SOCIEDAD
A los 29 años, Alejandra Ibarra tuvo a su séptimo hijo en una clínica privada de Santiago del Estero adonde la mamá llegó porque confió en una abogada que se suponía iba a ayudarla a ligarse las trompas. Apenas nació, el niño fue dado “en adopción” a una pareja porteña en un trámite plagado de falsedad que la Justicia local anuló. Sin embargo, 16 meses después, la misma Justicia que ordenó la restitución la posterga una y otra vez.
› Por Roxana Sandá
El viernes último, Alejandra Ibarra debía reencontrarse con su hijo Francisco. O Daniel, como era su deseo bautizarlo. La mujer, que hace menos de un año ocupó las portadas de los diarios nacionales al denunciar que le quitaron a su séptimo hijo –inmediatamente después de parirlo– en una clínica privada de Santiago del Estero para ser entregado a una pareja de contadores públicos con domicilio en un country de Escobar, se aprestaba a poner finalmente las cosas en su lugar mediante un fallo del Superior Tribunal de Justicia provincial. Que el resto de sus hijos, por ejemplo, conocieran a ese hermano “que nunca vieron ni en fotos”. Y que la Justicia priorizara su responsabilidad indelegable de garantizar el vínculo con los padres biológicos.
¿Qué parte del fallo del Superior Tribunal no se cumplió?
–Ninguna. Cuando el equipo interdisciplinario designado por el Tribunal se presentó en el departamento que el matrimonio Della Torre alquila en Santiago del Estero para retirar a Francisco, su médica pediatra jugaba con el nene, le hacía upa y fue poniéndolo nervioso para que no se lo llevaran. Personas que conocen lo que sucedió me confiaron que la abogada del matrimonio, que también estaba allí, le dijo a la médica “quiero que hagas lo que sea para que el chiquito no se vaya”.
¿Cómo sigue esto?
–Con los Della Torre que volvieron a presentar un oficio para impedir el contacto de mi hijo con nosotros y los hermanos, pidiendo que se le corra vista a la defensora y al fiscal. El juez fijó nueva fecha para que se lleve a cabo la restitución, pero la defensora, con total desconocimiento de las sentencias del máximo Tribunal, desobedeció la orden y opina que Francisco debería volver con nosotros en un plazo de sesenta días. ¿Por qué debemos aceptar estos abusos si hay un fallo a nuestro favor?
¿Con qué argumento negaron la restitución la semana pasada?
–Que está enfermo. Hablan de depresión anaclítica, de que si les corto el vínculo el chico puede morir. El vínculo ilegal, les respondo. Pero fíjese que a lo largo de estos 16 meses también fuimos amenazados, perseguidos, intentaron comprarme con 50.000 pesos y hasta quisieron convencernos de que mis hijos no sufren por la ausencia de su hermano, que simplemente tienen una fantasía y que con el tiempo van a olvidar. Porque, según ellos, el nene va a crecer mejor con una familia con dinero, que pueda criarlo. Yo les contesté que no sabía que una mamá, si no tiene un marido con recibo de sueldo de 20.000 pesos, no puede tener un bebé.
¿Quiénes son las personas que presionan para que ustedes desistan de recuperar al niño?
–Las abogadas de sus apropiadores, Teresa Benevole de Gauna y Luz Frágola, que desde mi embarazo actuó como intermediaria. Y ellos, Carlos Della Torre y Marcela María Luján Martínez, que en la única audiencia judicial que tuvimos en 2006 nos dejaron a solas cerca de tres horas, durante las cuales trataron de convencerme por todos los medios que lo mejor era que el chico no volviera conmigo. Con ese panorama, el régimen de visitas que se había acordado, dos veces por semana, jamás pudo cumplirse.
De hecho, los Della Torre abandonaron su casa del country Aranzazu, de Escobar, el 26 de mayo último, fecha que fijó la jueza de Familia Carmen Peña para concretar el primer intento de restitución.
–Y se deben haber ido con lo puesto, porque la policía no encontró a nadie pero las estufas estaban encendidas. Todo parece burla, porque en ese mismo juzgado se habían iniciado los trámites de adopción.
La pesadilla, cuenta Alejandra Ibarra, empezó a rodearla en agosto de 2005, a los 29 años y cuando el embarazo de siete meses le pesaba lo suficiente como para sentir que seis niños arracimados a sus manos eran un cúmulo difícil de remontar en esa barriada de Almirante Brown donde vivía, en los bordes de la capital de Santiago del Estero, sobre todo con las ausencias temporarias de su esposo, Carlos Díaz, obrero de las cosechas en la región. “Venía pensando en hacerme una ligadura de trompas. Un día se lo comenté a una amiga que también estaba embarazada y quería entregar a su bebé”. En la casa de esa mujer, dice, conoció a la abogada Luz Frágola, que le propuso ayudarla con ese hijo por nacer. “Me aconsejó, me dijo que en el Estado no les importa nada y que si quería podíamos ir a un sanatorio privado a hacer la ligadura, y me ofreció a su médico de cabecera, el doctor Ramón Lugones, del Sanatorio Norte. Al tiempo empezó a venir a casa y me preguntaba si no quería dar a mi hijo.”
¿Por qué comenzaron a atenderla en el Sanatorio Norte?
–Porque ella insistía con que era lo mejor para mí y el bebé. Me hicieron estudios que detectaron toxoplasmosis y una enfermedad venérea que, según la abogada y los médicos, debía habérmela contagiado mi marido. Me indignó la actitud de esta gente, no sólo por las sospechas infundadas hacia él sino porque yo venía haciendo controles en la salita del barrio y nunca me habían hablado de estas enfermedades.
¿Qué ocurrió al momento de parir?
–El 28 de septiembre fui al sanatorio para hacerme un monitoreo, porque ya estaba de ocho meses. Me acompañaba la abogada. Ese día no me sentía muy bien, estaba en ayunas, nerviosa por lo de las enfermedades, por lo que decían de mi marido, que encima estaba trabajando en el campo. Me llevaron a una habitación, me colocaron un suero y al rato comencé a sentir contracciones, pero sabía que todavía no estaba para tener al bebé y me arranqué las cánulas. Me retuvieron y dijeron que no fuera imprudente, que si quería que el bebé muriera. Estaba asustada, no supe qué hacer, y todo concluyó en una cesárea.
¿Ni siquiera le acercaron a su hijo luego de la intervención?
–Cuando desperté sólo llegué a escuchar “es varón, pesa tres kilos y medio”. Después volví a dormirme. En la habitación me ponían inyecciones constantemente, llegué a contar siete en el mismo día. Se ve que era un calmante, porque siempre estuve como atontada. A las enfermeras y los médicos les pedí por mi bebé para darle el pecho, y me dijeron: “¿Por qué? si la doctora que habló con vos te dio unas pastillas para que te quitara la leche. Ella hizo un trato con vos. Le entregaste al bebé”.
Fue el peor momento de mi vida.
¿Quiénes y cómo pudieron llevárselo del sanatorio?
–Una pareja apareció en la habitación con mi bebé en brazos y el hombre, que tenía acento porteño, me preguntó si había firmado los papeles. Yo estaba desesperada, le dije que no quería dar a mi hijo, pero ellos se fueron. Eran los Della Torre, y a los pocos días, en el Juzgado de Familia donde meses después se dispuso la restitución, se abrió el expediente de adopción de Francisco.
¿En algún momento llegó a sospechar que le hicieron firmar documentos de consentimiento de adopción bajo engaño?
–Un empleado del Registro Civil se presentó en el sanatorio con el documento del bebé y unos papeles. Quisieron hacerme firmar cosas, pero yo estaba bajo los efectos de las drogas, veía borroso, no entendía muy bien qué pasaba. Juro que no firmé ningún consentimiento pero además la Justicia probó que falsificaron mi firma.
¿Cuál fue la actitud de la representación legal de los Della Torre en adelante?
–Tanto Frágola, como la abogada que los representa ahora, Teresa Benevole de Gauna, siempre me manifestaron que al quedarse con mi hijo me están haciendo un favor, “no te estamos arrancando nada” y que “tenés un montón de hijos, para qué querés otro”. Siempre me remarcaron que no estoy en condiciones de denunciar nada, porque no puedo explicar lo que pasó. A eso se suma que somos pobres y nos quisieron armar informes socioambientales de hacinamiento, drogas y prostitución.
Benevole de Gauna anunció que apelará ante la Corte Suprema de Justicia de la Nación el fallo del Tribunal Supremo santiagueño, que dispone la restitución del niño a su familia biológica en forma gradual y progresiva
–El juez Enrique Argibay Berdaguer consideró que no debía prolongarse más la interrupción de los lazos de origen, y para eso dispuso que comience de inmediato el proceso de reinserción del niño. Pero esto no se limita a dos apropiadores que actuaron al margen de la ley y que la siguen ignorando: aquí estaría actuando una organización poderosa que se dedica al tráfico de bebés, y que ni el Superior Tribunal logra hacerle mella.
¿En su lucha por recuperar a Francisco, contactó a otras madres que sufrieron la misma situación?
–Hay mujeres que buscan a sus hijos hace cinco años. Por eso en la provincia es común que me digan “tu caso no es el primero” y que a muchas nos quieran hacer pasar como madres arrepentidas. En el año que tuve a mi hijo, otras diez chicas pasaron por el Sanatorio Norte en condiciones similares. Incluso, en los pasillos de Tribunales me dijeron que si recupero al niño les voy a cortar el negocio, que nadie más va a querer venir a adoptar chicos a Santiago del Estero.
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