VIOLENCIA DE GENERO > IMAGEN
Talle small, pero saludable y sexy. Tres imposiciones que gravitan sobre mujeres de todas las edades, aunque con violencia sobre las más chicas, las que están construyendo su identidad remando contra un mar de inseguridades. Pero la esquizofrenia es así, por un lado se exige salud, por el otro llueven dietas mágicas para bajar mucho en poco tiempo.
Joven argentina: si tienes entre 13 y 30 años (o quieres parecer menor a 30 años aunque tengas 50) debes pesar entre 45 y 55 kilos, digamos 60. No digamos más. Si pesas menos (fundamentalmente) no tendrás tetas (salvo que te operes, en ese caso, avanzas un casillero) y podrás tener un riesgo colateral: anorexia. Si pesas menos no serás ni sexy ni saludable y si pesas más no serás ni sexy ni saludable. ¿El peso justo? No, el peso único. Joven argentina: para pesar lo que tenés que pesar tenés que comer lo que tenés que comer y saber, en todo momento, cuánto engorda –se dice cuántas calorías tiene– todo lo que comés. Pero si dejas de comer todo lo que te gusta porque te gusta –para no engordar– tienes que saber que hay alimentos que sí necesitas para estar saludable.
El mandato S (mujeres saludables, small y sexys) se entrona como un mandato posible con un menú de pechuguita de pollo, tomate y manzana asada, una hora de gimnasia por día, media porción de torta en el fin de semana (eso se llama gustos permitidos), una laaaaaaaaaaaaarga vida de largas caminatas y la posibilidad de ponerte la misma remerita que tu compañera de banco y la compañerita de banco de tu hija.
Pero el mandato –la dictadura S– tiene una fisura: propone un cuerpo único, una vida única y un menú equilibrado, justo en una época y a una edad –la adolescencia– que de equilibrado, nada. Si las mujeres revolucionaron el siglo XX al romper el molde, la única vida posible para las mujeres ahora, el boomerang –uno de los mayores reveses a la libertad femenina–, lo da el mandato del cuerpo único. Sí, se puede ser muchas mujeres (madres, profesionales, deportistas, militares, presidentas, muchas, distintas), pero se puede serlo con el mismo cuerpo: sexy, small, saludable.
La dictadura de la imagen tiene excluidas a rolete (y rolletes): las que no son saludables, las que son gordas, las que son gorditas y las que se lastiman en el intento de ser flacas, las que aceptan la violencia de la imagen y se violentan a sí mismas con tal de verse como les gustaría que las vieran. Tan delgadas que la violencia contra ellas se hace invisible, como sus cuerpos pretenden. Pero cuando su anorexia estalla en tragedia, como en los casos de las dos modelos brasileñas que fallecieron la semana pasada por trastornos de la alimentación, o el de la joven puntana que se debate contra la muerte ahora mismo, los medios las muestran como anti-modelos.
Carolina Reston tenía 21 años, pesaba 40 kilos y murió a causa de una infección, potenciada por su anorexia. Carla Sobrado Cassalle estudiaba para ser modelo, también tenía anorexia y murió después de dos paros cardíacos. María Ximena, de 21 años, 1,65 metros, 28 kilos –de la que se conoce ese cuerpo que grita su fragilidad en números– es argentina, vivía en San Luis, y ahora permanece internada en Mendoza. Si no se hubieran muerto las modelos brasileñas, seguramente no tendríamos noticias de ese cuerpo desnutrido de amor propio. Ahora seguimos su caso, como si pudiéramos hacerle avioncito para que ella coma el yogurcito que ya está tragando –festejamos a través de las noticias– en estos días de internación. “La joven llegó al grado máximo de desnutrición que le permite su cuerpo, con una deshidratación muy severa, y puso en riesgo de vida su organismo, pero ella decía que estaba excedida de peso”, declaró el médico Julio Quevedo.
La anorexia y, más, mucho más, la muerte, son un freno para la desenfrenada carrera por “cuidarse” para el verano. La delgadez no vale si no es saludable. ¿Pero el mandato de la delgadez saludable es posible? ¿Es posible para todas? ¿No es un mandato de por sí violento en el que algunas entran, algunas bancan quedarse afuera y a otras lastima hasta salir lastimadas? En el Brasil post-Carolina y Carla las agencias de modelos van a pedir a sus chicas que les presenten un certificado médico de salud que les garantice que no sufren ni anorexia ni bulimia. Aunque, más allá de la precisión de los diagnósticos: ¿la balanza en la cabeza no es un mal enquistado, endémico, insufrible? “Lo manejo todo el tiempo. Si vamos a comer afuera, ni miro el menú. No me doy opción. Pido pollo o pescado. Si empiezo a mirar el menú me deprimo. Y no soy masoquista”, aseguró Valeria Mazza en la entrevista que le realizó La Revista de La Nación titulada “Simplemente Valeria”, a la modelo número uno –según la nota publicada el 21 de noviembre– que tuvo la Argentina. ¿Ella no es masoquista? Hay algo cierto: trabaja de eso. “Cuando tengo un viaje y fotos me quedo no exactamente en ayunas, pero cuidándome. Lo administro”, cuenta, en eso que no es exactamente ayuno, anorexia, masoquismo, pero se le parece. Pero ella lo cuenta –y los medios cuentan a través de ella– como secretos de belleza. No tienta.
Pero ese masoquismo establecido como saludable sí tienta a las que están en una edad tentable. Vilma Cabrera, de la Asociación Psicólogos y Psiquiatras de Buenos Aires, apunta: “La cultura (moda, vestimenta, bronceado, cirugías, etc.) incide, especialmente en las adolescentes, ya que su aparato psíquico absorbe más rápidamente aquellos mensajes que las hagan pertenecer, dándoles identidad, porque lo diferente las desestructura. Reconocer que somos sujetos únicos e irrepetibles depende en gran parte de haber sido deseados por padres, familia, amigos o profesores. Por eso, los modelos llevados al extremo, donde se pierde de vista la singularidad, son una manera de ejercer violencia, destrucción, dejar afuera el deseo y da como resultado servir a un Dios, en este caso a La Imagen”.
* Cielo tiene 21 años y es la autora del libro Abzurdah (Editorial Planeta), donde relata, en una cruda primera persona, las causas y los efectos de la anorexia.
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