POLITICA
Que las mujeres tienen mejor acceso a la educación, generan ingresos y controlan mejor su fertilidad es algo que cualquiera que pertenezca a la clase media en América latina puede reconocer. Sin embargo, esto no ha sido suficiente para garantizar la representación pública femenina en las sociedades democráticas. Sobre las razones de esta paradoja reflexionaron cuatro académicas que a la vez analizan la situación en sus países.
› Por Sandra Chaher
Las mujeres en la política y la vida pública, la charla que se realizó hace pocos días en Buenos Aires, formó parte de la presentación del informe Igualdad de género. La lucha por la justicia en un mundo desigual, realizado por el Instituto de Investigación de las Naciones Unidas para el Desarrollo Social (Unsrid) y presentado en Argentina por el Fondo de Población de las Naciones Unidas (Unfpa) y el Instituto de Desarrollo Económico y Social (IDES).
Las expositoras del área Las mujeres en la política y la vida pública fueron Cecilia Blondet, historiadora e integrante del Instituto de Estudios Peruanos (IEP); María Herminia Tavares de Almedia, de la Universidad de San Pablo, en Brasil; y Teresa Valdés, coordinadora del Area de Estudios de Género de Flacso-Chile, y la moderadora fue Gloria Ardaya. Teresa Valdés se refirió a lo que llamó “triángulo del empoderamiento”: la alianza entre los movimientos de mujeres, las políticas y las funcionarias. “Una de las claves del proceso que estamos viviendo en Chile es el funcionamiento de esta alianza”, remarcó. Y las colegas uruguayas señalaron que un proceso similar se vive del otro lado del Río de la Plata. ¿Por qué esta estrategia no se reproduce en otros países? La causa considerada como fundamental fue la dimensión social: mientras en Chile y Uruguay estaríamos hablando de sociedades pequeñas en las que habría sido más fácil establecer estas alianzas, los países más grandes tendrían dificultades para unificar criterios y estrategias de trabajo. Cecilia Blondet no estuvo de acuerdo con esta tesis y muchas veces durante su exposición se preguntó por qué no funcionan en otros países de América latina los mecanismos que parecen estar dando resultado en Chile. Ninguna colega pudo darle una respuesta satisfactoria. Y todas coincidieron en que el informe era un disparador de inquietudes e interrogantes sobre los cuales seguir trabajando.
Es bien difícil hacer una evaluación de lo que está pasando en Bolivia a cien días de haber asumido Evo Morales”, dice Gloria Ardaya con la tranquilidad gestual de los habitantes del Altiplano, acostumbrados al ritmo lento que impone la altura pero también la cultura.
Ardaya es docente de la Universidad Mayor de San Andrés, en Bolivia, y fue la responsable de coordinar la mesa Las mujeres en la vida política y la vida pública. “Como positivo hay que rescatar que se hizo una buena nacionalización de los hidrocarburos, sin confiscación y con el 51 por ciento en manos del Estado. Creo que con esto se marcan nuevos rumbos para los estados de América latina vinculados con una mayor injerencia. Y por otra parte, se inició un proceso de alfabetización en el que las mayores beneficiarias serán las mujeres. Además de que se está documentando, dando personería jurídica, a la población: en Bolivia el 10 por ciento de los habitantes no está inscripto en el Registro Civil, y de este 10, el 70 por ciento son mujeres. Entonces, este empadronamiento es fundamental para que las mujeres accedan a la participación política.”
Pero “hay contradicciones en la gestión de gobierno sobre los temas de género –señala Ardaya–. Lo primero es que, si bien hay cuatro ministerios sobre dieciséis a cargo de mujeres, la institucionalidad de género disminuyó porque el Viceministerio de Asuntos de Género se transformó en Viceministerio de Asuntos de Género y Generacionales uniendo dos áreas que antes estaban separadas. La segunda contradicción es que si bien Evo obtuvo la más alta votación en la historia democrática de Bolivia, consiguiendo el 54 por ciento de los votos sin ir a segunda vuelta, lo cual es más que lo que obtuvo Bachelet en el ballottage, la representación política de las mujeres en el Parlamento disminuyó. En sus listas no hubo el 30 por ciento de mujeres que indica la Ley de Cupos y la Corte Electoral y la sociedad civil no hicieron el control de listas correspondiente. Y ahora tenemos 12 por ciento de mujeres en el Parlamento. Además, en el movimiento social de Evo, el de los cocaleros, las mujeres son las principales productoras y sin embargo no están suficientemente representadas”. Y recuerda una frase que se escucha mucho en su país: “Las mujeres están en la protesta, pero no en la negociación”.
Según esta académica, lo que está claro después de 100 días es que el gobierno boliviano no tiene políticas claras de género. No sólo eso, sino que el flamante presidente, del que se divulgó su condición de padre irresponsable que no se hace cargo económicamente de la manutención de sus hijos, se permitió algunos chistes bien machistas de difícil digestión. En una visita al Chapare, la zona cocalera de Bolivia, dijo en un discurso en el que hablaba de la explotación bananera: ‘Tranquilas, que las mujeres también van a tener bananos’”.
Las elecciones recientes de Perú fueron muy buenas para las mujeres. Lourdes Flores Nano era la candidata favorita, pero hubo tres mujeres que se postularon para la presidencia y las tres fueron muy aceptadas y reconocidas. Hace seis o siete años las mujeres no llegaban a esto en mi país –afirma Cecilia Blondet, historiadora e integrante del Instituto de Estudios Peruanos (IEP), refiriéndose a la primera vuelta electoral de Perú–. Además ninguna llegó por herencia y las tres eran de diferentes sectores. Y otro factor muy importante de estas elecciones fue que las esposas de los candidatos más importantes tuvieron un rol fundamental, ninguna podría ser una primera dama decorativa. Nadine Heredia, la esposa de Humala, tiene peso político en sí mismo y con más objetivo político que Ollanta.”
Su optimismo decae al referirse a la institucionalidad de los temas de género: “El Ministerio de la Mujer peruano fue la caja chica del gobierno de Fujimori y sirvió para clientelizar a los sectores femeninos y, después, con Toledo, fue una bolsa de trabajo para los militantes de su partido. En cuanto a las cuotas, que son mecanismos inteligentes para que haya mujeres en política, suelen tener un resultado bien limitado: las parlamentarias peruanas son una vergüenza, no tienen idea de cuestiones elementales de políticas de género y muchas, como son conservadoras, se aterran con el tema”.
La gestión de Michelle Bachelet tiene dos momentos importantes que están muy cerca: el 21 de mayo es la apertura de las sesiones del Congreso y a mediados de junio se cumplen los primeros cien días de gobierno para los que ella había anunciado el cumplimiento de algunas metas importantes”, dijo la socióloga Teresa Valdés Echenique. “En este momento en el gobierno están con la histeria de los 100 días. Y además, como es un gobierno de cuatro años está la idea de que hay que hacer y hacer porque hay poco tiempo. En el imaginario masculino de Chile se dice que éste es un gobierno de administración porque lo importante ya lo hizo Lagos. Sin embargo, toda nuestra experiencia política dice que son necesarios procesos y que, si bien con Bachelet se verían los resultados de Lagos, los resultados de su gobierno se verán en la siguiente gestión.”
“Los partidos chilenos están en una crisis fuerte. Le propusieron 16 nombres para integrar los ministerios –ocho mujeres y ocho varones– y ella eligió sólo a Clarisa Harly. Bachelet pone el dedo en la llaga de los partidos políticos, porque ella es resultado de la sociedad civil y no de los partidos políticos. Y los partidos toman venganza porque se vieron restringidos en su poder y dicen ‘ahora nombramos nosotros’, apoderándose de un proceso nuevo como es el nombramiento paritario de intendentes e intendentas en todo el país. Bachelet ordenó que la misma paridad que se estableció en el ámbito nacional se reprodujera en cada región. Pero esto no está pasando. Y además, como son elegidas por los partidos, éstos están poniendo a las más débiles, las más jóvenes y las que tienen pocos visos de poder. Pero a la vez son mujeres inteligentes, entonces no sabemos qué va a pasar con este proceso. Porque al ser inédito, no hay herramientas institucionales de control.”
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