UNA CANTANTE ALEMANANA CON VIH CRIMINALIZADA POR TENER SEXO
Las revistas alemanas se regodearon con la noticia: “Nadja Benaissa ha sido detenida por contagiar con el virus del VIH a su pareja, tras mantener contactos sexuales sin advertirle del peligro”. La causa desnuda la tendencia internacional a tratar a las personas que viven con VIH- sida como criminales. Casualmente, la mayoría de las personas que viven con VIH son mujeres.
› Por María Mansilla
Una cantante pop alemana realmente popular, ya que nació de un reality show, estuvo diez días detenida. Nadja Benaissa (26) no le dio un trompazo a un paparazzi molesto. Tampoco rompió todo una noche de furia en un hotel. Lo que motivó su detención no fue ningún capricho típico de una estrella de rock. Se la acusa de causarle “lesiones físicas” a un ex novio. Podría estar 10 años presa. “Ella me contagió el sida”, aseguró el chico. Dijo que ella se acostó con él sin avisarle que era una persona viviendo con VIH.
¿Por qué él, igual, no usó preservativo, buscaba un hijo? ¿Tenía Nadja la obligación de confesarle a cada partenaire sexual su diagnóstico? ¿Qué respaldo legal tiene el hombre para sentirse víctima? ¿Cómo sabe que la artista y no otra pareja o circunstancia motivaron la infección? ¿De qué forma son invadidos los derechos de Nadja? ¿La prevención no es responsabilidad de todos? ¿Vivir con VIH la convierte en una enferma crónica o en una criminal? ¿La judicialización de este caso y tantos otros permitiría, acaso, evitar más infecciones? ¿Nadja sería culpable de dispersar la pandemia en el planeta?
La música que hace bailar a Nadja en estos días se llama “criminalización del VIH”. Sería una canción de protesta: de protesta contra la persecución a las personas que un día recibieron un diagnóstico positivo. “La criminalización de la transmisión del VIH es una violación de los derechos humanos –señala la médica Mabel Bianco, de Feim–. Nadja fue presa por tener relaciones sexuales sin advertir su condición pero, en realidad, las personas con VIH no están obligadas a informar. Si se trata de usar preservativo, los hombres siempre deben hacerlo, incluso porque si ellos son positivos tienen más capacidad de infectar que el que tienen las mujeres, ya que el semen tiene más virus que las secreciones vaginales.”
En tiempos de la llamada feminización de la epidemia y de reconocer cómo la violencia de género también incide en ella, el caso alemán pasa a ser más que simbólico. “Cuando aparece el sida, la sexualidad, que siempre fue considerada del espacio íntimo, surge en el espacio público y se empiezan a visibilizar prácticas violentas y perversas con respecto a las mujeres”, interviene Liliana Pauluzzi, psicóloga y educadora, autora del libro Educación sexual y prevención de la violencia.
Si el VIH tuviera un rostro, sabemos que ese rostro sería el de una chica joven y pobre. “Sin embargo, no hay noticias de denuncias de mujeres infectadas a pesar de las dificultades que tienen a la hora de negociar el uso del profiláctico –acota Pauluzzi–. Al varón nadie le impide que se lo ponga. Esto muestra la inequidad hacia las mujeres, seguimos siendo culpables de todos los males.”
Alex Freyre, director ejecutivo de la Fundación Buenos Aires Sida, subraya que “el enjuiciamiento y la criminalización sistemática podrían afectar especialmente a las mujeres que no lograron acceder a servicios de salud reproductiva y fueron propensas a la transmisión materno-infantil”. Se refiere a que no faltan proyectos legislativos –sobre todo en los países más conservadores, incluso en regiones de Africa– que procuran condenar a la mujer VIH+ embarazada que no accede o no adhiere correctamente a los tratamientos para evitar la transmisión vertical. No se trata de una decisión arbitraria, se supone que no tienen la información suficiente o, por ejemplo, no tienen otra forma de alimentar a sus bebés que no sea dándoles la teta pese a que la leche materna es uno de los canales de transmisión.
La judicialización de los casos se está volviendo una tendencia internacional. Generó una sesión especial en el último gran encuentro de los actores contra el sida realizado en agosto pasado en México, incluso Onusida elaboró un informe advirtiendo a los Estados sobre la sanción de leyes persecutorias. “Demuestra que la criminalización desalienta la prueba del VIH, ya que el desconocimiento del estatus es lo que puede hacer que una persona sea considerada inocente”, explica el abogado Ignacio Maglio, de Fundación Huésped. De esta forma, las personas viviendo con VIH no sólo ven más limitado todavía el acceso a la Justicia sino también su derecho a la salud.
Hay, por supuesto, métodos más informales para condenar a las personas que viven con VIH. Patricia Pérez es secretaria regional de ICW Latina (Comunidad Internacional de Mujeres viviendo con VIH sida) y con sus compañeras de otras regiones, sobre todo de Centroamérica y Caribe, donde la incidencia de la epidemia es altísima, reconocen que “hay países muy duros con la personas con HIV especialmente con las mujeres: hay una cantidad de elementos discriminatorios y las situaciones se van agravando por la cuestión cultural y social, no específicamente por el tema del HIV”.
“No hay evidencias de que la criminalización de la transmisión del VIH tenga un impacto significativo en su propagación –concluye Alex Freyre–. De todas maneras, cuando se trate de una persona que maliciosamente transmita el VIH a otra con el propósito de hacerle daño, pueden y deben aplicarse las leyes penales existentes.”
La ICW es una de las organizaciones que tienen servicios de consejería: brindan asesoramiento sobre derechos humanos, acompañan, orientan a las personas, las informan. ¿Qué responderían a una consulta de Nadja? “No le vamos a decir qué hacer. Vamos a explicarle cómo ejercer la sexualidad responsablemente. Así como la persona que vive con HIV decide a quién decírselo y a quién no, dándole prioridad a su derecho a la intimidad, si estás en una relación y la otra persona puede correr riesgos, corresponde que se lo digas porque se juegan sus derechos. El tema es complejo: por otro lado, ¿cómo saber si una transmisión fue deliberada? –indaga Patricia Pérez–. Yo puedo enterarme hoy que tengo VIH y a partir de ahora me cuido y cuido a mi pareja, pero ¿cómo sé desde cuándo vivo con el virus? Por eso, cuando hablamos de las personas que viven con VIH también hablamos de la gente que no lo sabe y que tal vez está teniendo relaciones sin cuidarse. De todas formas, si las parejas usaran preservativo, si una persona que recibe una trasfusión pide que sea testeada, si se tomaran las medidas de bioseguridad, no estaríamos discutiendo asuntos como éste.”
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