RESCATES
Cuando se cumplían 15 años de la publicación de La vuelta al mundo en 80 días, la novela de Julio Verne, una chica audaz decidió desafiar a la ficción misma acortando el tiempo del mismo recorrido para después escribir la crónica. Su editor le dijo que estaba loca y que, al menos, debería ser un hombre para intentarlo. ¿Final de esta historia? Un libro que inscribió a Nellie Bly en la historia.
› Por Fernanda García Lao
Pionera del periodismo de investigación, aventurera e irreverente, Nellie Bly fue una reportera arriesgada que se animó a infiltrarse en una institución psiquiátrica, recorrer el mundo contrarreloj o cubrir la Primera Guerra Mundial, cuando el mundo de la comunicación dependía exclusivamente del telégrafo.
Tirada en la cama un domingo, Nellie se preguntaba qué nuevo reto presentar al editor del New York World al día siguiente. Un cansancio interminable le dictaba al oído algo muy concreto: necesitaba vacaciones.
Ese agotamiento fue el disparador de Alrededor del mundo en 72 días, la crónica que haría a Nellie Bly célebre internacionalmente. Era el año 1888. Ese lunes, su editor escuchó atónito la propuesta. Dar la vuelta al mundo en menos de ochenta días y quebrar el record de Phileas Fogg, el personaje de ficción creado por Julio Verne, paradigma del viajero del XIX: británico, excéntrico, millonario y, por sobre todas las cosas, hombre. Ella, una joven periodista de carne y hueso, retaba a duelo al universo masculino y sobre todo, a la ficción.
Su editor fue contundente: “Es imposible. Necesitarías un protector y aunque pudieras viajar sola, tendrías que cargar mucho equipaje. Sólo un hombre puede hacerlo”. Ella dobló la apuesta: “Muy bien. El mismo día que salga tu hombre, lo haré yo para otro periódico y le ganaré”.
Finalmente, consiguió el aval de Pulitzer y el 14 de noviembre de 1889 comenzó su viaje de 21.740 millas desde Nueva York, en el “Augusta Victoria”, rumbo a Londres. Se había hecho confeccionar un vestido sencillo de paño azul y un abrigo de cuadros. Sólo llevaba un bolsito de mano. Y un anotador.
La vuelta al mundo no era el primer desafío que debía sortear Nellie Bly, seudónimo detrás del cual se ocultaba Elizabeth Cochran (Pink, para los amigos). Aparecida en este mundo en un pueblito de Pennsylvania, el 5 de mayo de 1864, era hija de un magistrado y vivió cómodamente hasta los seis años, cuando murió su padre sin haber hecho testamento. Descubrió entonces las limitaciones que sobre la herencia tenían las mujeres del siglo XIX. Después de enterrar al progenitor y a su pasado en el mismo hoyo, sus bienes fueron subastados y se mudó con su familia a una humilde casita. El siguiente obstáculo en su vida fue el segundo esposo de su madre, un borrachín maltratador, del que consiguieron escapar mudándose a Pittsburg.
Nellie, que aún no es Nellie, escribe cuentos por la noche y busca trabajo en la mañana. Precisamente leyendo los clasificados, descubre una columna que la revela por sus observaciones misóginas. Pink firma como “Huérfana solitaria” una furiosa misiva al Pittsburg Dispatch. El editor, profundamente sorprendido, convoca mediante un aviso a la miestriosa autora. Al día siguiente, apareció una jovencita menuda en las oficinas de Madden. Al verla, le propone una columna donde sitúe con exactitud la nueva “esfera de las mujeres”. Pink escribe un encendido artículo sobre los derechos femeninos y las injusticias que se cometían con las jóvenes solteras que no tenían talento, belleza o dinero, para “salvarse” con el matrimonio. Su estilo eficaz y vibrante consiguió desarmar al editor que le ofreció empleo. El título de su nota era algo desconcertante: La chica puzzle.
Como no estaba bien visto que una mujer firmara sus opiniones y su seudónimo de “huérfana solitaria” era demasiado poético, el editor le sugirió un cambio. Una canción muy popular de la época tenía un estribillo que hacía juego con el carácter de la nueva reportera: “Nellie Bly tiene un corazón, que hace al fuego crepitar”. Así la bautizaron en la redacción. Había nacido un mito.
Después de escribir sobre el divorcio, inicia una serie de artículos sobre las lamentables condiciones de las trabajadoras en las fábricas de Pittsburg (aunque su salario en el periódico era prácticamente igual al de ellas, cinco dólares a la semana). Inicia su investigación con algunas entrevistas, pero termina solicitando empleo en una fábrica, involucrándose personalmente. Así inaugura un nuevo modo de hacer periodismo, asumiendo una identidad falsa para infiltrarse en el epicentro de la injusticia.
Sus notas provocaron la ira de los empresarios de la ciudad, que amenazaron con retirar la publicidad del Dispatch.
Viaja a México. Pero en lugar de sol y mojitos, encuentra un material apasionante. Escribe sobre los focos de corrupción, pobreza y manipulación mediática del gobierno del general Porfirio Díaz, quien había decretado la ley Mordaza, según la cual “cualquier periodista puede ser aprehendido, llevado a prisión y sometido a juicios por denuncias de cualquier otro ciudadano”. Sus notas llegaron a oídos del general y Nellie debió abandonar el país bajo amenaza de muerte.
Bly no volvió a Pittsburg, la tentó otro desafío: Nueva York proponía un nuevo estilo de informar, de la mano de Joseph Pulitzer. Titulares impactantes, relatos en primera persona y detalles escabrosos. Periodistas entrenados para conseguir información o provocarla, en caso contrario.
Nellie estuvo cuatro meses sin empleo. Ya sin fondos, consiguió engañar a los porteros del edificio del New York World y se coló en la —hasta ese momento— infranqueable oficina del editor. En pocos minutos, consiguió empleo y fue contratada como redactora. Por 25 dólares a la semana.
Su primera investigación fue una locura. Pulitzer le sugiere un artículo sobre el Blackwell’s Island Lunatic Asylum, un establecimiento psiquiátrico para mujeres. Nellie ideó una estrategia simple: buscar una habitación en una residencia para señoritas cercana al asilo y fingir un estado de confusión y amnesia tal, que mereciera su internación. Efectivamente, fue detenida por la policía, catalogada como demente y albergada en la institución para lunáticas. Permaneció diez días conviviendo con la alienación, el maltrato y la inanición con que sometían a las internas. Cuando logró evadirse, publicó sus experiencias y gracias al escándalo, el Estado realizó una revisión del sistema psiquiátrico invirtiendo un millón de dólares más por año.
Un año más tarde de su ingreso en el diario neoyorquino, Nellie se preguntaba tirada en la cama: ¿Cómo surgió la idea? ¿Qué mecanismos se pusieron en funcionamiento?
En su alocada carrera cruzando el mundo, Nellie viajó en barco, en tren y a caballo. Recorrió Inglaterra, Francia, Italia, Egipto, Japón, Arabia, Colombo, Ceilán, Penang, Singapur y Hong Kong.
Había informado puntualmente de sus movimientos, enviando cables al diario, construyendo una suerte de cuaderno de bitácora que el público seguía con fervor. Cuando no aparecía su crónica, los lectores enviaban cartas preocupados por su suerte. Se multiplicaron las ventas. Un millón de lectores participó apostando cuándo llegaría.
Nellie regresó setenta y dos días, seis horas y once minutos después de haberse ido. En Nueva York, la recibieron como a una heroína nacional.
Su imagen con el bolsito y el abrigo de cuadros dio otra vez la vuelta al mundo y hasta se convirtió en un juego de mesa, “Round the World with Nellie Bly”, un tablero numerado donde los jugadores debían recorrer el mundo y sortear todo tipo de obstáculos.
La falta de reconocimiento de su diario, que no la compensó económicamente después de explotar su idea, hizo que Nellie se alejara del World. Que no del mundo.
El 5 de abril de 1895, se casa con un empresario cuarenta años mayor que ella, Robert Livingston Seaman. Teniendo a todos sus herederos en contra. Sin embargo, la unión fue feliz y se prolongó por diez años. En ese lapso, Bly no ejerció el periodismo. Se dedicó a ayudar y promover la adopción de los huérfanos que deambulaban por la ciudad.
Al morir su esposo, además de la empresa, hereda sus deudas y tiene que enfrentar las críticas de los accionistas que no aprobaban sus reformas para mejorar las condiciones de trabajo de los empleados. Las batallas internas terminaron con la compañía y Nellie emprende un viaje a Inglaterra para olvidar sus reveses financieros y descansar. Era el año 1914.
La Primera Guerra Mundial la encuentra de aquel lado del Atlántico. Bly se convierte en testigo privilegiado y comienza a enviar sus notas como corresponsal de guerra desde el frente del Este. Finalizada la contienda, regresa a EE.UU. y colabora en el New York Evening Journal, periódico del magnate William Hearst, dueño del imperio de medios de comunicación que inspiraría el Ciudadano Kane de Orson Welles.
Pero la fama de Nellie ha languidecido. Ya nadie la recuerda. El avión ha convertido su antiguo record en una antigüedad al vapor. Su salud y su situación económica son igual de precarias. Vive sola en un cuarto del Hotel McAlpin. El 27 de enero de 1922, muere de neumonía. Tenía 57 años.
En Brooklyn, un desolado parque de diversiones lleva su nombre.
En Internet se puede leer en inglés un extracto de su libro Around the World in 72 days en:http://digital.library.upenn.edu/women/bly/world/world.html
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