Cautivas
Gabriela Saidon
Editorial Planeta
240 páginas

“Las cautivas no tienen dolientes” escribía la investigadora Susana Rotker en su libro, que llevaba el mismo título que éste, Cautivas. Qué otro nombre si no, para referirse a una tradición nacional que desde sus orígenes fue construyendo esta figura de la mujer blanca arrebatada, sacrificada, oculta, mítica y a la vez encubridora de cierto placer traicionero. El trabajo que presenta ahora Gabriela Saidon, en un registro oblicuo entre la ficción y la crónica histórica, se propone, aparentemente, desentrañar el enigma de aquellas cinco correntinas de clase alta que fueron raptadas por tropas paraguayas muy probablemente para presionar a sus maridos, militares de alto rango en la guerra de la Triple Alianza. No hay dolientes aquí tampoco. Ha pasado mucho tiempo y apenas queda el bronce en la plaza de la capital provinciana evocando un regreso equívoco más que triunfal. Quedan la leyenda y los apellidos ilustres. Saidon se hace cargo de esta evanescencia y construye en varios planos su relato: un prólogo donde se ubica como autora, la información sobre las personas que se encargaron de la investigación, la ficcionalización de esa investigación, la reproducción de documentos de la época y una aclaración final donde se consigna que sobre todos los textos hay intervenciones de la verdad y de la ficción. ¿En qué proporciones? ¿Dónde? Nunca se sabrá, parece decir entre líneas, el texto, eco de voces que se perdieron para siempre.

Una historia íntima y amorosa lleva a una de las descendientes de estas damas a emprender la búsqueda de las razones. Se han perdido varias voces en el árbol genealógico, que dada su alcurnia, emparienta a todas aquellas damas. La descendencia habla sobre lo que escuchó o sobre lo que nunca se dijo. Una clase, una educación, una serie de prejuicios que forjaron la idea de la condición femenina en el siglo XIX, aparecen en esta novela enredadas entre tazas de té, bordados, y por supuesto, amores entre primos.