“GLADYS VOLVE. TE PROMETO QUE NO TE FAJO MAS!”, dice la remera de remeras Jamming que tiene otras prendas mal agraciadas como “Seguí leyendo esto mientras yo miro tus tetas” o “Busco sexo, y si surge, amistad”. Pero no es un chiste y —menos— uno más, el de Gladys, el de fajarla, el de pedirle que vuelva, el de prometerle que no se la va a fajar más, el de plasmar en una remera el círculo de la violencia que abre la mano para que la fuerza rompa con la igualdad de un varón y una mujer y que pide perdón para volver a fajar para volver a pedir, para volver a lastimar.
“Venía en un 29 cuando vi al tipo parado y cuando leí la frase me pareció que se pasaba un límite –cuenta Alejandro W. que vio la remera en viaje–. El mismo tipo, con la remera, estaba admitiendo la culpa de un delito.” De un delito que no lo convierte en culpable y ni siquiera en prófugo o en arrepentido o en invisible, sino de una violencia que se ostenta, se muestra, se pasea. Ponerse la camiseta es una acción declamativa de la época en que las bandas, los equipos y los sentimientos se llevan en el corazón vestido del cuerpo. El neomachismo ya tiene su remera. Otros varones, mientras tanto, están trabajando para desprenderse de su violencia legitimada.
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