RESCATES
Controvertida e innovadora, Billie Holiday inundó el jazz con más personalidad que técnica y redefinió –entre los años ’30 y ’50– la forma de interpretar canciones. De la prostitución y el abandono a las drogas y la música, ahorase
editan los temas de la vocalista en formato electrónico, con un disco tributo de reversiones.
› Por Guadalupe Treibel
Dicen que tomó su nombre de una actriz llamada Billie Dove, que las compañías discográficas la engañaban, que a los tumbos se forjó un carácter imposible, que salió con el realizador Orson Welles mientras él filmaba El ciudadano y vio el film nueve veces antes de que se lanzara a los cines. Sin estudios formales, sus interpretaciones, personales e intuitivas, se metamorfoseaban con los días. “No puedo soportar cantar una canción de la misma manera dos noches seguidas. Si puedes, entonces no es música.” Así, rotunda y categórica, era Billie Holiday, con su pelo recogido, impecable, y las gardenias como sello de fuego en pleno peinado. Los labios grandes, pintados de rojo, y unas cejas simétricamente perfectas, sobre los ojos nostálgicos.
En época de “canarios”, de artistas intercambiables, ni un alma dejaba de escucharla en bares o grandes teatros. “Yo no pienso que estoy cantando. Siento que estoy tocando el saxo o una trompeta y trato de improvisar como Lester Young, como Louis Amstrong o como cualquier otro músico que admire –explicaba–. El resultado es lo que siento.” ¡Batacazo final! Porque lo que sentía eran versiones únicas que recorrían (y aún recorren) el jazz, el swing, el blues.
Como leyenda de la música negra se convirtió en imagen postal de estampillas estadounidenses en la década del ‘90 (más de tres décadas después de su muerte). Como carne y hueso —y bajo el nombre de Eleanora Fagan Gough—, atravesó toda tristeza imaginable. Hija de padres adolescentes (ella, apenas 13 años; él, 15), nació en 1915 y su escalera a la fama estuvo signada por etapas de depresión, abusos, abandono, drogas, alcohol y otros (muchos) reveses.
Su padre, Clarence Holiday, tocaba la guitarra y el banjo y la abandonó de pequeña. Entonces ¡a ayudar en casa! En sus propias palabras: “Nunca tuve oportunidad de jugar con muñecas. Comencé a trabajar cuando apenas tenía seis años”. Y, como si la pobreza fuera poco... “Ni una puta que lo hiciera veinticinco mil veces al día quisiera que la violaran. Es lo peor que le puede pasar a una mujer y a mí me pasó cuando tenía diez años.” Así lo relata en su autobiografía Lady sings the blues. Luego del episodio, al reformatorio católico por decisión materna. Salió a los dos años y, al tiempo, se mudó a Nueva York con mamá Sadie. Primero llevaba unos billetes gracias a sus trabajos de limpieza. Como no alcanzaba, comenzó a prostituirse para conseguir algún dinero extra.
¿Podía pasar algo más? Oh, sí, las adicciones y varios matrimonios poco felices. De beber intensamente y fumar marihuana pasó al opio; luego, cosas más pesadas. Así, en la década del ’40, “Lady Day” (como la llamaban) fue condenada a ocho meses en prisión por posesión de heroína.
Con una prolífica carrera, Holiday sumó numerosísimas presentaciones en bares, cafés y teatros desde el ‘33 (cuando se inicia oficialmente en la música), además de grabar decenas y decenas de temas, participar de orquestas e inmortalizar canciones como “God bless the child” o “Strange Fruit”. Tampoco es menor que, a pesar del racismo de aquel entonces, se convirtiera en una de las primeras mujeres afroamericanas en cantar junto a un grupo blanco.
Inquieta, su carrera no sólo fue musical. Billie tuvo papeles menores en films como New Orleans, donde personificó a una mucama llamada Endie. Irónicamente su propia historia llegó al cine en la piel de otra cantante, Diana Ross. El film, basado en su autobiografía, llevó el mismo nombre —Lady sings the blues— y fue nominado a cinco premios Oscar.
Murió joven, a los 44 años, por problemas en el hígado y el corazón. Estaba consumida y no tenía un centavo. En el mismísimo cuarto de hospital en Nueva York, fue arrestada nuevamente por posesión. Dicen que la policía le plantó la heroína, que estaba atada a la cama, que intentaron esposarla mientras agonizaba. Claro, eso no es todo lo que dicen... También hablan de que su forma de cantar cambió la música pop que vendría y que sus interpretaciones mostraron cómo dejar una impronta personal con la voz. Para ella, “cantar canciones como ‘The man I love’ o ‘Porgy’ no es más trabajo que sentarme a comer pato asado. Y yo amo el pato asado”. De esa manera vivió sus canciones.
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