sólo está probada en la sífilis–, enfermedades autoinmunes, “factores masculinos” y enfermedades aloinmunes, como incompatibilidad inmunológica de la pareja. Las investigaciones también permitieron elaborar estadísticas ordenadoras, aunque no necesariamente tranquilizadoras: entre el 10 y el 15 por ciento de los embarazos termina en abortos espontáneos; si a esta cifra se suman los embarazos subclínicos (los que se pierden antes de la primera ecografía), se llegaría al 30 por ciento, un número que no varía entre países desarrollados y subdesarrollados; a partir de los 40 años, las posibilidades de abortos espontáneos suben al 40 por ciento y, a medida que se tienen abortos espontáneos, aumentan las probabilidades de que se repitan: una mujer que, por ejemplo, pasó por tres, tiene un 50 por ciento de posibilidades de tener un nuevo aborto.
Estas cifras intentan explicar un fenómeno que sigue siendo misterioso para los médicos y por eso mismo genera tanta ansiedad y angustia en las parejas. “El aborto recurrente sigue siendo un problema para los equipos médicos debido a que en numerosos casos estudiados no se encuentran razones reconocibles para este trastorno”, reconoce el médico Alejandro Manzur, de la Unidad de Reproducción Humana de la Pontificia Universidad Católica de Chile, presente en el congreso de Saegre.
“Lo que se dice es que los aspectos emocionales influyen menos de un cinco por ciento como causante único de los problemas reproductivos”, dice Sebastián Gogorza, especialista en medicina reproductiva y jefe de la Sección Reproductiva del Hospital Italiano, aunque acepta que no hay un consenso sobre el tema. La psicoanalista Gloria Barros –autora junto a Carlos Pachuk y Eva Giberti de Los hijos de la fertilización asistida— señala que es muy probable que esa estadística del cinco por ciento sea real, “pero no por eso es despreciable”. “Porque para el que está atravesando esa situación, ese cinco por ciento se transforma en un cien por ciento.”
Pachuk –médico psicoanalista y presidente de la Asociación Argentina de Piscología y Piscoterapia de Grupo (Aappg)– les da a su vez entidad a los factores sociales y ambientales: “Si hay más infartos entre las mujeres, ya no viven tanto más tiempo que los hombres, y fuman a la par de nosotros, por qué no pensar que podría haber más abortos recurrentes que antes o que éstos no están aislados de la forma en que la mujer vive hoy”.
Y también remarca la individualidad de cada caso: “Hay que ver la historia de cada pareja: el vínculo que esa mujer tiene con la maternidad, qué significa ese hijo para ella, para los dos, y en qué momento de su relación llega. Es frecuente que una pareja se disuelva después de atravesar varios abortos de este tipo y que ese mismo hombre o esa misma mujer después queden embarazados con nuevas parejas. Acá los médicos pueden hablar de incompatibilidad genética, pero nosotros agregamos que hay algo del vínculo amoroso que está sucediendo también. Cualquier línea de explicación que intente hegemonizar es simplificadora”.
Barros concluye en el mismo sentido: “La incidencia psicológica en cualquier área que involucre la procreación es inmensa. Los médicos conocen bien que hay un eje del sistema nervioso que sale del hipotálamo y que rige las secreciones hormonales. En los fenómenos humanos no se puede tener una mirada sólo biologicista ni sólo psicologicista”.
Una de las características que se impuso en los equipos que trabajan con temas de fertilidad y esterilidad es la de los equipos interdisciplinarios: profesionales de la salud mental que trabajan junto a los médicos en el seguimiento y asistencia de los casos. Y en el caso del aborto recurrente, como señala el médico Eduardo Lombardi, esto puede ser especialmente necesario por las características demandantes de la situación. “Es cierto que son situaciones muy difíciles de trabajar –confirma el psicoanalista Carlos Pachuk–. Cuando hay problemas de fertilización, el cuadro que se genera en la pareja es maníaco-depresivo: una euforia artificial mientras dura el tratamiento y, si éste no funcionó, un cuadro depresivo que suele afectar la sexualidad. Cuando hay abortos recurrentes, lo que aparece es la pérdida de autoestima y el no poder cumplir con el mandato social y de la especie de la maternidad. Y son parejas que suelen ir aislándose porque en su contexto los demás sí tienen hijos.”
“El problema de un enfoque muy cientificista como el que prima hoy en los equipos de fertilidad y en la comunidad médica en general es que perdimos al médico integral, el que nos abordaba en todos los aspectos, y aparecen los médicos que sobre todo son técnicos –señala la psicoanalista Gloria Barros–. En esos equipos, para los psicólogos no es fácil trabajar: tienen que hacer lo que marcan los médicos y esto los desespera bastante.”
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