Vie 05.12.2008
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DISEñO

Camino al andar

Juan Gatti es, más que un diseñador de culto, un mito viviente. Estrecho colaborador de Pedro Almodóvar en la estética de sus films, integrante de la Movida española que revolucionó los años ’80, ahora ha sido convocado por la exclusiva firma Camper –que sigilosamente prepara la apertura de su sede porteña en Palermo– para darle su impronta a una línea de zapatos capaces de provocar el deseo irrefrenable de probárselos al mejor estilo Cenicienta.

› Por Felisa Pinto

El 2008 fue una vez más un año movido para Juan Gatti. Como cuando él define su febril actividad: “siempre estoy tratando de que no se caiga ningún platillo, como hacen los chinos en el típico acto de destreza, poniéndolos a girar, todos al mismo tiempo, cuidando con precisión milimétrica, que ninguno caiga al suelo”. La temporada madrileña empezó al festejar los 20 años de Mujeres al borde de un ataque de nervios, de Almodóvar con quien trabaja desde entonces. Hubo despliegue de exhibiciones y publicaciones de sus trabajos gráficos para el cine. A la vez, terminó su tarea en el último film del manchego, Los abrazos rotos. Y también, al mismo tiempo, firmó el afiche de La mujer sin cabeza, de Lucrecia Martel.

Y como si todo eso fuera poco, se convirtió en diseñador de una pequeña colección de zapatos producida por la etiqueta española Camper, de la que ya se perciben, desde hace pocos días, los primeros atisbos, instalada en la calle Malabia, del inevitable barrio de Palermo. Sin que todavía no hay presentación ni publicidad oficial.

“El año pasado, Ramón Uveda, responsable del costado artístico y diseño de Camper, a la vez que gurú y teórico del diseño gráfico español y autor del libro Sexo y diseño, me invitó a crear una colección para esta firma que existe como fábrica de zapatos y alpargatas, desde el siglo XIX. La invitación responde a la nueva imagen, filosofía y concepto de la etiqueta al transformarse en puente entre diseñadores y artistas, una fusión de arte e industria. Innovación que va desde los zapatos hasta la construcción de espacios nuevos como sus locales repartidos por todo el mundo, entre ellos Buenos Aires, y también hoteles que hoy, más que nunca pretenden reflejar nuevas maneras de vivir, como los que ellos han inaugurado en España adonde las mascotas tienen pleno derecho de admisión y en la modalidad del chill-out, se puede hasta fumar porros al atardecer. Me fascinó formar parte del proyecto, diseñando para ellos una pequeña colección de diez pares de zapatos, mitad para hombres y mitad para mujeres, de los cuales, el modelo Wedgwood en versión ballerina tuvo éxito en Madrid, durante el verano y el otoño”, resume Juan, añorando sus tiempos de diseñador de modas en Buenos Aires, al final de los ’60 y comienzos de los ’70.

Pie ilustrado

Para Gatti, siempre en la resistencia, la ideología básica del diseño de los clásicos Camper, responde a una estética medio hippie sobre formas ergonométricas que había que respetar. A lo que prefirió, en cambio, agregar humor, ironía y glamour, sus claves favoritas, a dichas premisas. “Difícil tarea para mí que soy fetichista de los zapatos de mujer, especialmente de los de Roger Vivier, o alguno sado-maso de Betty Page. Cuando no de los tacos asesinos de Manolo Blahnik”, se entusiasma Juan.

Se tuvo que enfrentar, a una suela de goma, y a tacos de tres centímetros, en vez de unos de 12, que es lo que él considera debe calzar una mujer para ser sexy, aun a costa de ir a parar al hospital.

Todas esas premisas mezcladas empujaron a Gatti a la solución de una historia radical y extremista, como le gustan a él. “En ningún momento tuve en cuenta el estilo ecologista y naturalista propio de la firma, sino todo lo contrario. Eché mano a ilustrar zapatos de cuero dorado, donde estampé, con gráfica realista, el dibujo de joyas, como homenaje a los que Vivier hizo con incrustaciones reales de pedrería en los ’50. Esta vez, en ese par mis dibujos están pintados.”

En otro modelo, las estampas son mariposas tomadas de bandejas de souvenirs brasileros, algo kitsch y románticas.

Y en otras, según confiesa el autor, se dejó llevar por reminiscencias infantiles, cuando ya se interesaba en ver los zapatos de las madrinas de bodas, luciendo modelos forrados con el mismo género del vestido de encaje. Para evocar ese modelo Juan imprimió el encaje en otro par, inspirado, a su vez, en los dibujos de la porcelana inglesa ultraconservadora de Wedgwood, trasladados a zapatos en forma de ballerina, sin tacos, que el pasado verano hicieron furor en las tiendas de Camper de Madrid. Las flores, rosas rojas, fueron impresas en la capellada en unas guillerminas carmesí, “dignas de Rosalind Russell”, según Juan. Pero contrastan con la suela ergonómica de caucho negro y les confiere la data de los tiempos y estéticas que corren.

Para los hombres, en cambio, pasó al conceptualismo en el caso de estampar imágenes urbanas que evocan calles rotas y rejillas de ventilación. Del paisaje urbano que tanto conocemos.

No falta un homenaje al Bajo porteño de antaño, cuando evoca tatuajes de marineros suecos y holandeses de la calle 25 de mayo de los años ’40. O su contrapartida, a los homeless del mundo, reproduciendo hojas de diarios, sección anuncios de empleos, en tonos de rosado. No se privó, por otra parte, de apelar al grafismo op-art de los ’60 en contrastes blanco y negro, quizá recuerdos del Di Tella en Buenos Aires, o la galería Denise Renée en París.

Los favoritos de Juan, en cambio, son los del modelo Rayos X, todo un homenaje a Ray Milland cuando dirigió y protagonizó al delirante que inventaba una poción mágica que transformaba a la visión humana en rayos X.

Huellas porteñas

Las huellas en la moda que Juan dejó en Buenos Aires no incluyeron nunca zapatos, hasta hoy en España. Son memorables, en cambio, otras que dejó en los ’60, en la muestra de vestidos que hizo para la galería de Nini Gómez, en la calle Tres Sargentos. O los excesos en ropa de fiesta, para la boutique Cielo, de Mercedes Robirosa, en los mismos tiempos. O en las colecciones Medio Luto, que hiciera con Noemí Vázquez, para Dedé y Kabala. O las gargantillas de cuero pintadas a mano para la tienda Etcétera, en plena fiebre ditellesca de la Galería del Este.

Su creatividad en materia de modas culminó su etapa porteña con los bolsos de mano y accesorios que creó junto a Osvaldo Thomas y Luciano Badía, antes de partir a Europa.

En estos últimos meses, allí ha vuelto a sus pasiones discográficas en un revival que incluye a Miguel Bosé, Alaska y novedad absoluta, las flamantes Nancys Rubias, grupo de travestis rockeros, también sus favoritos.

Amén de libros en marcha, uno del tamaño de “una casa prefabricada Tarzán, por su tamaño, que contiene la vida y obra de Almodóvar, para Taschen”, describe Juan entre agobiado y divertido, empujado a jugar otra vez a los platillos chinos, como es su costumbre.

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