Vie 16.03.2007
las12

Dos años sin Florencia

› Por Roxana Sandá

Hoy se cumplen dos años desde el instante en que la joven neuquina María Florencia Pennacchi cerró la puerta de su departamento de la calle Güemes al 4700 para caer en el vacío de la desaparición de personas. A “Flor”, como le dicen su familia y sus amigos, se la tragó la tierra con lo puesto y un celular. Al día de hoy, nadie pudo o quiso dar con su paradero y sí, en cambio, no se escatimaron presunciones de culpabilidad sobre su persona, en un boomerang mediático-policial-judicial que la convirtió, con el correr de los meses y de la falta de respuestas, en alcohólica, drogadicta y desequilibrada emocional. A la Red Solidaria que encabeza el ingeniero Juan Carr llegaron versiones de posibles fugas hacia lugares del interior del país o del exterior, que en algunas oportunidades resultaron fomentadas por las mismas autoridades policiales que todavía participan de la investigación. En poco menos de un año, a Florencia Pennacchi se la vio en trenes bonaerenses, en las afueras de Neuquén o en Río de Janeiro y se la presumió acompañada de un hombre y a voluntad, según deslizaron policías de la Comisaría 23ª, que recibió la denuncia de la desaparición, y de la División Antisecuestros de la Federal. “Es un clásico de las clases media y media alta —ironizó Carr— buscarle una mancha a esa persona que no aparece. Y Florencia representaba lo impoluto: chica de Palermo, clase media acomodada, estudiante de Ciencias Económicas, un trabajo en el Gobierno de la Ciudad y una madre médica neuróloga reconocida en Neuquén. Era el personaje ideal para condenar.” Los amigos de la joven sostienen que fue secuestrada por una red de trata de mujeres con fines de explotación sexual. En un comunicado emitido vía e-mail la semana pasada, lamentaron que el fiscal a cargo del caso, Marcelo Retes, sea “una persona muy predispuesta a investigar todo aquello que pueda desviar la causa de Flor de esta hipótesis. La desaparición de una persona sólo puede ser sostenida en el tiempo cuando existe una organización detrás e instituciones con funcionarios que lo avalan. Florencia está desaparecida y el fiscal que tiene que buscarla no lo hace.” Su hermano, Pedro, quien compartía el departamento con la joven, debió salir a desmentir en lastimosa infinidad de veces que ella no tenía antecedentes de enfermedades psiquiátricas ni una intensa vida nocturna, como advirtió en alguna crónica el matutino de mayor tiraje de la Argentina. Desde entonces, Pedro se siente en el ojo de una tormenta que periódicamente lo obliga a lavar la imagen de su hermana para no ensombrecer su búsqueda. Y sigue esperando que la Justicia se apresure hacia algún lugar que le devuelva la esperanza. “Es desalentador”, manifestó. “No hay elementos para que los investigadores avancen pero tampoco vemos que se haga demasiado en ese sentido. Ya no sabemos cómo pararnos ante todo esto.”

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