ARTE
Plenamente convencida de que a través del arte podía expresar sus inquietudes de signo feminista, Vera Grión obtuvo una beca del Fondo Nacional de las Artes para realizar una impactante video-instalación referida al aborto que tituló de manera contundente: No matarás ¿a quién?
› Por Moira Soto
Proyecto para la realización de una video-instalación:
1. Tomar una secuencia fotográfica en la orilla del mar utilizando como disparador una foto de la etapa final de una intervención de la artista cubana Ana Mendieta, hecha en México, 1976.
Investigar métodos abortistas caseros para intervenir digitalmente las imágenes fotográficas.
2. Hacer un video a partir de las imágenes resultantes, que formará parte de la instalación.
3. Realizar la video-instalación: el público ingresará a una sala en penumbras, la única iluminación emanará de la proyección que se hará sobre un sommier blanco con forma de cruz latina. Ambas imágenes, la cama en cruz y el lecho del mar se sustentan y refuerzan. El mar y la cruz latina simbolizan la fuente de la vida y su final. La cama es el lugar donde se nace y donde se muere.
He aquí la síntesis de la propuesta que en 2005 la artista Vera Grión presentó en el Fondo Nacional de las Artes, ante un jurado integrado por Clara Zappettini y María Julia Bertotto, con el fin de obtener una beca para poder realizarla. Convencidas del interés del proyecto, que sumaba creatividad artística y audacia de contenidos, Zappettini y Bertotto le dieron el visto bueno en un gesto que enaltece a la entidad que representan. A continuación, Grión se abocó a la realización de esta obra que se titula No matarás ¿a quién? y que, entre otras exhibiciones, estuvo en la III Bienal Interamericana de Videoarte, en Washington 2006, donde mereció una Mención de Honor. También se expuso hasta ayer en una muestra colectiva en el Foro de Estudios Culturales Argentinos y muy probablemente acompañe conferencias sobre el aborto en el Instituto Gino Germani.
Aunque no fueron utilizadas finalmente para la video-instalación, Vera Grión tomó –antes de hacer el video– una serie de fotografías de terrible belleza, donde el tema dominante son las agujas de tejer clavadas en la playa, entre la espumita de las olas, enredadas en la vegetación, rasgando la arena... Agujas de distinto formato, de largas sombras blancas, y luego ese cuenco natural de agua de mar que en algún momento enrojece. Sin embargo, a la hora de darle forma al video, Grión prefirió la sugestión de la metáfora, esa marea que sube cada vez más. Acaso por el hecho de proyectar esas imágenes hipnóticas, donde sí aparece el agua roja entre texturas orgánicas, hasta que la marea la cubre con ese sonido arrullador, cada vez más alta y más oscura. Y ya sobre el negro absoluto se lee: “Homenaje a las mujeres muertas en abortos clandestinos”.
Licenciada en Artes Visuales, Profesora Nacional de Bellas Artes, Vera Grión –aunque había leído tempranamente a Simone de Beauvoir y a Virginia Wolf– no estaba para nada segura de que el arte pudiera transmitir un enfoque feminista, hasta que empezó a hacer una tesis precisamente sobre la neutralidad del arte: “Vi mucha obra de mujeres, leí mucho sobre arte femenino, sobre arte feminista. Y fue a partir de ese trabajo que empecé a diseñar una serie de camas en forma de cruz, a fines de 2001”.
Cuando expusiste muñecas y poemas en el Paseo La Plaza, unos meses antes, ¿no tenías definido ese punto de vista?
–No te puedo decir que tuviera una conciencia de género asumida conscientemente, aunque sí intuiciones. En verdad, comencé a trabajar con la temática de género sin proponérmelo en concreto. Incluso después de esa muestra, me hice algunos cuestionamientos sobre si era válido hacer un arte relacionado con lo femenino: lo cierto es que la tesis surgió de estos planteamientos. Varias cosas confluyeron para que después de la muestra de La Plaza advirtiera que estaba tomando espontáneamente una postura más comprometida.
¿Cuáles fueron las conclusiones de esa tesis?
–Creo que acá uno de los escollos respecto de la incorporación de temas de género al arte tuvo que ver con el Proceso: nos saltamos etapas, justo cuando se dio toda la ebullición del arte feminista en los Estados Unidos, que después se propagó a buena parte del mundo. Quizá todo habría sido diferente si hubiésemos estado en democracia, porque además se podría haber entendido mejor qué es el feminismo, cosa que todavía en este país no se termina de conocer y digerir, yo creo que porque se suman machismo e ignorancia. Hubo artistas de afuera muy valientes, jugadas, con trabajos valiosos sobre el cuerpo, la identidad, la sexualidad que acá no se conocieron, no tuvieron eco. Por otra parte, en nuestro país sigue habiendo mucha pacatería para algunos temas, mientras las mujeres son exhibidas como objetos en la televisión. A mí me cambió mucho la cabeza estudiar, reflexionar, profundizar para hacer esa tesis. Pero la verdad es que yo me he sorprendido a mí misma en otro tiempo diciendo “no soy feminista, soy femenina”, aunque ahora cuando le oigo esa frase a una mujer no puedo dejar de pensar “pero qué pelotuda”. Y ahí me tengo que acordar de que yo también lo fui, que por no aclarar mis ideas, como le pasa a tanta gente, emití opiniones erradas. También incide en estas actitudes una especie de autodefensa, porque cuando decís que sos feminista, en algunos círculos prejuiciosos te miran torcido, a muchos hombres no les cae bien. Además, hay mucha misoginia en los medios, está muy naturalizada. Y yo, después de preparar esa tesis, quedé muy sensibilizada: no puedo pasar por alto sin indignarme un acto de misoginia. En otra época yo sentía que algunas actitudes masculinas, algunos chistes en la vida y en la tele me molestaban, pero todavía no podía conceptualizar la razón. Hubo un libro que me ayudó mucho a entenderlo: La dominación masculina, de Pierre Bourdieu.
Ese camino que te llevó a asumir el feminismo e incorporarlo a tu obra, ¿lo recorriste a solas?
–No totalmente, aunque las lecturas que empecé en la adolescencia dejaron un sedimento. Pero, por ejemplo, hice un seminario para realizar proyectos de tesis con Alicia Romero y Marcelo Jiménez: ellos me acompañaron, me recomendaron libros y otros me los fui buscando. En la parte artística tuve como directora a Carolina Antoniadis, y la tesis la di en 2003.
En ese momento, ¿seguías avanzando con el tema de las camas?
–Sí, para la tesis presenté una instalación que era una cama en forma de cruz griega sobre la que se proyectaba la frase “serás lo que debas ser...”, que aludía al mandato de neutralidad. Empecé esa tesis considerando que la neutralidad era posible, aceptable, pero sobre la marcha me di cuenta de que era un mandato más que recaía sobre la mujer. Después seguí con la cruz latina (el eje vertical más largo que el horizontal). Como también venía trabajando con el mar, apareció la idea de relacionarlo con la cama. Recordé una imagen que había visto hacía mucho de una intervención que hizo Ana Mendieta, pensé que esa imagen era la que tenía que proyectar sobre la cama. Así fue que surgió la idea de hacer el video, intervenir el mar con los objetos usados para hacer abortos caseros.
¿Cómo aparece el tema del aborto en tu vida?
–Hubo un libro de Pearl Buck que leí estando en cuarto, quinto grado, que tenía una descripción de un aborto y que me marcó mucho. Cuando comencé el proyecto busqué ese texto creyendo que era todo un capítulo y me sorprendí al comprobar que la descripción –una mujer que tomaba una infusión para abortar– abarcaba media carilla. Por otro lado, yo trabajo como profesora de arte en escuelas del Gran Buenos Aires desde hace 10 años, estoy en Tigre, en Tronco del Talar, ahora también en Boulogne. Y tengo alumnas muy jovencitas embarazadas cuando aún no están preparadas biológicamente, una situación de alto riesgo. Al mismo tiempo que preparaba la tesis, me fui dando cuenta de que acá en el arte referido a la mujer prácticamente no había mención del aborto, muy poco para el peso, la importancia del tema.
En 1999, Ana Gallardo presentó una instalación alusiva en Juana de Arco.
–También Jennie Brodie creo que hizo algo con agujas de tejer, vi reproducciones que me gustaron mucho. Cuando investigué, lo que más me impactó en general fue la invisibilización de la mujer a lo largo de la historia, la forma en que se borró su actuación en distintas áreas, también en el arte por supuesto.
Elegir la figura de la cruz para la cama es una decisión bastante osada en un país donde la Iglesia oficial tiene tanto poder, ¿pensaste que quizá te metías en un brete?
–No exactamente: antes de las camas ya había hecho muñecas con los brazos en cruz, también una Juana de Arco. Me parece que está bueno usar los mismos símbolos de la religión, porque de algún modo la gente de la iglesia está siendo cómplice de la crucifixión de estas mujeres. Pienso en Barbara Kruger, en Jenny Holtzer, quienes para criticar los medios usan sus recursos en otra dirección. Le doy otro sentido a la cruz para hablar de las pobres sacrificadas porque no se pueden pagar un aborto bien hecho. Creo que vale la pena tratar de hacer un aporte para construir otra realidad. La verdad es que el único miedo que tuve fue de no estar a la altura de lo que quería hacer. No quería tratar el tema de una forma obvia, ése era el riesgo. Me preguntaba qué me pasaría al ver la obra si yo fuese la mamá de una nena muerta en un aborto clandestino. Siempre tuve claro que tenía que tratar el tema con mucho respeto porque estaba hablando por las que no tienen voz, por sus hijas, por sus madres. Traté de ser muy rigurosa y decidí no poner en el video objetos que hicieran referencia directa al aborto, que estaban en el trabajo fotográfico previo, para no caer en algo explícito. Me ayudó haber hecho previamente esta toma de posición bien convencida, sostenida sólo por mí, porque no tengo ninguna organización, ningún movimiento que me respalde. Pero ya estaba jugada, fue muy visceral la forma en que salió el trabajo, sin vuelta atrás. Para mí, era imperioso encontrar la forma de realizarlo. Y bueno, ojalá que sirva, no para ofender a nadie sino para contribuir a una toma de conciencia, a abrir cabezas.
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