Vie 11.01.2008
las12

NOTA DE TAPA

Sexo, obsesiones y bidet

El teatro de verano en Buenos Aires recibirá una buena sacudida con el estreno de Mujeres en el baño, de Mariela Asensio, primera obra de una trilogía descarada y –al fin– francamente feminista. Todo lo que las mujeres hacemos en el baño –y lo que quisiéramos, y lo que no nos dan más opción que hacer–, en el cuerpo y las voces de seis actrices que se zarpan sobre el escenario para indagar más allá de las máscaras estéticas que suelen usarse para hablar de “lo femenino”. La puerta, esta vez, está abierta.

› Por Moira Soto

Sin duda es la primera vez que en la escena teatral local se ve una mancha de menstruación fresca sobre el piso. Shockeante de verdad. Casi tanto como las instrucciones precisas para masturbarse que recitan dos mujeres como una lección mientras que dos pares de piernas en el fondo ejecutan las acciones indicadas. La obra Mujeres en el baño, de Mariela Asensio, que se estrena mañana, suerte de comedia musical con leyes propias, elige ese espacio íntimo para hablar de cosmética, fisiología, erotismo, amistad, amor, pasión, obsesión, opresiones de género...

Actriz, dramaturga (Ultimas cosas, Inacabado, Retazos, la muy exitosa Hotel melancólico), docente, productora ejecutiva, puestista, reiteradamente premiada y becada aquí y en el exterior, la joven Mariela Asensio, antes de empezar a hablar de su nueva obra, quiere dejar bien claro que “a pesar de los pronósticos agoreros basados en mitos misóginos, todas las mujeres que trabajamos juntas durante muchos meses, las actrices, la asistente artística Nadia Crosa, nos llevamos bárbaro”.

Mujeres en el baño está protagonizada por Carolina Tejada, Josefina Lamarre, Cecilia Rainero, Leticia Torres, Raquel Ameri y Eugenia Iturbe; la música original es de Mauro García Barbe y la coreografía de Luciana Acuña; Matías Sendón hizo el diseño de luces, Vessna Bebek creó el vestuario y Ariel Vaccaro la escenografía, mientras que la producción general estuvo a cargo de Héctor Bordón. Una feliz conjugación de talentos que Asensio supo conducir e incentivar con resultados admirables.

“Desde el vamos tenía a Leticia Torres, la mujer perro de Hotel...”, dice la dramaturga y directora. “Hice un casting de 250 actrices y fue buenísimo, me dio la posibilidad de elegir minas muy distintas. Básicamente me guié por algo bastante intuitivo, dejándome atrapar por lo que cada una proponía. Primero les pedía cosas muy concretas, porque en esta obra se canta, se baila, se actúa. Después, cuando las vi manejarse a ellas, aunque algunas no cantaban o no bailaban, las elegí igual porque me parecían magnéticas, creativas, personales. Busqué la diversidad, que cada una tuviese algo único, propio. Son todas diferentes en su forma de ser, de interpretar. Claro que hubo que hacer todo un trabajo para unificar el código de actuación, porque cada una venía de un lugar distinto: unas componían mucho, otras eran más de la performance. Me importaba ver lo que ellas eran, más que lo querían mostrar de su oficio.”

Fotos: Constanza Niscovolos

Cuando empezaste los ensayos, ¿esta obra estaba totalmente acabada?

–Sí, y de mis piezas, ésta es la que más tiempo me llevó en su escritura, la única que no modifiqué. Tardé como un año, me interesaba que la escritura tuviera un valor más allá de la puesta, porque antes, siempre he tenido la sensación de que en realidad escribía para dirigir. Y cuando empecé a ensayar, comprobé que el texto era contundente de por sí. Ni saqué ni cambié nada, la puesta sí fue creciendo, trascendiendo el texto.

Cuando escribías, ¿ya tenías en la cabeza esta forma de comedia musical sui generis?

–Sí y no. Sabía que iba a fluctuar entre momentos de realidad y otros más ficcionales, por momentos surreales, pero no imaginaba que iba a ser tan musical, con las canciones en vivo, con las actrices tocando instrumentos... Pensaba que iba a ser más chiquita, pero lo cierto es que cuando me encontré con estas actrices que eran como una bomba, que una tocaba el charango, la otra el piano, quise aprovechar todo. Así como soy capaz de trabajar en la carencia, también me gusta usar todo lo que hay. Ellas traían un montón de cosas, que supe que no me quería perder. De modo que la obra se fue enriqueciendo con lo que cada una tenía de forma inherente, y todo salió tan bien que creo que aunque no hubiera nada en el escenario, solo las actrices, la obra funcionaría igual. Cuando hicimos el work in progress en el Rojas, las chicas dentro de una cancha de pelota paleta, estaba bien, podía ser totalmente. Aunque por supuesto que me encanta todo el mundo que se creó alrededor.

¿Estás de acuerdo en que hay una generación de numerosas actrices jóvenes de un nivel muy alto a menudo, en ocasiones por encima de las obras que interpretan?

–Sí, claro. En esa audición vi actrices realmente increíbles, magníficas. Es que el off está lleno de buenos actores. Y las mujeres, lo digo siempre, son más mandadas que los varones, lo noto también al dar clase. Las actrices se juegan más, no son tan pensantes en el momento de exponerse. Y sí, ellas son mayoría: cuando hice el casting de Hotel melancólico, buscaba tres chicos y tres chicas y a ellos no los encontré de entrada.

Antes de empezar a escribir, ¿tenías un bosquejo, una temática, una abstracción?

–En realidad, cuando empecé con Hotel..., la idea original tenía que ver con Mujeres en el baño. Algo me pasó y fui derivando en otra cosa, pero Mujeres... siguió gestándose paralelamente en mi cabeza. Y en un momento dije: bueno, basta, la voy a hacer. Sí quiero hablar de estas cosas, pues hablaré. Si en Hotel... tenía nítida la idea de mujer perro, aquí estaba el estereotipo de la mujer que tanto me irrita. Me senté a escribir sistemáticamente, a ver qué carajo me salía de la mente, me tomé un montón de tiempo. Como te dije, quería que el texto tuviera una identidad independientemente de la puesta.

¿En un momento no te bastó con una sola obra y pensaste en una trilogía?

–Sí, efectivamente, me embalé porque no me alcanzaba con una, tenía más cosas para decir. Así fue que decidí hacer Mujeres en 3D, tres obras para desarrollar algo. Fue una mezcla de intuición y de cálculo, de algo que me brotó espontáneamente, pero sabiendo muy bien de qué quería hablar: en Mujeres en el baño, me interesaban los temas de la belleza y el sexo. Creo que hoy la idea de belleza es absolutamente sanguinaria, inhumana, me abruma, me angustia. Quería mostrar a mujeres reales, cada una con su mambo, su obsesión. Hay por ejemplo una que tiene un discurso con respecto a la alimentación, otra a la salud, una tercera perdió algo y lo quiere recuperar... Como diferentes aspectos de cosas que de algún modo me han pasado a mí, o que están relacionadas con lo que me importa, y desplegarlos en un espacio de intimidad que tuviera que ver con la fantasía, el sexo, el deseo, los géneros... Crudamente, sin filtros. Como también me interesaba hablar del trabajo y la familia, se me ocurrió hacer Mujeres en el aire, que es la que sigue. Y como me preocupa la explotación sexual, pensé Mujeres en ningún lugar, la última parte. Me pareció apropiado encarar toda esta temática en una trilogía. Si de algo estoy contenta de Mujeres en el baño es de que pude hablar de lo que quería sin pudor, no me guardé nada. Y por suerte las actrices que interpretan esta obra se despojaron de todo pudor. Claro que hubo momentos raros, por ejemplo cuando vino mi mamá a un ensayo. Pero nunca me desveló la posibilidad de que esta pieza fuera rechazada.

En el plano de la conjetura, ¿especulaste acerca de si Mujeres en el baño iba a ser entendida por la crítica teatral hecha por hombres?

–Para nada. Es difícil imaginar hasta qué punto puede ser comprendida. Creo que hay un lugar superficial que se puede captar en un primer grado de lectura, pero también se puede ir más allá. Depende del nivel de negación, de sinceridad, de capacidad de hacerse cargo que tenga cada persona. Si los espectadores se quedan en la cosa epidérmica, divertida de estas chicas un poco locas que por momentos se les ve el culo, quizás la obra les parezca desopilante y punto. Ahora si se quieren hacer cargo un poco más, hay un lugar de identificación que es inevitable. Son seis mujeres que, por ejemplo, están hablando de que están anuladas y no pueden tener un orgasmo, o de sus relaciones con otras mujeres... Cosas que tienen que ver con nuestras vidas. Lo que te puedo decir es que hay un punto donde yo me siento segura.

¿Esto último tiene que ver con que sos una mina joven asumida como feminista, lo cual te da una visión del mundo, te apasiona, te aporta ciertas metas?

–Mirá, sí, hay algo que coincide plenamente conmigo en lo personal y que me da esa especie de seguridad. Como una fe, un acto de fe. Siendo muy joven empecé a tener ideas feministas, me encontré con que la mala prensa local no decía la verdad sobre este movimiento. Me puse a leer mucho y la verdad es que cada vez me convencí más. Me asumí como feminista sin vueltas: puede decirlo en voz alta, proclamarlo. Y así como un día dije: no me voy a hacer más la señal de la cruz cuando pase delante de una iglesia porque no creo en Dios y tuve que hacer un trabajo porque era un reflejo incorporado desde muy chica, del mismo modo decidí anunciar que era feminista porque lo siento profundamente. A mí me parece que acá hay mucha ignorancia y negación, que una manera distraída que a veces tienen las mismas mujeres es hacer como que no saben de qué va el feminismo, o desvirtuarlo. A veces veo esta actitud incluso en gente que me parece piola y me parece inexplicable.

Hablando con ellas

Reunidas alrededor de la mesa, café y masitas de por medio, las actrices protagonistas de Mujeres en el baño dicen lo suyo acerca de esta obra y de los roles que interpretan. Mariela Asensio intercala algunos sabrosos bocadillos.

Eugenia Iturbe: “Es difícil hablar de un personaje porque ni bien empezamos a trabajar, Mariela nos dijo que no pensáramos el rol desde un lugar de construcción psicologista, sino más que imagináramos que éramos como las seis voces de la misma mujer, en diferentes momentos. Mi personaje tiene un rasgo bastante característico que lo atraviesa, que es el desamor. Es la que sufre, la que llora, la que hace catarsis, la que reclama. En la primera lectura, el texto no me gustó, fue raro lo que me sucedió y se lo comenté a Mariela. Me quedé en lo superficial, lo doméstico: me depilo, no me depilo. Quizás hubo algo de prejuicio de mi parte. Un poco lo que decía Mariela que puede pasar con algunos espectadores. También creo que la pieza se completa muchísimo con la puesta, que la poética se fue construyendo bastante a partir de los nexos entre escena y escena, ahí empezó a revelarse una cosa sumamente potente. También fue interesante encontrar una continuidad en mi personaje en una obra que propone la fragmentación como poética. Un desafío interesante encontrar cuál era el camino para ir de una cosa a la otra.”

Josefina Lamarre: “A mí me pasó algo parecido a lo de Eugenia al leer el texto por primera vez. Después entendí por qué: un poco por cagazo y otro poco porque en la obra hay realmente un montón de cosas que son del orden de lo cotidiano, que parecían obvias. Pero resulta que detrás de las obviedades suele haber mundos muy complejos. Porque una se atropella en la cotidianidad y puede no advertir lo que hay debajo, una cosa simbólica muy fuerte. Me encantó ver cómo en el momento de la puesta, eso empezó a emerger, a encarnarse. Como los estereotipos femeninos están enunciados, mostrados al principio, tuve temor de que la obra se quedara en eso. Y por supuesto que no, hay toda una mirada muy sarcástica. Con respecto al personaje, Mariela trabajó mucho la idea de que dijéramos los textos con energía, que se fueran cargando con lo que el mismo texto nos iba dando. Entonces, ahora me está pasando que siento que no estoy haciendo ningún personaje. Soy yo quien va de la arenga al lamento y la denuncia. Aprovecho para sacar mucha mierda que tengo adentro con respecto a lugares que a mí misma me ha tocado encarnar. Porque siempre, por una cuestión de physique du rol, me meten en la vedette, me hincha mucho eso porque siento que tengo otros mundos para compartir. Así como Mariela tuvo que lidiar con no hacerse la señal de la cruz, yo tengo que pelear contra ese prejuicio de que soy ese personajito vedetito. Así que aprovecho mucho para drenar, para denunciar. También hay una cosa de esta mina con la que me identifico: ella dice vamos a la lucha, pueden cambiar y se queda sola, la abandonan. Eso me ha pasado siendo presidenta del centro de estudiantes por ejemplo. Algo provoca esta obra porque algunos novios de nosotras han dicho que van a poner una pieza sobre lo que pasa cuando los hombres se quedan solos porque las mujeres se van al teatro a trabajar. Con mi pareja, en la convivencia diaria, se ven mucho las marcas sociales, de educación. A veces parece que son mambos de una, porque es muy fácil tildarnos de neuróticas, histéricas a las minas. Es una cuestión cultural, los roles están tan asignados que hay que pelearla todos los días en lo más pequeño para lograr una auténtica igualdad.”

Carolina Tejeda: “Debo decir que a mí me sucedió algo distinto al leer la obra: vi algo hondo, aunque no supe definirlo bien. Pero estaba segura de que en ese texto había mucho más que eso que parecía a primera vista, que me divertía. Luego fue muy fuerte para mí venir de trabajar tanto tiempo sola en Harina y reunirme con semejantes mujeres: me potenció mucho ese encuentro. Yo, que me defino como actriz que construye personajes, tuve un camino arduo porque la consigna de Mariela iba en otra dirección. Fue largo el trayecto de no dar pie con bola, de decir: no, por acá no, por allá, tampoco... Hasta que empezó a surgir un entendimiento de códigos de trabajo, fue todo un proceso trabajar con gente que no conocía de cerca, cosa que también tuvo su costado buenísimo. Bueno, resulta que un día hubo un par de ensayos donde hubo algo que cayó, apareció un hilo de donde tirar de esta mujer que está al límite, con esa obsesión que va bastante más lejos que un simple ventilador. Hubo una palabra de Mariela que me impactó: ella me decía que había aparecido peligrosidad en ese reclamo, a un punto de poder matar por eso. En otras palabras: estar tan vulnerada y de ahí mismo salir con esa fuerza. Para mí es un trabajo muy energético. A la vez siento que aflora algo muy complejo desde adentro de esta obra que es como un mecanismo, un reloj y nosotras las piezas. Una que se corra un poquito de más, ya puede provocar un efecto dominó. Somos seis que estamos ahí con esa energía circulando y al mismo tiempo no tenemos escena en común, la sensación es que la cosa es con el público, pero desde un sitio inhabitual: esta posibilidad de que las seis sean una sola. Hay que estar en esa interconexión, donde no interactuamos, pero sí...”

Mariela Asensio: “Para mí hay algo muy medular en la obra, algo que estaba metido en mí y tenía que trasmitírselo a ellas de la mejor manera posible y no rápidamente: que la pieza no contemplaba la posibilidad de componer, era al revés: necesitaba que se expresaran al ciento por ciento, rompiendo la idea de construcción y de esquema. Porque si en Mujeres en el baño apareciesen personajes con un perfil psicológico armado, no podría ser lo que es, se volvería una cosa estereotipada y previsible. También hubo que hacerse cargo de la diferencia: somos ocho chicas acá, contando a Nadia, la asistente. Todas distintas físicamente, en nuestra manera de pensar, en la historia personal de cada una, en la realidad actual, en nuestras aspiraciones... Todo eso había que asumirlo y a partir de ese despojamiento de todo concepto convencional, ponerle cuerpo a un discurso que la obra tiene y que es muy claro. También fue como convivir en un lugar muy crudo nuestro, porque esto de trabajar con lo que cada una traía podía significar que nos pasáramos la mitad de un ensayo hablando de lo que le pasaba a una de nosotras. Y así empezar a saber cosas de la otra que en cualquier otra situación de trabajo no nos hubiéramos enterado nunca.”

Cecilia Rainero: “A mí también me pasó que quería componer. Me tocó en suerte el personaje de la hipocondríaca y bueno, yo tengo mis épocas más hipocondríacas que otras. La obra me gustó al leerla, pero como texto, sus ideas, pero no veía cómo podía ser llevada a escena. Sin embargo, Mariela me inspiró total confianza, había visto Hotel melancólico. Al principio me sentí perdida, pero ella me dijo un día que estaba bien eso que estaba haciendo, que yo creía que era nada, pero como te dije, había decidido confiar. Claro que como actriz, ya lo dijeron las chicas, necesitaba algo de qué agarrarme, así que le metí todos mis miedos, que tengo muchos. Eso me servía: distanciarme y a la vez estar muy cerca, y ahí empezar a jugar y pasarla tan bien que no lo puedo creer. Mariela me da la voz de alerta porque a veces caigo en un borde, me dejo llevar, tengo que ser cuidadosa con esa posibilidad. Hubo momentos bravos, pero todo el proceso estuvo muy guiado por Mariela, de modo que aun cuando no tenía idea de qué estaba haciendo, yo seguía creyendo. Apenas me enteraba de que estaba en colaless, algo que jamás me había puesto: me regalaron, no me las puse, me resultaban incómodas. Bueno, lo superé. Me ayudó saber que todas estábamos en la misma, como turcas en la neblina, algunas enganchando algo antes que otras. Como ya dijeron, en la obra no hay intercambio, pero sí una percepción. Además, es muy cierto que nos llevamos maravillosamente, ningún problema nunca, se creó una red muy fuerte entre nosotras.”

Leticia Torres: “Como había trabajado con Mariela en Hotel,,,, sabía de la existencia de estas Mujeres en el baño en su cabeza, ella me iba contando imágenes, escenas sueltas. De manera que yo ya sabía por dónde iba y me moría de ganas de estar en la obra: de hecho, cuando ya estaban avanzados los ensayos de Mujeres... y yo seguía con las últimas funciones de Hotel..., hubo un punto en que esta obra ya me resultaba naïve, siendo que no tenía nada de naïve. Pero me daba cuenta de que Mariela había dado un paso adelante en el discurso. Por supuesto que el texto me encantó, aunque el proceso de ensayos, lo corroboro, no fue nada fácil. Yo venía de componer algo y en Mujeres... tenía que hacer otra cosa: aparecer yo misma, algo que me costaba. Acá era calzarme tacos, mostrar un poquito el culo y decir todo lo que me tocaba. No fue sencillo sacar todo lo femenino y masculino que hay en mí, sobre todo lo femenino. Aparecieron inseguridades, esto de que todas lo hacen mejor que yo, todas remujeres, perras divinas y yo apenas una mujer perro... Cuando pude despegarme de estas sensaciones empecé a disfrutar tanto que no puedo poner en palabras. Más allá del rol que me toca, donde soy esta mina que genera malos momentos –cosa que me pasa en la vida también– la paso divinamente y además me gusta pensar mi participación en la totalidad, como que me hago cargo de lo que va diciendo cada una. Eso de que todas somos una lo vivo de verdad todo el tiempo, y es lo que me da a mí la continuidad. Y sí: ahora uso colaless...

Raquel Ameri: “Cuando leí la obra me enganché enseguida y reconocí que si bien trataba temas de lo cotidiano habituales en las mujeres, era necesario que se pusieran en evidencia de esta manera. Eso lo pensé ya desde el texto, y mucho más ahora que ya está montada. Hacía falta que se formularan las cosas así, aunque por otro lado lamento que a esta altura de los tiempos nos tengamos que poner en el lugar de estar diciendo esto para que algunos se den cuenta, para contribuir a modificar algunas cosas que no son ni justas ni buenas. Pero también vale la pena contribuir en alguna medida al cambio cuando aún hay mucho por hacer, aunque las mujeres nos estamos haciendo un lugar sorteando muchos obstáculos. De chiquita mi madre me hablaba de la menstruación como una desgracia, una maldición sobre las mujeres, y yo luché por modificar ese concepto por más que genere algunas molestias, porque esa menstruación te permite dar a luz: hoy tengo un hijo. Como este tema, hay muchos otros que aparecen en la obra y que creo que hace falta encararlos con la franqueza con que lo hace Mariela. Todas las violencias hacia la mujer, todas las imposiciones, las opresiones que están detrás de la aparente frivolidad divertida del texto. Ya sé que no soy original, pero el otro día le comentaba a una amiga que si los hombres quedaran embarazados y parieran, hace rato que el derecho al aborto estaría aprobado aquí. Entonces, cuando alguien dice en la obra: las mujeres abortan en el baño, me parece de una importancia tremenda. Desde el vamos me di cuenta de que la obra tenía mucho para decir y además, como les comenté en algún ensayo, tengo una brasileña adentro: me gusta bailar, mover el culo. Así que en cuanto me pusieron el reggeaton, yo chocha. Mi personaje tiene trastornos de alimentación, pero estaba clarísimo que no tenía que actuar la típica bulímica. Interiormente, como actriz, sabía que tenía toda una energía, ahí reprimida, que tenía que estallar. En el segundo ensayo, pensé en lo oral: el personaje es mi boca, se devora todo, al público. Como vengo trabajando mucho desde lo corporal, traté de ubicarlo ahí, luego aparecieron los matices.”

Mariela Asensio: “A mí no se me ocurriría decir: voy a hacer una obra profunda con grandes temas. Lo que hago, en todo caso, es hablar a través de lo pequeño que a mí me conmueve, me concierne, buscar la manera de desplegar un universo. En el tratamiento del tema de la menstruación por ejemplo, hablo de una mujer que decide arrojar todos sus paños al mar, y desde que lo puede hacer, tiene orgasmos cada vez que la besan. Con humor, con una imagen un poco surrealista si querés. Pero por detrás asoman todos los tabúes y prejuicios de distintas culturas acerca de la menstruación, empezando por la Biblia. A mí, poner a una mujer sonriente, sangrante, me parece que toca algo profundo. Mirá, mi vieja es una mina repiola, algunas de las cosas que yo pienso y soy es gracias a cómo ella me abrió la cabeza, cero pacata. Cuando leyó el texto sobre la relación de dos mujeres, donde digo `no hay poesía`, le pareció burdo, se asustó un poco. Le dije: ‘pero ma, no, en escena eso va a ser poético’. Y cuando vio el work in progress, me reconoció: ‘Hija, tenías razón’.”

Mujeres en el baño se estrena mañana en
Espacio Callejón (Humahuaca 3759).
Reservas: 4865-1167. Sábados a las 23,
domingos a las 21. Entradas: 20 pesos.

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