MONDO FISHION
› Por Victoria Lescano
Ultimos gritos de la moda desde las pasarelas de París regidas por el prêt-à-porter.
El martes 10, Chanel, desde una pasarela pequeña, símil maqueta y menos ostentosa que sus anteriores gigantografías, presentó una colección con abundancia de negro matizado con el rescate de las camisas blancas con volados que solía usar mademoiselle Coco y que remiten a los gestos y la compulsión por los lazos del Beau Brummel.
El británico Alexander McQueen apostó por un prêt-à-porter años 40 –se vislumbró tanto en la silueta angosta de la sastrería como en una aproximación al New Look–, con faldas ampulosas. En unas y en otras se vieron estampas pied de poule con prints micro y maxi, abundancia de tocados, turbantes, sombreritos y pañuelos que parecían esconder algunos ruleros de alta costura; como complemento, bocas rojas de geisha. La colección culminó con estampas en rojo y negro y demostró una nueva apuesta por lo teatral, que desafía a los malos pronósticos de austeridad para lookearse .
Viktor and Rolf –ahora bajo el ala financiera del grupo Diesel– experimentó con los drapeados clásicos, aunque con variaciones no precisamente bellas. Algunas prendas lucían cual experimentos de estudiantes de escuelas o como bocetos del avant garde pasado de moda. Con un fondo de esculturas grecorromanas, las modelos pintadas de blanco –cual indiecitas cara pálida o mimos– fueron un bajón si lo comparamos con la fabulosa última presentación del dúo holandés la retrospectiva aplicada a muñecas que idearon para el Barbican Center en ‘08. Tal vez el traspié se debió a que de tanto experimentar con cuerpos de poupées de porcelana olvidaron considerar al cuerpo y las emociones de las mujeres.
Rei Kawakubo, la creadora tras Comme des Garcons, no escatimó siluetas oníricas, con modelos que llevaban rostros velados en redes de color rosa, maquillajes que denotaban situaciones de ensueño, prendas tan simples pero insólitas como superposiciones de un trench color arena sobre una tela de frazada, mantones en estampas con improntas folk. Kawakubo la llamó Wonderland y si bien la crítica no la consideró muy comercial, algunos expertos destacaron que además de creativa es una brillante mujer de negocios y que seguro las redes y los velos van a irrumpir en una pronta línea de remeras para sus tiendas.
En la pasarela de Yves Saint Laurent, la primera tras la muerte del modisto, que ya había vendido su firma, el diseñador Stefano Pilati rescató y reversionó varios de los hits en la historia de la casa. De un vestido que emula el célebre tuxedo para mujeres, la cazadora de motociclista devino en trench, de cuero negro. El leather continúa en un body de cuero y en corsés muy sentadores para llevar con fabulosos trajes sastre en raya diplomática y matices de gris. La locación fue el cosmopolita Palais de Tokyo y sin duda serán lucidas o copiadas por las parisinas elegante que montan a diario sus bicicletas, vestidas con faldas entalladas y sobre tacos altos. Pilati afirmó que la colección era una celebración de las prendas clásicas y atemporales.
En cuanto a los regresos, fueron noticia el desfile del chipriota Hussein Chalayan, un icono del estilo arty de fines de 1990, creador de trajes aeroplanos y de faldas que emergían de mesitas de café. Tras su retiro, que se debió a una quiebra y a que el sistema de la moda es cruel y no permite tropiezos, en la colección Earthbound sorprendió por el intento en incursionar en siluetas sexies, muy disímiles de las holgadas y asimétricas con que vistió a las modernas de comienzos de 2000. Su innovación pasó por el uso de textiles que simularon corsets que reproducían el torso femenino ligados a la ciencia ficción, pero también a simulacros con cemento concreto que evocaban a la Era de Piedra. Otra de las novedades fue el regreso de Romeo Gigli, un icono de la moda de 1990, ahora diseña y comercializa bajo el nombre “Io Ipse idem”, resultaron muy elegantes sus vestidos negros y las botas ceñidas y en color piel.
La inglesa Stella McCartney dejó a un lado el estilo deportivo con el cual aportó chic al jogging –diseña varias colecciones para Adidas– para volver a revisar los disparadores de sus primeros diseños fechados a fines de 1990: la sastrería y los vestidos viso. Quienes lo vieron de cerca la calificaron como una de sus mejores colecciones de los últimos tiempos y destacaron un vestido en seda y tules, que dejaba la piel al descubierto y cuyas mangas parecían flotar. Sus mangas denotaban un curioso tratamiento de corte y confección que McCartney explicó como consecuencia de un juego de armar y desarmar prendas para generar siluetas inéditas.
Del lado de las divas en pasarela, por un lado estuvo Jean Paul Gaultier con una colección cuya invitación circuló envuelta en una media de red. Por otro, en su línea homónima Karl Lagerfeld mostró cascos de piel para usar con i pods fabulosos para abrigarse y aturdirse con glamour. Y al cierre del colección de la Westwood, la madama de la crinolinas, los tartans, el punk couture, sorprendió con la colección “+5,” en señal de denuncia del calentamiento global, y también por la elección de su nueva musa, Pamela Anderson, la diva hot de Baywatch y a quien nunca antes se la vio tan bien ni tan vestida.
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