SOCIEDAD
Nuestra sociedad obliga a las mujeres a hacer más méritos que los varones para lograr un mismo respeto. El feminismo es positivo, pero pertenece al pasado. Hay mujeres notables, y hasta sería bueno tener una de presidenta tras las próximas elecciones. ¿Delirios? No: resultados de una encuesta sobre la percepción social de la desigualdad entre varones y mujeres.
› Por Luciana Peker
El 45,7 por ciento de las personas que se suben a un avión, mientras pasan por esa escalerita que siempre es angostita e incómoda –antes de empezar a codearse para conseguir un lugar donde acomodar el bolso de mano–, preferirían ver que el piloto es un varón y no una mujer. La respuesta surge de la encuesta Percepción Social de los Derechos y la Actividad de las Mujeres en el Mundo Público, del Centro de Opinión Pública de la Universidad de Belgrano que, con esa pregunta, bajó a tierra las consecuencias cotidianas de la imagen desigual entre varones y mujeres, que dice que 8 de cada 10 porteños califica a la sociedad de muy o bastante machista.
Las sensaciones diarias reflejadas en este sondeo de opinión muestran que la realidad está bastante lejos de la igualdad de sexos anhelada en el siglo XX y sirve para entender el largo camino que falta para que los derechos de varones y mujeres sean realmente equitativos. “La percepción del machismo social es sumamente elevada. Casi el 82 por ciento, tanto de los hombres como de las mujeres entrevistados, califica a nuestra sociedad como ‘muy’ o ‘bastante’ machista. También, el 70 por ciento opina que para competir en el mundo laboral las mujeres necesitan demostrar que están más capacitadas que un par hombre”, informan Orlando D’Adamo, jefe del Centro de Opinión Pública de la Universidad de Belgrano (Copub), Virginia García Beaudoux, coordinadora del Copub y María Pastore, especialista en asuntos políticos del Copub, los tres responsables del sondeo.
Otra respuesta sorprendente que surge de este sondeo (realizado entre 608 varones y mujeres de la ciudad de Buenos Aires, del 20 al 29 de septiembre del 2006) es que el 59,5 por ciento de los encuestados no tiene registrado el nombre de ninguna mujer a la que admiren, no sólo en la Argentina, tampoco en el mundo. Y, aun entre el 33 por ciento que respondió que sí hay alguna líder ejemplar, el 27 por ciento de ellos no recuerda su nombre.
La historiadora Karina Felitti apunta a la amnesia de casi 6 de cada 10 entrevistados en recordar alguna referente femenina. “Las mujeres suelen estar excluidas de los libros y manuales escolares. Son sólo algunas mujeres excepcionales, casi siempre puestas en relación con varones (padres, esposos, amantes, hermanos) las que ocupan un lugar en la enseñanza de la historia. Los medios tampoco les dan la misma atención y cuando se ocupan lo hacen de una manera que refuerza la desigualdad. Por ejemplo, cuando asumió Felisa Miceli como ministra de Economía los principales diarios publicaban anécdotas de su vida familiar, fotos con amigas, sus hobbies y, en cambio, un espacio mucho menor a sus antecedentes profesionales, justamente lo más importante en relación con esa noticia”, detalla.
Entre los encuestados que sí recordaron algún nombre de mujer, la primera favorecida fue Michelle Bachelet, la presidenta chilena, después Madonna, y después de Madonna, Cristina Kirchner y Elisa Carrió (a tener en cuenta que casi un cuarto de los encuestados preferiría votar a una mujer en las elecciones presidenciales). La socióloga y coautora de Informe sobre Género y Derechos Humanos Eleonor Faur compara: “Resulta impactante que casi el 60 por ciento de la muestra no siente admiración por ninguna mujer con actuación pública. No obstante, entre los que sí declaran admirar a mujeres es interesante que hagan alusión a referentes ligadas a la coyuntura actual que tienen características que, tiempo atrás, se podían percibir como ‘masculinas’ (la actuación política), lo cual ya indica un atisbo de transformación en las representaciones de género, ya que, en cambio, en trabajos realizados con varones colombianos, las referencias a mujeres que admiraban caían, una y otra vez, en la Madre Teresa de Calcuta, por su sensibilidad y el cuidado de los otros, que son características tradicionalmente alentadas en las mujeres”.
Algún cambio es posible. ¿Quién hizo esos cambios? El feminismo. ¡Feminismo! La palabra feminismo en los medios de comunicación todavía es traducida –en el teléfono descompuesto de la desinformación– como una tribu de amazonas dispuestas a serruchar la silla donde se acomodan los varones o, peor aún, mandar chistes en cadena de emails en donde los varones sólo sirven para hacer asado. Sin embargo, sorprendentemente, en el sondeo de opinión del Copub surge que la percepción social del feminismo no es tan negativa como la que se trasmite, generalmente, en radio y televisión. Ante la pregunta “¿Qué es para usted el feminismo?”, el 13,4 por ciento contesta que “es un movimiento de lucha por los derechos de las mujeres”, mientras que el 5,7 por ciento considera que “es una ideología que buscaba la igualdad y se exacerbó” –con ese dejo de que el feminismo se pasó de la raya, aunque la raya de la igualdad, como bien muestra esta encuesta, todavía no llegó– y el 1,3 por ciento es directamente descalificativo ya que lo cataloga como “una forma de llenar al tiempo”.
Irene Meler, coordinadora del Foro de Psicoanálisis y Género de la Asociación de Psicólogos de Buenos Aires, analiza esta imagen social del movimiento de mujeres como un logro. “Mi impresión es que, si bien persisten los prejuicios que asimilan al feminismo con una versión femenina del machismo, o sea con una retórica anti masculina, en el terreno de las actitudes y opiniones, la tendencia que predomina está de acuerdo con los postulados feministas. Por lo que ha existido un triunfo feminista en la batalla por el sentido, aunque las ganadoras no son reconocidas como tales”, valoriza.
Desde otro enfoque, Felitti también hace historia con la manipulación de la palabra feminismo como un adjetivo descalificativo. “No resulta raro que no se sepa qué es o que se crea que ya pasó de moda. En los ‘70, algunas de las que luego serían militantes de la Unión Feminista Argentina (UFA) —la importante organización de mujeres de esos años— también consideraban que la reivindicación de los derechos de las mujeres era un tema superado. Cuando se corre el velo que el orden de género vigente ha impuesto se ve que el feminismo debería ser más activo que nunca, pero hay que iluminar ese escenario y dejar de pensar que todas las mujeres son conscientes de las situaciones de desigualdad que atraviesan (en especial en lo cotidiano, sin necesidad de tomar como ejemplos a las que no llegan a gerentas de empresas o a pilotear un avión) y mucho menos de las causas ancestrales en las que se basan. Además, la mayoría de las políticas y hasta las mujeres del espectáculo se preocupan, constantemente, por dejar en claro que no son feministas, que son mujeres que quieren a sus hijos y a sus esposos, como si ser feminista no fuera compatible con ‘querer y elegir’ (y ahí está la diferencia) ser madre y cocinar tortas.”
Más allá de las definiciones sobre feminismo, del sondeo de opinión de la Universidad de Belgrano se desprende un amplio consenso a uno de los reclamos históricos de las feministas: el 76,6 por ciento de los y las porteños encuestados están a favor de permitir el aborto en algunas circunstancias. Entre los entrevistados que acordaron con la despenalización, la mayoría (el 58,1 por ciento) sostiene que siempre debería ser una libre elección de la mujer, en un amplio respaldo a la autodeterminación sobre el cuerpo –más allá de los riesgos, situaciones sociales y económicas– que sorprende. Después, el 15,2 por ciento cree que debería estar legalizado en caso de violación y el 14,3 por ciento en mujeres violadas y discapacitadas. “Es destacable el elevado consenso que se detectó respecto de la despenalización del aborto –subraya Meler–. Esta tendencia implica que las mujeres son percibidas de modo creciente como individuos por derecho propio y que la imagen del altruismo obligatorio que las transformaba en una especie de envases por donde circulaba la transmisión genética ha quedado obsoleta.”
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