ENTREVISTA
A poco de estrenar Mi vida después, una obra de teatro-documental con actores de su misma generación, esta multifacética treintañera grita de viva voz su gusto por la música, el teatro y la escritura. Lola Arias es algo así como una imaginadora constante de historias, canciones y poesía –un viaje en subte, una compra en el supermercado chino o una siesta de domingo puede dispararle situaciones que la inspiren–. Este fin de semana se podrá gozar de su fina estampa al frente de un proyecto musical con Ulises Conti.
› Por Laura Rosso
Lola Arias nació en 1976. Es escritora, directora de teatro, actriz y compositora de canciones. Fundó la Compañía Postnuclear, un colectivo interdisciplinario de artistas argentinos con el que desarrolla diversos proyectos de teatro, literatura, música y artes visuales. A fines de marzo estrena Mi vida después en el Teatro Sarmiento.
–Nací en el microcentro y viví mi infancia en un edificio de oficinas. Mi hermana y yo tirábamos cosas por el balcón: pedazos de muñecas, aparatos de ortodoncia y biromes a los que iban a trabajar, como dos francotiradoras. Durante mi adolescencia empecé a escribir más, a leer buenos libros en las clases de química, a estudiar actuación y fui parte de dos bandas de rock. Una era una banda de blues conmigo como la corista. Otra era un ensamble hippie con guitarra, piano y flauta dulce, cuya única presentación pública fue en el cumpleaños de los padres de uno de la banda. Cuando terminé el colegio, me puse a estudiar teatro de una manera un poco más seria y también Letras en Puán. Luego empecé a actuar, escribir y dirigir mis propias obras. Por un tiempo, la música fue algo puertas adentro. Y cuando ya casi tenía treinta años, decidí volver a cantar otra vez.
–Siempre me gustó escribir (poemas, canciones, relatos, cartas, listas de supermercado). Supongo que escribir es como tener otra vida donde las leyes las pongo yo. Cuando tenía nueve años tenía un diario íntimo donde escribía poemas, canciones o secretos en un idioma en clave que yo misma había inventado y que después no me acordaba cómo descifrar. Recuerdo un poema muy trágico que escribí luego de la muerte de mi tortuga y unas canciones malas con música robada de una película pero con letra mía. También hacía obras de teatro con mi hermana en el living de mi casa. Creo que todo lo que hice después fue seguir haciendo las cosas que me gustaba hacer de niña.
–Desde el 2004 trabajo con Ulises Conti haciendo la música de las obras. La música fue siempre algo muy importante en mis obras y Ulises logró darle a cada obra un sonido muy particular. En Poses para dormir hizo toda la música en piano, en Temporariamente agotado era todo con guitarra eléctrica. En el 2006 escribí una canción llamada El amor es un francotirador que fue el origen de una obra con el mismo nombre. Esa obra era casi un musical. Ulises tocaba guitarra eléctrica en escena junto con Andrés Ravioli en batería, y yo hacía uno de los personajes y cantaba. Luego decidimos editar el disco con las canciones y desarrollar un proyecto musical más allá del teatro. Ahora hacemos conciertos acá y en festivales internacionales de teatro y estamos componiendo nuevas canciones para hacer otro disco.
–No me gusta hablar de temas porque me hace pensar en una composición escolar. Como si uno escribiera obras pensando: composición tema “la vaca” o “el amor” o “los años setenta”. A mí me gusta pensar que cada obra pone en escena varios problemas, obsesiones, un cruce de ideas. Ahora estoy ensayando Mi vida después, una obra en que los hijos reconstruyen la vida de sus padres a partir de fotos, cartas, cintas, ropa usada, recuerdos medio borrados. Son actores de mi generación, nacidos en los setenta e inicios de los ochenta que miran el pasado con ojos de espía y se preguntan cosas sobre sus padres. ¿Quién era mi padre cuando yo nací? ¿Cómo era la Argentina cuando yo no sabía ni hablar? ¿Qué me contaron de esa época?
Cada uno tiene un enigma en su pasado. Carla Crespo es hija de un guerrillero que muere en combate antes de que ella nazca, Vanina Falco es hija de un policía que robó un bebé, Blas Arrese es hijo de un cura que dejó los hábitos, Mariano Speratti es hijo de un corredor de autos que militaba en la JP, Pablo Lugones es hijo de un bancario que trabajaba en un banco intervenido por los militares, Liza Casullo es hija de intelectuales exiliados. Cada actor se pone la ropa de sus padre y hace una remake de escenas del pasado para entender algo del futuro.
–Durante un tiempo me dediqué a hacer entrevistas con actores de mi generación preguntándoles sobre la historia de sus padres. Hubo muchas historias que me interesaron mucho, pero al final elegí las que me parecía que se complementaban entre sí y que componían una imagen de época.
–Los actores participaron mucho de la escritura de la obra. Algunas veces me contaban cosas en los ensayos, otras veces me escribían cartas, otras veces me mostraban sus fotos y sus objetos del pasado. Ellos fueron los que llenaron mi cabeza de ideas e imágenes de su vida.
–Inspiradores son las personas con las que trabajo, las nenas que viajan en ascensores, los serenos que se quedan dormidos en los halls de los edificios junto a un helecho y una cámara de seguridad, mis amigos, Cheever, los domingos que parece que el mundo va a terminar, Hall Hartley, mis padres, Velvet Underground, la persona que amo, todos los desconocidos que viajan conmigo en el subte los días nublados, la chica del supermercado chino que me mira con ojos de gillette, Rineke Dijkstra, los viejos que caminan en cámara lenta, etc., etc.
–Son muchas experiencias felices las que me dio mi trabajo. Como actriz me morí y resucité, me enamoré de mil personas, me di la cabeza contra una pared y no me pasó nada. Como directora, pude espiar las emociones de otras personas. Como escritora pasé muchas horas escribiendo y riéndome sola. Haciendo canciones, me di cuenta de que cantar es como teletransportarse en el tiempo.
–En dos de mis estrenos llovió adentro del escenario. Esto es un hecho surrealista que le debo a las pésimas condiciones de trabajo que tienen los artistas en este país. El primero fue en la sala Batato Barea del Rojas en el 2001 cuando estrenaba La escuálida familia. Empezó a llover sobre los actores y el público en medio de la función porque el agua de la lluvia se filtraba a través del techo del escenario. Los actores se limpiaron las gotas de la cabeza y el público se acomodó entre las goteras para seguir mirando la obra. Cuando la obra terminó, un técnico me dijo que si el agua hubiera caído sobre las luces podía haber terminado todo en un incendio. En el 2007 en el estreno de El amor es un francotirador en la sala Cancha del Rojas empezó a llover otra vez en escena. Entonces suspendimos la función hasta que parara la lluvia. Media hora más tarde hicimos la obra sintiendo la amenaza de que la lluvia podía volver a caer para electrocutarnos.
–Después del estreno de la obra a fines de marzo, me voy a Francia de gira con una obra que dirigí en Suiza y que se llama Airportkids cuyos protagonistas son ocho niños de diferentes países que viven temporariamente en Lausanne. Y de ahí me voy a Alemania a hacer una obra con una pareja de actrices mujeres que tienen una niña de 11 años y un bebé. A partir de agosto haremos una gira en Europa con Mi vida después y haremos varios conciertos también con Ulises en los festivales.
Y después, no sé. Supongo que voy a tratar de tener más tiempo para no hacer nada.
Lola Arias y Ulises Conti en El Nacional sábado 14 y 21 de marzo, a las 22 Estados Unidos 308
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