Vie 30.03.2007
las12

POLITICA

Minas a cielo abierto

La marcha que recordó y repudió el último golpe militar en Argentina, el sábado pasado, hizo visible la diversidad de los movimientos sociales que cada vez con más fuerza han puesto en la escena política la urgencia por defender el medio ambiente. Como sucede en otros escenarios, las mujeres han hecho suyas estas banderas, proyectándose más allá de las urgencias cotidianas. Aquí, tres historias que se levantan en lugares distantes con mucho en común.

› Por Luciana Peker

Tenemos la obligación de cuidar el medio donde vivirán nuestros hijos y nietos”, resalta Susana Asaf. Y la frase suena a frase sonada. Sin embargo, esa afirmación que entraba, hasta hace poco, muy poco, por los mismos oídos de los que salía empieza a convertirse en sequía o tormentas, en ciudades azoradas por las piedras sobre las cabezas de las casas y los autos, en calor vuelto tempestad y nunca invierno. El termómetro interno, que siente resoplar el viento como si la furia de los árboles fuera algo más que una leyenda de El señor de los anillos, ya alerta que el medio ambiente no es el medio ambiente lejano, tremendista y menor de la percepción general de hace una década.

El conflicto por las papeleras en Gualeguaychú demostró hasta qué punto la ecología es un conflicto político. Por eso, y no por azar o rejunte, varios de los movimientos sociales que encabezan reclamos a favor del medio ambiente se hicieron presentes –más presentes que nunca– en la marcha del 24 de marzo para demostrar la actualidad y la diversidad de reclamos y reivindicaciones ecológicas que hay en la Argentina y que forman parte del reclamo por la memoria y vigencia de los derechos humanos.

Muchos de estos movimientos están encabezados e integrados por mujeres como Susana Asaf, de 54 años –más edad de la que quisiera, según se presenta–, tres hijos, siete nietos y un trabajo menos, también (no necesita decirlo) del que quisiera. Ella es locutora y trabajaba en una radio de Esquel hasta que distintas intimidaciones la dejaron sin voz. Bah, sin voz no, sin micrófono que no es lo mismo. La voz la puso en la marcha local del 23 de marzo para recordar el plebiscito que, en el 2003, le dijo no a la explotación minera de oro y plata en Esquel. Susana vive en el pueblo que a través de una consulta popular –en un país donde las elecciones suelen decir fulano o mengano y, como mucho, mengana– dijo que no a la instalación de una mina. Después de ese plebiscito, la empresa inició una demanda contra los activistas. Pero ellos no bajaron los brazos. Ni el alerta.

Mientras que, en otras zonas del país, como La Rioja, también hay mujeres que se juntan para que la tierra no vuele en pedazos en la explotación de minas a cielo abierto (como ya queda poquito mineral para sacarle jugo a las minas, ahora, hay que despedazarlas enteras para ver qué queda) y se amotinan, caminan, cantan y cortan para seguir siendo ensombrecidas por la sombra de la montaña y no por la depredación de las mineras. Pero no son sólo los picos o explosivos los que pueden generar miedo, también la basura, la contaminación o los cables. En el Delta las mujeres defienden el agua, que debería ser pura, pero no lo es. Y en los esteros del Iberá, en Corrientes, que el agua por donde nadan los yacarés o flotan las aguapé amarillas no esté blindada por cables. Las luchas ambientalistas son distintas y, a veces, distantes, pero no están aisladas.

ESTEROS DEL IBERA: ALTA TENSION

El agua sigue en agua y en agua. Los yacarés se agrupan tan quietos como si no pasara el tiempo o la vida fuera un campo de prueba al aburrimiento. La quietud es un arte que ellos aprueban. Los ciervos se cuelan por sobre la tierra y el lodo y las flores aguapés amarillas crecen donde hay agua. El verde teje un colchón para que la vida flote. Los esteros del Iberá son únicos, famosos, pero desconocidos, son un horizonte de agua y naturaleza viva que los argentinos todavía no revalorizan. Pero que muestra y esconde una reserva de agua dulce que será oro verde, transparente, oro líquido, en tiempos –próximos– de sed planetaria. Y donde viven esos animales únicos, autóctonos y libres como el lobito de río, el aguará guazú, el venado de las pampas, el ciervo de los pantanos, el yacaré negro y el overo y trescientas cincuenta especies diferentes de aves.

Sin embargo, ese paisaje se trata como si fuera una postal a la que no habría que preservar. “La empresa (Limsa) que trae la energía de Yacyretá quiere extender el tendido de electricidad que pasa sobre los esteros porque les resulta barato y directo. En 1995 ya pasaron cables y, a través de un recurso de amparo, sólo pudimos correrlos tres kilómetros. Actualmente hay quince torres, que ya son horribles y perjudican el medio ambiente y, encima, la empresa pretende instalar tres tendidos más, lo cual implicaría que pasen cincuenta torres por los esteros del Iberá, a 150 metros de los anteriores. Hicimos la denuncia al Ente Regulador de Energía Eléctrica (ENRE) pero va todo muy lento, mientras que la compañía ya instaló los obradores para empezar la instalación en abril. Ellos tienen cualquier cantidad de kilómetros disponibles para colocarlas en campo abierto sin molestar a nadie, pero para no invertir ni trabajar de más prefieren contaminar una zona que debería preservarse”, denuncia María Paz Galmarini, nacida en Buenos Aires, pero criada en los esteros del Iberá, en un campo que ella recicló en posada.

“Aguapé”, igual que las flores amarillas, se llama el proyecto de hacer de su casa muchas casas, en el marco de un turismo sustentable del que vive el pueblo y que ella, ahora, defiende, más allá de los límites de su posada. “El lugar por donde van a poner los cables son una zona reservada de cría y reproducción de fauna del lugar, por supuesto, que además, visualmente en vez de avistarse la naturaleza se va a ver un bosque de torres, pero, además, esos cables contaminan el aire porque tienen radiación. Sin contar que el mantenimiento de las torres (que son de base de hormigón) se realiza con brea que cae sobre el agua y, obviamente, perjudica el agua donde viven, entre otros animales, los yacarés”, describe María Paz. Y subraya: “Los esteros son el segundo humedal de Latinoamérica, tienen una importancia ecológica enorme. Los dirigentes no saben nada y las empresas tienden cables sin preservar el futuro. El progreso no tiene por qué destruir una zona vital para el futuro”.

ESQUEL: CUANDO LA DEMOCRACIA ES DEMOCRACIA

Se acaban de cumplir cuatro años desde que un plebiscito le dijo no a las mineras en Esquel. Esa consulta popular marcó un hito en la Argentina –en principio, del verdadero poder del voto popular cuando se eligen propuestas concretas– y, además, de la fuerza de la movilización social para preservar el medio ambiente. El 23 de marzo los vecinos realizaron una marcha para festejar ese cuarto aniversario del rechazo al emprendimiento minero que pretendía ejecutar la empresa canadiense Meridian Gold Inc. para extraer oro y plata. “Meridian todavía tiene la concesión legal del yacimiento, otorgada por el gobierno provincial y sus oficinas habilitadas por el municipio”, se quejan los vecinos que llevaron a la manifestación las boletas del “NO a la mina” que ganaron esa elección. Pero también alertaron: “Hay muchos Esquel a lo largo y ancho del país”.

En esa lucha, el cuerpo de las mujeres (supuestamente afuera del hambre desolador de las minas) está bien adentro, tanto, que el 25 de marzo terminó, en Costa Rica, el Segundo Encuentro de la Red Latinoamericana de Mujeres en Resistencia a la Minería. Chuni Botto es una kinesióloga de 60 años recién jubilada del Hospital Zonal de Esquel y activista del movimiento. “Hace cuatro años y medio éramos unos locos fundamentalistas que rechazábamos el progreso y actualmente, en la Argentina, hay once provincias en lucha contra la minería a cielo abierto (en donde se utiliza cianuro). “Las mineras tienen muchísimo dinero, son multinacionales corporativas, globalizadas y tienen a su favor las leyes mineras promulgadas en los años ’90, a instancias del FMI y del Banco Mundial, que las habilitan para el saqueo y la contaminación. Por eso, nosotros seguimos movilizados. Hay miles de millones de dólares en juego y las mineras pueden esperar hasta que se las habilite. La lucha continuará hasta que se vayan. Ya está comprobado que la minería metalífera no es ambientalmente sustentable, ni económicamente rentable, ni socialmente aceptable.”

En contra del silencio de los medios que creen que en Esquel ya no pasa más nada, la propia compañía minera inició una extraña querella contra los vecinos por difundir en una radio un audio en donde se escuchaban voces de integrantes de la compañía que hablaban sobre sus planes para cooptar la voluntad popular. “La causa contra los vecinos está en el Juzgado Nacional Número 11 y hay seis vecinos querellados por difundir un audio en donde se revelaban los planes de la minera para torcer la voluntad de Esquel. Nosotros consideramos que no hubo delito y que el fin de esta acusación es intimidar a los vecinos a través de la judicialización de la protesta.” ¿Qué pasó en Esquel después del plebiscito? Chuni analiza: “Esquel marcó un jalón en la lucha contra el saqueo y la contaminación, ejerció su derecho a la salud, a tener un ambiente sano y a la libre determinación sobre cómo quería vivir. Se informó, se organizó, decidió en asambleas y desplegó acciones que sin partidismos y en forma horizontal y pluralista dieron origen a un movimiento social que con suma firmeza llevó a que el 81 por ciento de la población local dijera ‘No a la mina’. Se dejó de lado la democracia representativa (que no nos representaba en absoluto) para ejercer una clara democracia participativa”, valora Chuni, una mujer que, cuenta, nunca había participado en ninguna movida, y ahora fluye de ella la palabra participación como si la vida ya no podría ser más sin muchos al ladito, por detrás, y por delante. “En esto se nos va la vida y el futuro de las próximas generaciones”, enmarca Chuni, que se acuerda del día que decidió “la abuela va a luchar”. Y, a partir de ahí, la abuela no contó otro cuento que no fuera con los pies bien puestos en la tierra que pisa.

FAMATINA: SIN AEROPUERTO PARA LAS MINAS

Aunque tiene mucha menos difusión, en La Rioja hay cortes de ruta, igual que contra las pasteras en Entre Ríos, pero, en esa zona, para rechazar la minería sobre la base de cianuro. Hace más de veinte días que la Asamblea La Rioja realiza un corte –anunciado como ininterrumpido– a la altura de Peñas Negras (a 1800 metros de altura) para evitar el acceso al distrito minero La Mejicana a la empresa Barrick Gold. Los vecinos de la Capital, Chilecito, Famatina, Chañarmuyo y Pituil se juntaron bajo el lema “El (cerro) Famatina no se toca” y piden la derogación de las leyes mineras de la época menemista. Carina Díaz Moreno pertenece a los Vecinos de Famatina Autoconvocados en Defensa de la Vida y ella explica: “Como venimos siendo saqueados desde hace siglos, ahora quieren realizar la explotación a cielo abierto que consiste en volar montañas enteras con varias toneladas de explosivos por día (que liberan metales pesados al ambiente), luego moler los cerros y apilar con grandes cantidades de cianuro (entre 180 y 360 toneladas por mes), la solución de cianuro y agua absorbe más de sesenta metales que luego pasan por una canaleta para fundirlos y realizar placas de todos los metales juntos que se los llevarían a Canadá y Estados Unidos. Mientras que la porquería quedaría por siempre en las entrañas de nuestros cerros con agua con grandes cantidades de cianuro de sodio, ácido sulfúrico, arsénico, bromo, cromo, zinc, etc.”.

La descripción ya es alarmante, pero, además, Carina compara: “Este método está prohibido en algunos estados de Estados Unidos, Alemania y Costa Rica por algunas de sus consecuencias, como la desertificación a gran escala, la contaminación de napas de agua superficiales y subterráneas, la contaminación del aire y el suelo, la muerte de la flora y fauna autóctonas de la zona, la destrucción de asentamientos arqueológicos (por ejemplo, el Camino del Inca o altares de alta montaña) y la propensión a enfermedades en seres humanos como leucemia, cáncer, malformaciones en niños, abortos espontáneos y otros”.

Carina no se opone a la lucha de Gualeguaychú, pero sí enmarca que la pelea contra las papeleras no debe ser el único tema en la agenda ambiental argentina. “Toda minera de este tipo contamina infinitas veces más que las pasteras porque se usan cientos de toneladas de explosivos y cianuro de sodio por mes en nuestras fuentes de agua”. Y deja una anécdota: la primera moneda de Argentina fue acuñada con el oro de Famatina, pero eso no hizo rico a los famatinenses. Igual que en Potosí, en Bolivia, donde el oro resplandecía y después de la explotación de las minas sólo quedó el esqueleto de la pobreza, Carina quiere que, ahora, en La Rioja no se repita el recuerdo de una moneda sin valor. Carina pide que quede la tierra, las montañas y el río. Un bien que si no se va, no se olvida.

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