RESISTENCIAS
“Soy negra, soy colectora de coco, soy abuela: tengo triple identidad. Y soy quilombona.” Así se presenta María Nice Machado Aires, una de las dos representantes de un movimiento que en Brasil agrupa a casi un millón de trabajadoras rurales de Brasil. Sobre su trabajo de recolectora, el valor de la tierra y de la historia habla en esta nota junto a su compañera, María de Jesús Ferreira Bringelo.
› Por María Mansilla
“El tambor era el medio de comunicación que se usaba entonces, era como el celular”, explica Dijé a Las12. A través de la percusión, los esclavos que huían de las haciendas rastreaban el camino hacia el refugio que habían construido en el medio del monte los que ya lo habían logrado. La comparación le pertenece a María de Jesús Ferreira Bringelo, conocida como Dijé, en Buenos Aires, abrazada por un collar de canutillos de colores y las uñas pintadas de rosa chicle. Está participando de la jornada de pueblos y comunidades tradicionales de Brasil y Argentina. Ella es hoy el puente para comunicar su resistencia a quienes estén pasando una situación similar. Porque su pueblo, afrodescendiente, enfrenta prácticamente los mismos problemas que los de nuestras comunidades campesinas aborígenes y criollas: pobreza estructural, desalojos, desmonte, pérdida de cultura, violencia estatal.
Dijé no llegó sola. Vino a contar su experiencia junto a otra nordestina, también referente del Movimiento Quebradeiras de coco babaçu, agrupación que representa a un millón de trabajadoras rurales de Brasil.
Los paneles donde participan proponen hablar de “la resemantización de la identidad afro” y de “historia, etnicidad y conflicto”. Su compañera se llama María Nice Machado Aires y se presenta así: “Soy negra, soy colectora de coco, soy abuela: tengo triple identidad. Y soy quilombona”.
DIJE: –Antiguamente, los esclavos que huían se quedaban en el monte y formaba el quilombo. Era un lugar donde sembraban, construían sus casas y recibían a los que escapaban.
NICE: –Soy la cuarta generación que habita mi quilombo. Mi bisabuela fue esclava allí. Mi abuela nació bajo la ley de vientre libre y mi mamá creció sin conflictos. Ahora mi generación vive en un conflicto de una nueva forma: nos incendian la casa o la tiran con tractores, viene la policía, los terratenientes... El hombre que compró la tierra decía que un buey valía más que 100 negros, lo decía públicamente en la cara de nosotros. Vivimos la esclavitud de no tener dónde vivir.
NICE: –Claro, en el año ’79 la policía de Estado y el oficial de justicia iban a nuestra comunidad a decir que teníamos que desocupar, que la tierra no era nuestra sino de quien la había comprado. Pero no desalojamos. En nuestro país hay leyes, decretos y más decretos, pero la tierra no ha sido reconocida. En este momento nuestra comunidad no tiene problemas, pero el problema acaba cuando acaba para todo el mundo. Porque la lucha por la tierra no es sólo la lucha por la supervivencia, es la lucha por el respeto de nuestra identidad.
NICE: –Tenemos. Cuidamos que no derrumben las palmeras porque si las derrumban de qué vamos a vivir. Por eso, en las áreas quilombolas es donde mejor preservadas están. Siempre decimos: cada árbol tiene un morador debajo.
DIJE: –Sin la tierra no somos nada. La cosa más rica del mundo es la tierra.
NICE: –Los que están agrupados en la cooperativa cobran un real. Vendemos coco para pagar la carne, café, azúcar. Muchas cosas se obtienen de la huerta. También lo usamos para hacer aceite, leche... Una parte de la producción la vende la cadena Body Shop en Europa.
NICE: –Sí. Los hombres se van a ganar dinero afuera de la comunidad, se van lejos y las mujeres quedan en casa solas, con sus hijos y nietos. Por eso, muchas ayudan en los trabajos de la comunidad. Tenemos mujeres directoras de escuelas y de asociaciones.
DIJE: –Sí, hemos conseguido escuelas para las comunidades, estar documentadas...
NICE: –Pero nos preocupa la falta de prevención de la violencia. Lo mismo con las ligaduras de trompas: a veces la mujer tiene un bebé, dos bebés, y se liga las trompas, porque quiere o por falta de esclarecimiento de parte de los médicos. El planeamiento familiar del que tanto se habla no llega a nuestras comunidades. También le enseñamos a la gente cómo acceder a lugares públicos, muchos no saben ni cómo pasar la puerta. Todo lo que es burocrático les enseñamos: a escribir, a manejarse. Cómo colectar coco es lo único que no enseñamos porque ¡todo el mundo nace sabiendo! Sabe por dónde se cruza la selva, y que si está medio perdido mira al sol y comienza a volver a casa.
DIJE: –Sí. Hablamos con la gente, la ayudamos a rescatar su pasado. Muchos no se identifican, no reconocen su historia, y la historia es de los negros. Sabían trabajar la tierra, levantar un ingenio, hacer miel, plantar caña... Las mujeres sabían cocinar, eran costureras, alegraban la iglesia y cantaban. Vinieron para trabajar en la hacienda, pero nunca les pagaron. Entonces algunos huían y se iban organizando. Vamos por todas partes hablando de esto, incluso estuvimos en el Foro Social Mundial.
DIJE: –Cuando comenzaron los desalojos mataron a negros, pescadores, indios. Ahí también fue naciendo el movimiento de mujeres. Con las castañeras y otras colectoras formamos sindicatos, nos unimos a los movimientos sociales. Hoy tenemos una participación directa de 500.000 e indirecta de un millón de mujeres. Hoy no nos matan con pistoleros, pero electrifican alambrados, tiran veneno. Integramos el Movimiento de los Trabajadores Sin Tierra, el Movimiento de las quebradeiras de coco, el Movimiento negro y la Asociación de agricultura familiar. El MST es un movimiento mayor pero trabajamos juntos, nos ayudan a defendernos. Porque cuando nuestro movimiento comenzó, nadie era sin tierra.
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