Vie 04.07.2008
las12

TALK SHOW

A la huella, a la huella

› Por Moira Soto

Una mujer recibía un llamado telefónico, buscaba un frasco en un cajón hasta que lo encontraba y salía corriendo a hacer una entrega: esta primera secuencia, puramente visual, estuvo en la génesis de La doble muerte del señor Miguelets, fascinante pieza teatral de Milagros Ferreyra que juega creativamente con recursos del cine, la presencia de objetos, los códigos del género policial de enigma, el empleo expresivo de la música en vivo. Una producción impecablemente pulida que tiene detrás más de tres años de trabajo de investigación, de ensayo y error, y –considerando los resultados– de ensayo y acierto. Una producción que además de la perseverancia y el rigor de Ferreyra –una chica correntina de 28, con formación también de actriz, música, cineasta–, contó con el respaldo incondicional de un equipo de actrices, actores, vestuarista, un chelista y una chelista, asistentes... Y en algún caso –el de Lautaro Brunatti–, un intérprete que se desdobla en escena, en la producción general, el aporte de variados dispositivos lumínicos, el diseño de la escenografía.

Ciertamente, el policial es un género donde las mujeres han probado que tienen algo para decir, desde que en 1878 la norteamericana Anna Katharine Green publicara con gran suceso The Leavenworth Case. Milagros Ferreyra se declara asidua lectora del género, apasionada espectadora del policial negro francés, y sumamente interesada en la corriente literaria del nouveau roman, donde encontró procedimientos, herramientas, disparadores que, aparte de hacer la dramaturgia y la puesta de La doble muerte..., la llevaron a escribir un ensayo (Del objeto a la escena: poesía y superficie, Cuadernos del Picadero, 2007). “Ya cuando empecé a escribir mis primeros cortos, me salían policiales”, confiesa Milagros, “Me gusta que este género sea popular, accesible para todo el mundo: la gente entra, se divierte, mantiene su atención alerta para entender el mecanismo, decodifica. Parecería que está todo probado y sin embargo siempre existe la posibilidad de sorprender, de innovar, de dejar una marca personal”.

Que es sin duda lo que logra Ferreyra en este espectáculo tenso, centelleante, que mantiene al público al borde la butaca, recibiendo estímulos constantes e inesperados –a través de las luces y las sombras, la música, las imágenes, los objetos en movimiento...–, a la vez que trata de ir armando la historia, siguiendo al relator que puede meterse en una escena produciendo un distanciamiento fugaz antes del siguiente impacto que quizás provoque repeluz. Porque la sala está completamente a oscuras, las escenas se suceden aceleradamente, las fuentes de luz surgen de lugares impensados creando toda una gama de planos, incluyendo el close-up. Siempre con una sincro perfecta en todos los rubros, en tanto que los personajes se van perfilando y dejando huellas: el apocado coleccionista de pornografía, la impagable mucama, el mayordomo ambiguo (un gracioso guiño de la autora)... Ninguno parece trigo del todo limpio. “Imaginé cada escena como un suceso muy puntual, concentrado y preciso, que no te daba ninguna respuesta, solo te dejaba una nueva inquietud. A partir de esa fragmentación, empecé a hacer el mapa del recorrido, que me llevó mucho tiempo, hice yo misma un trabajo policial sobre los personajes: esa fue la etapa más difícil.”

Gracias al descubrimiento de las teorías de Alain Robbe-Grillet, MF se sintió fortalecida frente a quienes le decían que lo que ella escribía no era teatro, encontró la prueba de que otras narrativas eran posibles. Ferreyra señala que “estamos en una época en que lo policial tiene una presencia terrible en los medios, en los diarios, los noticieros de TV, los chimentos... Por eso me atrae tanto la óptica de la nueva novela de los ’50 con su trabajo sobre lo formal, esta idea de reversionar todo el tiempo la realidad, no hay una versión única de las cosas. Creo que es una postura filosófica que tiene bastante que ver con al época actual, de incertidumbre generalizada. Es apropiado que el arte dé cuenta de eso, en consecuencia, me importaba aplicar esto de la multiplicidad, de cómo puede convivir en igualdad de jerarquías los diversos lenguajes escénicos, potenciándose”.

Si bien el rendimiento de todo el elenco es muy bueno, vale destacar la presencia singularísima de Lilian Vivas, una actriz a la que Ferreyra le echó el ojo en un taller porque “me encantó esa cualidad suya de hacer reír desde un lugar serio. El personaje de la mucama lo escribí en función de lo que ella ya traía. Pero también quiero decir que el resto de los actores y las actrices aceptaran que les dijera: ‘No tengo las explicaciones ni las motivaciones ¿Laburamos?’ Hubo confianza ciega y buscamos juntos”. Una experiencia colectiva inusual para una primera obra.

Mientras disfruta del segundo año de bien ganado suceso de La doble muerte..., Milagros se apresta a dirigir su primer largo, Jusith, “marcado por una mirada fuertemente feminista: una historia enfocada desde los personajes de tres mujeres artistas, su vinculación con el ambiente profesional, los vínculos entre ellas. Y no pude con mi tendencia, hay un crimen, de algún modo deriva al policial, pero trabajo desde el punto el punto de vista que me interesa”.

La doble muerte del señor Miguelets, los sábados a las 21.30 en el Teatro IFT, a $ 25, con descuentos, Boulogne Sur Mer 547, 4962-9420.

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