INTERNACIONALES
Para muchos, el best-seller de la alemana Charlotte Roche, que pronto se editará en castellano, es simplemente basura. Para algunas feministas, en cambio, Zonas húmedas es un manifiesto contra la tiranía de la higiene femenina.
› Por Milagros Belgrano Rawson
Grosero, vulgar y pornográfico. Eso y mucho más han dicho los críticos de Zonas húmedas (Anagrama, de próxima publicación), el primer libro alemán en encabezar la lista de los más vendidos del sitio Amazon.com, especie de Santo Grial para muchos escritores que buscan la consagración, si no literaria, al menos de mercado. La historia comienza cuando su protagonista, Helen, una chica de 18 años, es internada en un hospital por una herida posdepilatoria (los detalles del accidente son narrados al principio del libro). A Helen, este traspié le sirve como excusa para explorar su cuerpo, un viaje con profusión de descripciones escatológicas con camillas e instrumentos quirúrgicos como telón de fondo. Contra lo que algunos podrían pensar, su autora, Charlotte Roche, es una joven presentadora de televisión que durante varios años condujo un programa en el canal Viva, el equivalente alemán de MTV. Por su trabajo en conducción, en su país, ganó varios premios prestigiosos. En cuanto a su libro, bueno, los elogios no abundan. Si, por lo explícito de la narración, algunos ven en la novela ciertas dosis de Charles Bukowski o incluso de Michel Houellebecq, otros directamente la catalogan de literatura trash. Pero las cifras de ventas –un millón y medio de copias en 27 países– parecen confirmar que, a pesar de la repulsión que supuestamente provoca el libro, claramente ha tocado una fibra íntima en sus lectores y lectoras. Tan es así, que el canal de cable francoalemán Arte, especializado en arte y cultura, consagró un programa entero a este polémico libro. Uno de los críticos allí entrevistados afirmaba ofuscado que “cuando se tiene a una mujer joven y linda que evoca su gusto por la sexualidad anal no hay que ser un genio para descubrir que allí hay un texto con fuerte potencial comercial”. Justamente, muchos ven en el libro una mera estrategia de marketing y no un manifiesto a favor de una sexualidad libre y contra la tiranía de la higiene femenina, como pretende su autora.
En un reportaje en la revista británica Granta, Roche confesó no haber leído un solo libro en el último año. “Soy madre, mi hijo tiene cinco y es muy difícil encontrar tiempo para la lectura. El último libro que leí es El Gran Gatsby y terminarlo me tomó casi tres años”, declaraba cándidamente. Más allá de su pobre formación literaria, algunas de sus ideas son consistentes e incluso audaces, aunque no del todo novedosas. “Las mujeres estamos obsesionadas con la limpieza, buscamos eliminar las secreciones naturales y el vello corporal. Así que quise escribir sobre las partes desagradables del cuerpo femenino, las que huelen”, declaraba Roche a Granta. Su discurso suena convincente, sobre todo entre las filas feministas, muchas de ellas de la “vieja escuela”, aquellas que en los ‘70 descubrieron La mujer eunuco, y lo leían frente a sus maridos con cierto placer vindicativo. De hecho, al tiempo que proclamaba una guerra contra la “dominación del poliéster y el alambre”, como llamaba a los corpiños armados, ya en esa época, su autora, la feminista radical Germaine Greer, proclamaba que el olor, la sangre, el ruido y el vello abundante son las características de las “mujeres reales”. En cuanto a la depilación, este tema ha sido una gran preocupación para la autora de Zonas húmedas. Cuando tenía 20, según contaba en enero pasado al diario inglés The Guardian, Charlotte dejó de depilarse las axilas. “Aparecía en la tele en musculosa y el vello asomaba por debajo de mis brazos. Probablemente sea una de las peores cosas que una mujer puede hacer porque recibí muchos e-mails, sobre todo de mujeres, que decían que lo que yo hacía era desagradable y que no mirarían mi programa”, recuerda la autora. Al poco tiempo volvió a depilarse, “porque deseo verme atractiva y no quiero que la gente me tire piedras en la calle”, decía en un reportaje de la revista de política online Salon. “Y hay hombres a los que les importa un rábano si su esposa se afeita o no”, dice Roche, que con la publicación de su libro se convirtió, de la noche a la mañana en una celebridad, mucho más famosa que cuando estaba en la tele. Según el semanario alemán Stern, sus lectores son mujeres de entre 20 y 30 años, hombres de más de 50 y jóvenes parejas. Cuando no da reportajes, Roche recorre el país para dar conferencias sobre su novela. Son muchos, afirma Stern, los que no la leyeron, pero que asisten entusiastas al espectáculo que da Charlotte con su diatriba antihigienista y contra la cultura de la belleza, algo en lo que tampoco es una precursora. De hecho, a principios de los ‘90, la discutida Naomi Wolf examinaba en El mito de la belleza la forma en que los estándares estéticos han afectado la lucha de las mujeres por alcanzar la igualdad.
La madre de Roche era feminista, el tipo de mamá que hablaba de anticonceptivos y dejaba a su hija tener relaciones sexuales en casa a los 14 años. “Pero cuando yo veía las familias de mis amigas, observaba algo completamente distinto entre las hijas y sus madres, que les enseñaban que la vagina y la menstruación eran algo sucio”, declaraba a Salon.
Para la blogger alemana Celine Danckert, Roche se convirtió “en la representante de un feminismo de vanguardia que asume una sexualidad sin complejos”, un rótulo que le queda demasiado grande a esta escritora novata sin formación teórica –ni siquiera terminó el secundario, como confesó ella misma–. De todas formas, su discurso no deja de ser una bocanada de aire fresco en medio de tanta chick-lit de tapas rosas, con protagonistas perfectamente depiladas, exfoliadas y perfumadas que se acuestan con todos sin despeinarse y sin que se les corra el maquillaje.
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