MUSICA
Cuentos de hadas, melodías que parecen mágicas y una leyenda personal que incluye tres días de meditación silenciosa son los datos que preceden a la arpista y cantante Joanna Newsom, una joven de 25 que entona odas a lo fundamental: la tierra y el agua. Con sus modelos vintage y su pequeña pero efectiva colección de canciones, la artista norteamericana se presenta hoy en el ciclo Compass, en Niceto Club.
› Por Guadalupe Treibel
Hay lunas y habas, bosques, animales y nieve. Hay estrellas, campanas y un sentido general que se escapa aunque, de a ratos, pueda sentirse. Una voz de fantasía y un arpa que acompaña el relato natural, místico, barroco... Eso es Joanna Newsom. Ella le canta a un todo indescriptible (e indestructible) y no intenta explicar sus canciones. Habla de historias “profundamente autobiográficas”, pero no fija un sentido y abre un mundo de interpretaciones varias. “Reacciones personales a la vida”: así ha definido, en más de una oportunidad, su música.
Cuenta la leyenda personal que cuando estaba terminando el secundario, Newsom fue al bosque. Eligió un pequeño rincón frente al río, armó un círculo de piedras y se sentó en él durante tres días, escuchando el agua. El agua que marca muchos de sus relatos y signa el título de su segundo y último disco. Porque Ys (uno de los larga duración más elogiados del 2006, que aquí no se ha editado) no es sólo un conjunto de cinco canciones larguísimas (cada tema promedia los 10 minutos); también es una ciudad sumergida, una leyenda bretona que habla del lugar más hermoso que las personas nunca podrán ver. Por suerte, el Ys Newsom –”el mejor disco alucinatorio y orquestal de toda la historia”, según la revista Mojo– sí puede oírse. No está hundido ni es leyenda... al menos, no aún.
De formación clásica, la chica de 25 años compone, canta y toca el arpa, multiplicando sus manos, mientras los mil acordes se transpolan en la atemporalidad de sus canciones y su voz prepara el trance. Algunos hablan de “nuevo folk estadounidense”, pero ella prefiere escaparle a todo lo que categorice y encierre.
De niña tocaba el piano, pero (¡extraña elección!) rotó al majestuoso instrumento de cuerdas a los siete años. En aquel entonces, y durante Navidad, usaba su pequeña arpa para la banda familiar (hermana chelista, hermano baterista, papá al mando de la guitarra y mamá al piano). Eso en Navidad nomás, porque el resto del año cada uno iba con su estilo y en su espacio, sin sesiones de jam ni improvisaciones en conjunto.
Joanna es de la tierra y de su hogar. “Soy vaga, no tengo muchas ambiciones. Quiero una pequeña familia y escribir la mejor música que pueda. Y continuar haciéndolo indefinidamente”, así se refirió a sí misma en un medio británico. A fuerza de talento y suerte, lleva dos discos editados. Nada mal para una chica que solía tocar en bodas y clubes, vender ropa en un local, estudiar música y escritura creativa en el Mills College, de Oakland, y grabar sus canciones en una casetera. Con una PC casera hizo sus dos primeros EP, Walnut Whale y Yarn and Glue, y comenzó a distribuirlos entre amigos, venderlos mano a mano. Uno llegó al músico Will Oldham y, así nomás, se disparó su carrera. Un e-mail, una recomendación y ¡a la discográfica Drag City! “Fue simple y ridículo”, aseguró Newsom en alguna oportunidad.
Con su disco debut, The milk-eye mender (que tampoco ha sido editado en Argentina), sus doce canciones cosecharon buenos augurios, pero con Ys ¡todo voló por los aires! Con arreglos de cuerda de Van Dyke Parks (que componía junto a Brian Wilson, de los Beach Boys), el álbum significó aplausos de la crítica, más ventas, recitales, tours y el reconocimiento de artistas como Björk y Andy Cabic (cantante de Vetiver), entre otros. De los cinco largos tracks, uno se destaca particularmente: Cosmia. En él, la voz aniñada y especial de Newsom no asoma, se entrega de lleno y, en el trayecto, recorre estados de ánimo y maravillas naturales. Y aunque la letra sea críptica, imposible, el tema trasciende cualquier historia particular.
Nacida en la ciudad de Nevada, el escenario natural es muy importante para la chica vintage de ojos claros y pelo castaño, que juega con ropas de todos los tiempos. Su nueva casa está en un pueblito al pie de la montaña, cerca de un río, quizás el mismo que, años atrás, la atrajo durante tres días. Allí pasa muchas tardes: “Huele tan bien y tiene estas rocas increíbles. Simplemente me apoyo en ellas, absorbo el sol y nado en estas aguas perfectas”.
Hoy, los cuentos de hadas se hacen canción gracias al ciclo Compass (que todos los viernes ofrece shows en vivo y música deluxe en Niceto Club). Un buen marco para que Joanna tome el arpa por las astas y dispare notas y maravillas con sus miles de manos y su voz toda, mientras canta su Ys y muestra cómo es la ciudad hundida.
Hoy, viernes 5 de octubre, 21 hs, Niceto Club.
(Versión para móviles / versión de escritorio)
© 2000-2022 www.pagina12.com.ar | República Argentina
Versión para móviles / versión de escritorio | RSS
Política de privacidad | Todos los Derechos Reservados
Sitio desarrollado con software libre GNU/Linux