MUSICA I
Con un romanticismo fuera de tiempo, el grupo Los Amados mixtura música y humor para hablar del amor y reírse de los clichés desgastados. Porque el kitsch no desacredita, sólo exagera –mucho– el supuesto mensaje del alma.
› Por Guadalupe Treibel
En épocas posmodernas de fantasías y realidad(es), el intento por la desacralización de la Verdad en pos de lo lúdico reafirma la estética atemporal, el ridículo bien aplicado, el lugar común efectivo (como broma y algo más). En esa línea, como paréntesis de casi dos décadas, se asienta el show que –música mediante– dispara el mensaje del amor con balas de plata: frases hechas, boleros, chachachá y salsa son el caballito de batalla de Los Amados, el pequeño batallón de personajes liderado por Alejo “Chino” Amado, que —detrás del traje cruzado, el bigotín y el exceso de azúcar— no es más que Alejandro Viola, de carne y hueso, en actor y persona. “Cuánto público romántico esta nochie”, dirá en plan galante y leading voice del espectáculo y citará a poetas. De Fernando Pessoa, será: “El cuerpo conquista lo que el alma desea: eso es el amor; el alma conquista lo que desea el cuerpo, eso es el otro amor”. Por estética y acento, el ridículo ya queda planteado.
“Es el viejo presentador del club, un animador sonriente que hace chistes, el galán de telenovela”, explica Viola sobre el Chino Amado. Y, claro, chapado a la antigua, el romántico atemporal queda atrapado en el viejo estereotipo de hombre: “Es tan machista que no se imagina a la mujer en roles de hombre. El conserva su lugar, homenajeándola, llevándola de paseo, subiéndola al auto, pagando la cuenta. La cuestión de igual a igual, no: él lleva los pantalones. Una cosa que, llevada al extremo, sobrepasa lo imaginable”. Así, en contraposición a la caricatura de galán, el ridículo de la mujer virginal postulada es el objeto de deseo. “Es la mujer a la que se le pone flores a los pies”, explica Viola.
Pero gracias al medio –el humor–, la complicidad se establece de una vez. “Está dedicado al romanticismo femenino”, plantea Viola. Según el –también– licenciado en Ciencias de la Comunicación, “a los hombres nos han criado duros, fríos y ahora sufrimos el no poder expresar los sentimientos, el no poder hablar, llorar. Siguen existiendo las voces del mejor-no-hablar-de-ciertas-cosas”.
—¿Es imposible hablar del amor sin caer en lo kitsch?
—Es complicado. Además, en el discurso, lo kitsch no significa algo despectivo, algo para desacreditar. Simplemente es algo a lo que se le saca un significado y se le pone otro, pero sigue diciendo lo mismo llevado al extremo. De todas formas, no se habla del amor, se actúa en pos de cosas que uno siente, le pasan, vio, le gustaría que le pasaran. Uno vive el amor en medio de una ciudad donde te cruzás con todo: dudas, sexo, trabajo.
—Pero, en la obra, Los Amados hablan del amor...
Los Amados dan definiciones imposibles de llevar a cabo. Cuando se pregunta “¿Qué es el amor?”, la respuesta es “El motor de la vida”. Después insiste: “Es la gasolina de la vida, es el néctar”. Cada vez más extremo. También hay una definición de diccionario que a veces usamos, pero que no representa nada. También hablamos de los celos, pero, ¿eso es amor, desconfianza o posesión? ¿Y la infidelidad? ¿Hablamos de amor cuando mencionamos la infidelidad? No, pero se dice que sí.
Lo que comenzó en el ’89 como un sketch y un chiste pasó por la vanguardia multimedia y finalmente se “profesionalizó”, en palabras de Viola —alma mater que ideó y dirige el espectáculo—. Mientras continúa su proceso de aggiornamiento con flamencos, decoraciones frutales y dos CD grabados (Rutilantes es su último trabajo editado), la “gira interminable” de Los Amados continúa. Después de La Trastienda, espera el interior del país, Santiago de Chile y —¿por qué no?— una segunda visita a Europa.
Entonces, ¿es humor inocente? “Yo no lo llamaría así —postula Viola—. Puede que sea sencillo, pero no inocente. Parece obvio, pero tal vez no lo es.” Y para el entrelineado, el actor/voz de Los Amados cuenta con una troupe de músicos/actores argentinos que continúan la estética de los ’50 (llevada, nuevamente, al extremo) y el centroamericanismo discursivo. Con Tito Richand Junquera como contrapunto negativo y contrabajista, Pocholo Santamaría en percusión, “el poeta de las cuerdas” Cristino Alberó, Angel y su trompeta, Mini Raquelita en teclados (la nena que el Chino descubrió en un kibbutz de Nicaragua: “Su madre se enamoró de mí y me pidió que la llevara por el mundo con mi mensaje de amor”), los hermanos cubanos Black y Mambo Méndez y la megastar que balbucea Dina Dulri, la puesta se completa. Pero las preguntas y el chiste se multiplican. Dice Viola: “¿De dónde son? ¿Son latinos? ¿Por qué hablan así? Los de Puerto Rico no hablan como Tito. Yo soy del pueblo Dos Corazones, pero no hablan así en Uruguay. Los colombianos no hablan como Dina Dulri; y Raquelita, la nena de Nicaragua, habla en hebreo. Todo está fuera de tiempo y espacio. La fantasía empieza y termina con el show. Es una ilusión”.
Los Amados. Los sábados, hasta el 15 de marzo, a las 21, en La Trastienda, Balcarce 460. Entradas desde $ 20.
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