Vie 05.12.2008
las12

El tiempo de mirar

Diez preguntas a Liz Jimenez, integrante del taller de fotografia de Ciudad Oculta, PH15

› Por Maria Mansilla, desde Tucumán

Liz Jiménez no conocía San Miguel de Tucumán. Llegó hasta acá por ser parte de PH15, la fundación que nació en el 2000 cuando un grupo de reporteros y docentes conocieron a muchos chicos y chicas de la Villa 15, Ciudad Oculta, con ganas de aprender fotografía. A través de los talleres, se abre una ventana para ellos; una ventana por donde mientras juegan de locales, cámara en mano, “miran espontáneamente lo que los rodea y lo que llevan adentro, expresan quiénes son y qué sienten a través de imágenes llenas de diferentes luces”, como dicen las palabras que son bandera de la fundación.

Liz Jiménez tiene 17, el año que viene termina el secundario. Llegó a Ciudad Oculta un tiempo después que PH15. Hoy es parte del equipo y más, es una de las talleristas que viaja adonde la inviten para enseñar a otrxs chicxs sus fotos y contar cómo sacar las propias: ni con celulares ni con aparatos digitales. Liz y sus compañeros van con un plan que de tan anticuado es experimental. Enseñan fotografía estenopeica, enseñan a sacar fotos con cámaras fabricadas con elementos accesibles como cajas o latas. Enseñan a mirar.

¿De qué manera cambió tu vida desde que integrás PH15?

–Conocí Rosario, y en Buenos Aires conocí muchos museos. Y está el contacto con la gente que ve las muestras: a veces se emocionan, lloran, nos felicitan. Para nosotros es gratificante. Además de estar haciendo algo interesante esto te hace crecer personalmente. Ahora me detengo a pensar antes de actuar. Antes era más impulsiva, era de mandarme de una. A través de esto cada vez que tengo alguna situación me tranquilizo, la analizo y después trato de resolverla.

¿Por eso de que no tomar fotos a lo loco sino pensar la toma primero, antes de obturar?

–Claro, te enseñan que es mejor detenerte unos minutos a mirar antes de sacar la foto. En la vida te ayuda para pensar antes de hacer las cosas. Me detengo a pensar cosas cotidianas importantes, relacionadas con la familia.

¿Cómo es tu familia?

–Mi familia somos mamá y yo. Nos llevamos rebién por suerte. Al principio, a los 14, se nos complicó porque estaba rebelde. Ahí justo empecé con PH, y bajé varios cambios. Mi mamá limpia. Ahora está en un laboratorio, está trabajando bien. Ella había ahorrado por mucho tiempo, así compró la casita donde vivimos ahora.

Para las y los chicos de tu barrio, ¿cuál es la diferencia de atravesar la adolescencia con alguna contención como la que puede brindar PH?

–Que haya un lugar donde nos podamos refugiar está bueno porque nos enseña a sobrevivir sin meternos en la droga ni a robar. Lo que te da es saber que podés contar con otras personas, eso está bueno.

Con mis amigas nos sentamos a tomar mates en casa, nos ponemos a charlar, les muestro mis fotos, les cuento que puedo viajar. Ahí se enganchan, cuando les digo: “Ahora me voy a Tucumán a una bienal de fotografía”. Se reenganchan, pero es por un momento nomás. Tengo que buscar alguna manera de engancharlas más. De mis compañeras de colegio, cinco son mamás. Es complicado para ellas siendo nenas y teniendo nenes poder sumarse, pero yo las invito a todas.

¿Te acordás qué cosas te enojaban en tu rebeldía de los 14?

–Sí. Con mi mamá me enojaba porque siempre me decía qué tenía que hacer, y eso no me gustaba. Después, lo que más me pegaba es este tema que ves a las chicas lindas, las chicas flaquitas y altas, de la tele o del barrio, y que vos no sos como querrías ser estéticamente y todo eso me producía un mambo en la cabeza y... ¡aaaaahhhhh!

¿Cuál fue tu primera gran foto?

–Me acuerdo que en esa época íbamos con el colegio a visitar la Reserva Ecológica y le saqué a la catedral de la Medalla Milagrosa. Después empecé a ver que era “un fotón”, como decía el profesor. No entendía mucho todavía pero ahora sí puedo decir que esa foto significó algo puntual, un pie para arrancar, para ajustar mi mirada, digamos.

¿Cambió tu mirada del barrio desde que lo ves detrás de una lente?

–No vivo hace mucho en ese lugar, vivo desde hace 3 años. Antes vivía en Florencio Varela, después mi mamá se había quedado sin laburo y cuando entré en ese lugar dije: “Uf, me quiero ir de acá, me quiero ir de acá, no me gusta”.

¿Qué te gusta mostrar de tu barrio?

–Trato de buscar esas cosas buenas y mostrarlas, como los juegos callejeros. Nosotros sabemos cómo nos miran. Queremos aprender a no mirar de la misma manera, a tratar de mirarnos todos iguales, y eso es lo que nos enseñan también en PH: que todos somos iguales. Que todos somos iguales y que cada persona vale por lo que es, no por lo que tiene.

El año que viene terminás el secundario, ¿querés trabajar como fotógrafa?

–Me gusta la fotografía, pero también el tema de la cocina y la música. Estoy enamorada de mi guitarra, de mi cámara también, de la cocina también, son las tres pasiones que tengo. Me gusta tocar rockanroll, Los Gardelitos y La Renga. En mi barrio se escucha mucha cumbia, mucha cumbia, de la casa de un vecino: cumbia, de la del otro vecino: cumbia, todo el día eso. Cumbia o reguetón.

¿Cuántas cosas dependen de ponerse las pilas y cuántas, de tener una oportunidad? Yo odio esa propaganda de Nike que dice: “Imposible es nada”.

–Creo que todo lo que una quiera alcanzar depende de que se te abran las puertas y que vos busques entrar, que luches por tu sueño, por lo que vos querés. Hay que luchar pero también hay que tener mucha suerte.

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