25 DE NOVIEMBRE
Desde sutiles golpecitos en la cabeza hasta cachetazos arrepentidos que un mal día derivan en una feroz paliza. La violencia entre parejas adolescentes es uno de los males de estos tiempos. El amargo resultado de una
historia familiar que puede evitarse, si se trata a tiempo.
› Por Soledad Ferrari
Juega a llamarse Miel. Su nombre real tiene un significado precioso pero pide que no sea publicado para preservar su intimidad. Todavía iba al colegio cuando se había acostumbrado a sufrir día y noche los golpes de puño cerrado de su novio. “Todo era color de rosa... hasta que empezaron las situaciones raras: empujones, se enojaba por cualquier cosa y si me ponía algo que para él era provocativo se enfurecía, me decía que era una puta. Me pegaba, me escupía y me insultaba. Su familia siempre era la mejor y la mía, la peor. Pero pasaban los días y yo me olvidaba. Empecé a alejarme de mi gente para estar todo el día con él y sus amigos. Después quedé embarazada. Tenía la esperanza de que con el nacimiento del bebé cambiara, ésa era mi excusa. Creo que inconscientemente necesitaba ser reconocida, reconocida por alguien, aunque sea por un violento. La relación que él tenía con nuestro hijo no era muy buena, no le tenía paciencia. Cuando nos separamos lo siguió viendo sólo por unos meses. Una vez, Juan volvió de su casa con marcas de dientes en los cachetes. A partir de ese momento decidí que no lo vería nunca más, a no ser que haga un tratamiento psicológico y con una trabajadora social de por medio. Pedí ayuda cuando sentí que estaba repitiendo la historia de mis padres. Yo no quería eso para mí... y menos para mi hijo.”
Miel es una de las tantas chicas que pasó por los grupos de contención de Noviazgos Violentos, subprograma de Asistencia a Víctimas de Violencia Doméstica y Sexual de la Dirección General de la Mujer del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires.
Con los meses y ayuda terapéutica mediante logró terminar con la violencia en su pareja antes de que su novio terminara con ella.
Son muchísimas las adolescentes que no pueden reconocer que están siendo maltratadas, hasta que sangran o se miran al espejo y advierten que en la última pelea su novio les dejó un ojo negro. Se amparan en frases del estilo “tenemos un amor muy pasional” o “es mi culpa, lo insulté y se enojó. Por eso me pegó”. Lo cierto es que la baja autoestima y la necesidad de refugiarse en un vínculo pueden ser los motores para mantener este tipo de relaciones.
El libro Poder hablar, de la Dirección General de la Mujer, describe la violencia como “un problema social que afecta a un alto porcentaje de familias de cualquier comunidad, niveles sociales y culturales. Estas relaciones implican un abuso y ejercicio de poder de una persona hacia otra ejerciendo cualquier tipo de maltrato. Los estudios demuestran que la adolescente que se encuentra en este tipo de situaciones no ha sido ajena durante su infancia a algún tipo de maltrato (físico, emocional o sexual).
Noviazgos violentos nació en el 2000, luego de que las autoridades detectaran una importante cantidad de llamadas al 0800 MUJER de adolescentes golpeadas y de sus madres que no sabía cómo hacerse escuchar. En el edificio de Carlos Pellegrini al 200, un equipo de profesionales y personal capacitado brinda atención telefónica a jóvenes de entre 14 y 21 que han sufrido o sufren violencia física (cachetazos, pellizcones, tiradas de pelo), emocional (insultos, manipulaciones), sexual (relaciones íntimas forzadas o bajo amenaza) y económica (cuando la víctima es obligada a darle dinero al novio). Una vez que la chica pudo contar cuál es su problema, es derivada a los grupos que funcionan en el Centro Integral de la Mujer Elvira Rawson.
Amores que matan. Quizás si Carolina Aló hubiese recibido ayuda a tiempo, su novio Fabián Tablado no le habría clavado 113 puñaladas en cada centímetro de su cuerpo. El crimen de esta adolescente oriunda del partido de Tigre –al norte de la provincia de Buenos Aires– conmocionó a la sociedad hace unos años. Sobre todo a cientos de chicas que comenzaron a vislumbrar en el destino de Carolina su propio destino.
Hoy la línea 0800 MUJER (68537) –que atiende las 24 horas– no para de recibir llamados de auxilio de niñas, adolescentes y mujeres golpeadas. En lo que va del 2008, la línea Te Ayudo ha registrado 73 llamadas de chicas menores de 21 años clamando por ayuda. Los equipos de contención atendieron a 142 chicas, contra 169 del 2007. El 65,5% de las mujeres que llaman al 0800 no han completado sus estudios y el 81,2 % tiene entre 15 y 22 años.
Los grupos –que son coordinados por psicólogos especializados en el tema– están divididos en adolescentes madres, adolescentes no madres y padres y madres de adolescentes con vínculos violentos, donde se busca establecer una relación positiva con el adulto responsable. Los concurrentes también reciben asesoramiento jurídico y, según la gravedad del caso, se realiza una evaluación de riesgo para dar las medidas de protección adecuadas. “En el caso de que haya riesgo, ingresa al refugio para mujeres víctimas de violencia. Por el momento no tenemos adolescentes”, señala Marcela Boschi, directora de la Dirección de la Mujer de la Ciudad de Buenos Aires. Cuando la paciente lo solicita, los psicólogos tienen una entrevista con su novio al que se le propone una derivación al programa de Hombres Violentos.
Si la violencia y cierto machismo no estuvieran tan arraigados en la calle y también en los medios de comunicación, la problemática tal vez sería menos grave. Una reciente campaña del Ministerio de Salud alienta a los varones de 16 a 39 años a ser “machos” y animarse a dar la vacuna contra la rubéola. No resulta sorpresivo e inexplicable que un joven de 17 o 18 años busque métodos –erróneos por cierto– para sentirse más macho.
“Muchas veces cuesta visibilizar la violencia en la pareja de novios. Hemos recibido chicas que se acercan al tratamiento por otros motivos y en el transcurso del mismo surge la situación de maltrato. La atención que nosotros brindamos es individual, familiar y grupal. La violencia es un modo de vincularse, una conducta aprendida y la victimización de la joven es una consecuencia de esta modalidad vincular. La violencia es cíclica, es decir que atraviesa diversos estadios, que no por ser conocidos no debamos mencionar: acumulación de tensión, estallido violento y luna de miel. Este circuito durante el noviazgo también se da, pero justamente por su condición de no convivencia cada estadio es más espaciado, así la acumulación de tensión suele durar bastante tiempo, luego el estallido aparece como algo circunstancial y la luna de miel oculta durante, también, bastante tiempo la reiniciación del ciclo. Generalmente en estas parejas de novios, cuando comienza la convivencia se va acortando rápidamente la distancia entre una fase y otra y la violencia se va tornando cada vez más grave”, explica la psicóloga María Beatriz Muller, presidenta de Salud Activa y organizadora de las Terceras Jornadas “Las complejas máscaras del abusador”, que se llevaron a cabo el 7 y 8 de noviembre en el Complejo La Plaza y en el Teatro Astral.
Mejor prevenir En su rol de educadora, la escuela debe intervenir cuando detecta situaciones de maltrato. Por esta razón, hace tan sólo unos meses el subprograma Noviazgos Violentos salió a la calle para meterse en colegios e instituciones barriales brindando charlas de sensibilización. Hace unos meses, una escuela de Villa Devoto se comunicó con la Dirección de la Mujer porque notaban que los alumnos estaban un tanto “violentos”. Boschi decidió hacer una prueba piloto del subprograma para bajar el nivel de agresión entre los adolescentes, e incluso entre una parejita de novios.
“La escuela es un espacio propicio para el diálogo con los chicos para mostrarles que hay otras formas de vincularse, otras maneras de amar, que están muy lejos de la violencia; por eso es importante crear espacios donde trabajar estos temas a través de talleres, actividades, lecturas que vayan abordando estos temas y logren crear en los chicos una percepción más clara de estas situaciones”, agrega Muller.
Las especialistas son optimistas y concuerdan al afirmar que mientras más joven sea el varón violento, más posibilidades tiene de revertir su situación; sólo tiene que sentir que esto que hace “le molesta, que quiere proceder de otra manera, y mediante un abordaje terapéutico, tanto individual como familiar y grupal, lo puede lograr”.
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