RESCATES
Hasta el 27 de abril, se realiza en Madrid –y se puede visitar en Internet– una exposición retrospectiva que recupera del olvido a 41 artistas que por diferentes motivos no ocuparon el lugar que merecían en la Historia del Arte Moderno.
› Por Fernanda García Lao
Si bien algunas de estas artistas gozaron de prestigio en su época –Chana Orloff, Grete Jurguens, Louise Breslau o Suzanne Valadon– con el transcurso del tiempo sus nombres fueron omitidos de los manuales de arte. El nazismo y la estigmatización con la que sometió tanto a hombres como a mujeres con el rótulo de artistas degenerados, la misoginia de sus pares, la falta de marchand, galerías o críticas, la autorretirada, las dos guerras, los exilios o la locura, son algunos de los motivos que ayudaron a desconocer las obras de estas creadoras de vanguardia.
Según los organizadores: “Las protagonistas de Amazonas del arte nuevo pertenecen a las primeras generaciones de mujeres artistas que, salvo algunas excepciones, se mantuvieron en primer plano dentro del mundo del arte”.
Sin embargo, la gran mayoría son desconocidas, y en su momento sufrieron todo tipo de trabas para mostrar y vender su trabajo. Es más, ni siquiera eran aceptadas en las escuelas de Bellas Artes. Los movimientos de vanguardia necesitaban mujeres musas o amantes, no artistas independientes.
Siguiendo la línea optimista, el curador afirma que ellas “convivieron, se mezclaron, expusieron junto a los hoy identificados como los grandes creadores, masculinos de su época; formaron parte activa de las corrientes artísticas y aportaron puntos de vista que las convirtieron en referentes obligados en la historia del arte moderno”.
La muestra presenta a estas creadoras, verdaderas heroínas del olvido masivo, en grupo. Y el público asistente escucha y observa por primera vez los nombres y las obras de Käthe Kollwitz, Marianne von Werefkin, Francisca Clausen, Mela Muter, Florence Henri, Valentine de Saint-Point, Marie Toyen, María Nocz Borowiak, Marthe Donas o Meraud Guevara, entre otros más familiares como Goncharova, Tamara de Lempicka, Dora Maar, Frida Kahlo, Lee Miller, Claude Cahun, Maruja Mallo o Leonora Carrington.
Un mar de nombres, dos o tres obras por cabeza y un abordaje convencional desde lo teórico o bibliográfico, resultan insuficientes para entender la magnitud del “despiste” de historiadores y galeristas que durante un siglo negaron la presencia de estas artistas. Un proyecto ambicioso, que por su magnitud hace imposible conocer en profundidad a cada una de ellas. Sin embargo, ante la falta de exposiciones individuales, bienvenida sea la colectiva.
Una de las personalidades más insólitas de la exposición es la única integrante seleccionada para representar al futurismo: Valentine de Saint-Point.
Anna Jeanne Valentine Marianne Desglans de Cessiat-Vercell, nació en Lyon en 1875 y murió en El Cairo en 1953. Escritora, poeta, pintora, dramaturga, coreógrafa, crítica de arte y periodista, apodada “La musa púrpura”, por Gabrielle D’Anunzio, fue modelo de Mucha y de Rodin.
En una sesión de espiritismo conoce a Ricciotto Canudo, poeta y escritor irreverente que provoca un cambio radical en su vida: entonces se divorcia, se cambia de nombre y decide vivir libremente en el amor y en el arte. Publica artículos en las más importantes revistas del momento, estrena su trilogía dramática Le théâtre de la femme. Se interesa en el futurismo.
Sin embargo, la lectura del Manifiesto Futurista de Marinetti en 1912, le provoca la redacción de su Manifiesto “Della donna futurista”, mediante el que hace frente a los conceptos misóginos del italiano. Propone una actitud agresiva y viril para las mujeres bajo el término de “supermujer” en contraste al superhombre nietzscheano.
Al año siguiente redacta el “Manifiesto de la Lujuria”. Su obra se traduce y distribuye por toda Europa. En diciembre de ese año, estrena en el Théâtre Léon-Poirier, la Métachorie, que se presenta como una fusión de todas las artes en la que explora la danza como un dibujo espacial de su poesía, la estilización geométrica de la palabra en el espacio.
En 1914 declara: “No soy futurista y jamás lo fui; no he sido parte de ninguna escuela”.
Noventa y cuatro años después, se la presenta como parte del movimiento. Y se traducen al castellano sus dos manifiestos.
Otra artista desconocida hasta la década de los noventa, de una modernidad exultante, es Claude Cahun. Ubicada en la sección dedicada a la fotografía de la muestra, con casi una veintena de autorretratos, fue una artista integral muy vinculada al surrealismo. Aunque la biografía que presentan es escueta, sirve de disparador para recordar su exquisita irreverencia, a pesar de los sucesos trágicos que marcaron su vida.
Lucy Renée Matilde Schwob nació en Nantes en 1894. Era sobrina de Marcel Schwob e hija del dueño de la revista Le Phare de la Loire. Su madre –de nombre Maria Antonieta– se la pasaba ausente con aviso en diversas clínicas psiquiátricas parisinas. Lucy vive con su abuela paterna, Matilde Cahun y sufre ataques antisemitas de sus compañeros de clase, por lo que abandona el colegio para estudiar en el condado de Surrey. En 1909, regresa a Nantes y conoce a Suzanne Malherbe, a la que se une sentimentalmente. Comienza a escribir. Organiza lecturas clandestinas nocturnas en la librería de su padre. Inhala éter, sufre anorexia, intenta suicidarse, se interesa en el budismo. Comienza sus autorretratos.
En 1920, se muda a París donde estudia Filosofía y Letras en la Universidad de la Sorbona. Se afeita la cabeza. Escribe artículos con diferentes seudónimos.
En París se vincula con los movimientos de vanguardia y conoce a las autodenominadas “Mujeres de la orilla derecha”, exiliadas de distintas nacionalidades, escritoras, pintoras, fotógrafas y editoras. Participa en distintas obras teatrales en Le Plateau, interpretando papeles masculinos o femeninos y publica el libro de relatos Heroínas, compuesto por siete retratos de mujeres y diez fotomontajes en los que reflexiona acerca de la sexualidad, las máscaras y los espejos.
Esta muestra da cuenta no sólo de obras particulares sino de modos de encarar el arte y la vida. Historias que permanecieron ocultas y aún mantienen su interés. Este enorme trabajo de investigación que agrupa un centenar de obras casi nunca vistas está ordenado en ocho secciones: Cambio de siglo, Expresionismo, Futurismo, Vanguardia rusa, Realismo mágico, Abstracción, Fotografía y Surrealismo.
No es necesario ir a Madrid para recorrer esta exposición organizada por la Fundación Mapfre y curada por Josep Casamartina, afortunadamnete los tiempos están cambiando en más de un sentido: se puede visitar online en http://www.exposicionesmapfrearte.com/amazonas.
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