Vie 18.07.2008
las12

INUTILISIMO

¿Té o copetín?

No hace falta que sea a las cinco en punto de la tarde, ni tampoco que se beba solamente té de Ceylan, pero la ceremonia tiene sus reglas si tenemos invitados, ya se trate de familiares o amigas. La hora del té, nos aclara el Manual (“El libro más completo, seguro y práctico para el hombre y la mujer”, editado por Gaeta, marzo de 1948, Buenos Aires), “cuenta todavía con gran cantidad de partidarios”, especialmente entre las señoras, que aprovechan esta grata forma de encuentro no sólo para disfrutar de delicias culinarias sino también para departir sobre las últimas novedades del círculo social.

“En la hora del té”, nos aclara este Manual anónimo, pero imprescindible, “se suele ofrecer asimismo café con leche, chocolate, yerba mate con leche y hasta no es extraño que, entre íntimos, se sirva mate cebado por una negrita, criada por los dueños de casa, a la usanza de la época colonial” (sic). Si se desea participación masculina, será necesario desplazar la invitación hacia el fin de semana, puesto que los caballeros están ocupados en sus asuntos de lunes a viernes. El sábado es un día perfecto para organizar el encuentro que, además, “servirá de magnífico pretexto para lucir porcelanas, mantelería, plata y cristalería”. Claro que si la hora ideal fijada para el té se estira un poco y estamos en pleno invierno, ya podemos quizás hablar de un copetín donde, aparte de allumettes, de vol-au-vent, sandwichs y scons, se sirvan distintos cócteles y desde el combinado se escuchen discos de moda “para dar una vueltas de baile, despertar una simpatía, una esperanza que nace, una promesa que no siempre ha de cumplirse...”

Si se trata concretamente de tomar el té, frente al lugar de cada invitado se coloca un plato de postre, a su derecha la taza con su platito y su cucharita de plata. En la zona del centro de la mesa se ponen los platos o las prácticas bandejas escalonadas con las vituallas saladas y las correspondientes pinzas, que luego se cambiarán a la hora de las masas y las tortas. No hace falta decir que la leche debe estar fría en su jarrita, haciendo juego con la taza (“si bien hay que estar prevenida y disimular el disgusto si algún parvenu, que nunca faltan, solicita leche caliente”).

Más moderna, la revista Femirama, en los años ‘70, sugiere el uso de una mesita auxiliar rodante para presentar los diferentes platos de bizcochos, bollos, pastelillos, amén de cuchillos y paletas para cortar y servir gateaux, lemon pie y otras dulzuras. Aunque es tradicional costumbre de nuestras damas de sociedad servir el té en el living, Femirama señala “que resulta mucho más cómodo y espacioso hacerlo en el comedor, con la mesa cubierta por un bonito mantel, para así distribuir con mayor orden y elegancia vajilla y comestibles”. Un detalle refinado: aunque cuente con la ayuda de su hija mayor o de una mucama, debe ser la dueña de casa la que tienda la taza llena a cada comensal. Y por cierto, es inaceptable llenarse el plato de salados y dulces, como si se quisiera almacenar para el futuro. Finalmente, si no se puede ingerir algo por razones de salud, es de pésimo gusto ponerse a dar explicaciones sobre tema tan poco apetitoso.

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