PERSONAJES
Si la inseguridad se combatiera con el estilo Dubai, muchos famosos –como Susana– reconocerían que los delitos no son un problema (sólo) de otros.
› Por Luciana Peker
Susana Giménez hizo shock. Otra vez. Pero —ahora— no para una publicidad, para darse vuelta, para vender un jabón, sino para shockear con sus declaraciones haciéndose la Susanita que —cree— todas llevamos dentro. Susana es la tapa, la cara, la voz del pedido de mano dura re-convertida en grito inflexible. No sólo pidió pena de muerte con el latiguillo de matar a los que matan. No sólo se quejó —como hacía Bernardo— de que a las cárceles se entra por una puerta y se sale por otra (aunque seguramente no pispeó que nunca se sale igual, siempre peor, mucho peor) sino que fue por más. “Las cárceles de Dubai están vacías. Les pregunté a los policías por qué y me dijeron: porque acá los matamos a todos”, enrostró Susana su condición de viajada para hablar de seguridad pública.
La diva relató, ejemplificadora, que ahí la gente se pasea con relojes de 200 mil dólares. Y nadie se los manotea. Ella aprendió las lecciones sobre Dubai en un viaje que hizo de la mano de Marley en febrero del 2006 para que la gente mire por tevé la riqueza de un emirato árabe. Ahora ya sabemos que en Dubai tienen las cárceles limpias, que allá no se jode y que con Marley no sólo se tragan bichos. También se aprenden lecciones de Derecho Penal (y después critican la televisión basura).
No vamos a decir “¡qué barbaridad!, a la señora bárbara que hizo de su barbarie una gracia de la civilización platinada. Porque los que opinan contra ella ya dijeron que es una barbaridad ningunear a los derechos humanos como si fueran el enemigo de la gente decente (y como si gran parte de la inseguridad no fuera porque a nadie le importa que los excluidos se mueran o no tengan proyectos de vida a los que apostar) y los que opinan como ella —o vieron lo bien que medía en rating opinar como ella— ya están saliendo a bravuconear en una maratón mediática de Matando por un sueño.
Desde Moria Casán hasta Adrián “El Facha” Martel o Jacobo Winograd —que renació de su chizito— todos sacaron carnet de asaltados, violentados, heridos y hartos de estar hartos y pusieron el grito en el cielo. Aunque la inseguridad no es un globo inflado por los programas de chimentos. El miedo, el resentimiento y la violencia inenarrable de algunos delitos son parte de una sociedad violenta que (también) es violenta con sus caras más famosas (o sus allegados). El problema es si la voz alzada para pedir más violencia en cámara va a frenarla o, por el contrario, arengar a los tiros para que la calle sea cada vez más una disputa de todos contra todos. Y, en ese caso, a Susana no le va a pasar lo mismo que a cualquier vecina porque ella —también nos contó en estos días— tiene hasta las ruedas blindadas.
Pero para no dejarla sola, Moria salió a proponer una marcha. Ella no es una improvisada y ya había dicho (para defender el menemismo) que no le gusta ver cartoneros en la calle (tal vez le vendría bien pedirle a Marley un viaje abc1 por el mundo). Sin embargo, no logró ser elegida para llevar sus ideas a la práctica. Cuando se presentó a elecciones salió novena y ni arañó una banca de diputada. No es sólo que la embestida de Susana —y sus susanos— plantea mal un buen debate. El delito no es una cuestión de los otros. Y los derechos humanos —o garantías procesales— sí son un derecho de todos.
¿Qué tal si la filosofía del ojo por ojo, muerte por muerte, le tocara a ella: a Susana, o a ellos, a muchos de ellos? A los que creen que delinquir es sólo eso que hacen los pibes chorros mientras los famosos apenas se equivocan. El delito también rozó a Susana que, en 1987, compró un Mercedes Benz con una exención impositiva destinada a un discapacitado, el auto fue encontrado escondido (en 1991) en la estancia de su ex marido Huberto Roviralta y ella fue acusada de encubrimiento de contrabando. Y reincidió. “¿Qué quiere, padre, construir un Sheraton?”, le preguntó al sacerdote que tenía que beneficiarse con Su concurso telefónico del 0-600 pero denunciaba que le birlaban los fondos. Por suerte para Susana su enemigo fue Julio Grassi —que se hundió solo por su propio delito— pero su ex novio y socio Jorge Rodríguez fue procesado por administración fraudulenta. Moria tampoco puso en marcha el pedido de seguridad en la puerta de su casa. Su ex novio —Xavier Ferrer Vásquez— fue detenido por manejar un auto robado.
No es cuestión de perseguir con prontuarios, pero sí de ver quién es capaz de desistir de un juicio justo. La filosofía de la Tolerancia Cero con la que la derecha norteamericana aseguró haber limpiado Nueva York —by Rudolph Giuliani— predicaba que no había que perdonar ninguna falta leve para que no sucedieran delitos graves. Si la Tolerancia Cero se aplicara a la Argentina Susana podría haber estado presa. Si importáramos el sistema carcelario de Dubai o el método Giuliani —ojo por ojo y ninguna tolerancia a ningún delito— su reclamo la podría haber encontrado a ella del otro lado. Pero, por suerte, a Dubai fue a darse una vueltita con Marley.
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