SOCIEDAD
Con respaldo del Conicet, una empresa de cosméticos acaba de presentar la versión local de un premio destinado exclusivamente a fortalecer el trabajo de mujeres que investigan en ciencias tradicionalmente consideradas masculinas. Aquí, un panorama del difícil mundo de las científicas argentinas.
› Por Soledad Vallejos
Desde este año, la Argentina contará con una versión local de lo que empezó hace casi diez años como un gesto simbólico e internacional: reconocer a 5 mujeres de todo el mundo, una por continente, en ceremonias que garantizaran visibilidad y auguraran –con la exposición de premios y premiadas en lugares estratégicos a lo largo del tiempo– un cierto empoderamiento de esas científicas en particular, y de otras en general. De eso se trataba, en 1998, el comienzo de los Premios L’Oreal Unesco “For woman in science”, y desde entonces son 47 las investigadoras destacadas, a las que se suman las beneficiarias del programa de becas internacionales (un monto de dinero para apoyar dos años de trabajo, hasta el momento han participado 105 estudiantes de posgrado). La novedad, aquí y ahora, modifica las dimensiones porque se ajusta a lo local y permite un acercamiento: desde 2007, Argentina contará con un premio nacional, respaldado por el Conicet e impulsado, nuevamente, por L’Oreal, para “reconocer el trabajo de una mujer científica argentina y contribuir con la consecución de su proyecto científico en curso”. Se trata de un incentivo (20 mil dólares), destinado –atención a este dato– a investigadoras de “ciencias de la vida”, tales como medicina, biología, bioquímica, veterinaria, biotecnología y fisiología. Vale decir, el dinero no sólo recaerá en el sector de las ciencias en que las mujeres suelen lograr –efectiva y políticamente– menos poder, al menos en Argentina, sino que, además, reforzará un momento crítico en la carrera científica, dirigido como está a mujeres de hasta 45 años. Y eso a pesar de lo que digan algunas encuestas que, en un instante de distracción, pueden dibujar panoramas completamente errados.
A principios de este año, el Instituto de Estadísticas de Unesco dio la alerta: la única región del mundo en que la paridad entre mujeres y varones de ciencia estaba más o menos cerca de alcanzarse era Latinoamérica, con un 46% de científicas. Aún más: los datos también indicaban que, de toda la región, la Argentina parecía ser el paraíso, con un 51% de mujeres en investigación. Y, sin embargo, las cosas cambian a medida que la mira se acerca y demuestra que, en realidad, si algo está lejos es la paridad. Y la desigualdad, claro, se marca ya en los inicios de la educación superior. En la Argentina, la matrícula universitaria ronda un 60% de mujeres distribuidas de manera no homogénea entre distintas ramas del conocimiento: la mayoría de las estudiantes se encuentra en áreas tradicionalmente feminizadas como las Humanidades (las facultades con mayor presencia femenina son Psicología, Filosofía y Letras, Farmacia y Bioquímica, y Odontología, en ese orden), mientras que los varones tienen una presencia mayor y marcada en áreas que tradicionalmente se consideran masculinas, es decir, las de ciencias duras (las facultades de Ingeniería, Agronomía, Ciencias Económicas y Ciencias Veterinarias son las más elegidas). María Elina Estébanez demostró en el estudio La participación de la mujer en el sistema de Ciencia y Tecnología en Argentina que esto, como era de esperar, tiene consecuencias en el resto de la carrera académica. Y es que a medida que la especialización se incrementa, la presencia de mujeres se reduce, aun cuando el número de becarias sí se incremente: mientras que la mitad de los programas de becas tiene por destinatarias a mujeres, sólo unas pocas llegan al escalafón de “investigador superior” (la máxima categoría posible en el Conicet, donde sólo el 10% son mujeres), y algo más del doble en el caso de la categoría anterior (alrededor del 25% de la plantilla de “investigadores independientes” son mujeres). En el plantel de investigadores del Conicet, las mujeres rondan el 40%, y sin embargo sólo son el 12% en la Junta de Calificación y Promoción, y lo mismo sucede en las Comisiones Asesoras.
Los institutos de investigación, por otra parte, están en su gran mayoría a cargo de varones, con excepción... de los vinculados a Filosofía y Letras.
En el mismo estudio, Estébanez realizó encuestas voluntarias con 290 investigadoras e investigadores, y las sorpresas no tardaron en aparecer. Mujeres y hombres por igual reconocían tener modelos masculinos de científicos, algo que también se reflejaba en la elección de tutores de investigación. Sin embargo, las mujeres sí reconocían toparse con obstáculos relacionados con desigualdades de género: el matrimonio y los hijos, dijeron ellas, inciden en el desarrollo de la carrera científica, y eso se agrava llegado el momento académico de cumplir con doctorados, experiencias posdoctorales y viajes a encuentros internacionales. ¿Por qué? Porque coincide con la edad fértil femenina.
El respaldo que ahora el Conicet (donde actualmente se registran 5200 investigadores y 5700 becarios) brinda al empoderamiento de sus científicas a partir del estímulo privado, por lo demás, curiosamente recae en un momento particular de su historia. Desde que fuera creado, el actual es el único directorio que cuenta con una mujer entre sus miembros: Noemí Girbal, doctora en Historia, especializada en historia político-económica argentina del siglo XX e investigadora superior, quien en 2005 ganó su segundo mandato por el voto de sus pares (que, en realidad, sostiene candidaturas entre las cuales luego selecciona el Poder Ejecutivo Nacional). Los restantes siete cargos del directorio (incluyendo las vicepresidencias en asuntos tecnológicos y científicos) son ejercidos por varones, al igual que la presidencia.
Un premio anual, es claro, por sí solo no alcanza para cambiar el paisaje. Pero tal vez, sólo tal vez, que venga de la mano de una empresa internacional acostumbrada al alto perfil de sus acciones (y en la que el 55% del personal de sus centros de investigación son mujeres) y el entusiasmo con que las mujeres de ciencia llenaron el aire durante la presentación, sean buenos comienzos.
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