VISTO Y LEIDO
› Por Liliana Viola
Gabriela Massuh
La intemperie
Ed. Interzona
Páginas 256
Cuántas veces habrá que repetir el nombre amado para que al fin se vuelva un sonido vacío, un pedazo de papel a descartar en vistas a la obra mayor. Cuántas veces habrá que explicarles el país a los extranjeros y desanimarse en el intento porque las propias hipótesis naufragan en sutilezas. Guiada, o mejor, perdida, por la obsesión y su correspondiente insistencia, la narradora de esta novela no se pregunta cuántas veces hace la prueba. El nombre de Diana, la mujer que la dejó, se repite con dramática y en un punto cómica insistencia. La reflexión sobre políticas culturales con el trasfondo de la hecatombe de 2001, también. Con estas dos preocupaciones, para ella vitales, construye un diario que será cualquier cosa menos íntimo: bitácora o pancarta del sufrimiento, grito contenido que señala públicamente las marcas personales de la perfidia. La autora de este diario viene y va de la nada a la nada sin abandonar jamás esos aires de grandeza que todo abandonado y todo intelectual comparten con gusto.
Escritura y anécdota comienzan en el mismo punto: Diana cometió el abandono. Pero no es eso. Diana llamó desde Alemania el 31 de diciembre de 2002 para saludar, pretendiendo que aquí no ha pasado nada. Es contra esa normalidad, contra ese olvido, que se levanta este diario donde en un transcurso de tres años queda demostrado que es posible no avanzar. Que no todo se construye hacia delante, que es posible andar en círculos tal vez la vida entera.
Una mujer lastimada, se diría, una mujer a la intemperie. Muy bien, si así debe ser, así será propone Gabriela Massuh quien recurre a una serie de recursos para no “quedar” sino ejercer su intemperie. La escritura aparece como vehículo terapéutico, como ensayo novelado dentro de una pasión, dignificación de una experiencia donde si hay que perder, perderán todos. Entre numerosos homenajes, referencias bibliográficas se destaca Rimini, el protagonista de El Pasado de Alan Pauls, novela que la protagonista lee tal vez en el quijotesco deseo de ser su vengadora, su contracara.
Gabriela Massuh en su intemperie, pone en evidencia lo bello y lo inútil de toda pretensión. No es nada casual que su protagonista recuerde tantas veces que Diana solía decirle “Bajate del pedestal” cada vez que ella intentaba seducir con su inteligencia. Es justamente desde el pedestal donde en esta su primera novela ha decidido enfrentar lo más desnuda posible, las inclemencias del yo.
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