INUTILISIMO
“Las facultades de la mente son: atención, memoria, comparación, juicio, raciocinio, imaginación, abstracción y generalización”, nos esclarece el doctor Alejandro Lamas, cirujano dentista, catedrático de Fisicultura en la universidad, institutos normales y escuelas públicas de Montevideo, en su tratado Maternología (Crianza, higiene y educación física, moral e intelectual de los niños en su primera infancia), que publicara Barreiro y Ramos (Montevideo, 1913). Al parecer, todas estas facultades “se encuentran en germen en el niño cuando viene a la vida, sólo que se manifiestan paulatinamente”. Y desde luego, en forma sucesiva: primero, la criatura fija la atención, recibe percepciones reiteradas y “da motivo a que se manifieste la memoria”. Con el paso del tiempo aparece la comparación, que da lugar al juicio, y éste al raciocinio. Más tarde surge la imaginación, “facultad que se aplica a todas las formas de intuiciones y concepciones del espíritu”. Finalmente, afloran las facultades superiores: la abstracción y la generalización.
No hace falta decir que para que estas capacidades tengan su mejor desarrollo, “la cultura de la mente debe empezar temprano”. Y cuando el doctor Lamas dice temprano, se está refiriendo a los primeros meses de existencia. Lo primero que recomienda es, pues, la educación intelectual de los sentidos que “se consigue mediante una serie continua de sugestiones”, siguiendo el objetivo de provocar en el niño diferentes sensaciones. En primerísima instancia, “las rodillas de la madre y los objetos caseros deben ser la escuela y los maestros”. Así, durante los primeros años se le mostrarán a la criatura “botones de toda forma, tamaño y color, hilos, sedas, objetos de vidrio, de metal, haciéndoselos tocar y llamando la atención sobre sus cualidades”. También se pondrán en su mano flores de distinta fragancia y colorido.
En esta primera etapa, hasta los cuatro años, estos ejercicios se pueden realizar con un cierto desorden, pero en los dos años siguientes “hay que comenzar con la regularidad y el método, agrupando los hechos análogos y pertenecientes a un mismo orden natural”. Al llegar el párvulo a los seis años, la madre, que ha cumplido la noble tarea de ser la primera maestra tiempo completo, “empieza el trabajo de la escuela: ya debe hacerse lugar a la instrucción, continuar el desarrollo de la mente, en otras manos”. A partir de ese momento, la progenitora “atenderá principalmente la educación moral y física de su hijo”. En siguientes apartados que serán consultados por esta sección en otra oportunidad, el doctor Alejandro Lamas vierte nociones esenciales sobre la cultura del gusto, de la imaginación y del lenguaje en la etapa mencionada, siempre sin dejar de vigilar en cada niño, desde los tres años aproximadamente, “la distinción en el porte, movimientos, conversaciones y modos de vestir”.
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