Sáb 02.05.2009
las12

EL MEGáFONO2)))

La Iglesia ya no es un lugar de acogida

› Por Marian Pessah

En épocas en que Hollywood insiste en implantar la duda, la Iglesia Católica responde con hechos. Es evidente, la iglesia ya no es un lugar de acogida. Lejos quedaron aquellos capítulos que veíamos por televisión donde en tardes soleadas Laura Ingalls corría por esos verdes prados. Vengo leyendo con cierta preocupación el caso de Fernando Lugo, presidente de izquierda de Paraguay. Todo comenzó hace unos 10 días cuando una mujer lo acusaba de no asumir la paternidad de su hijo de 2 años y después que el ex obispo se cansara de negarlo lo reconoció y hasta se supo que el niño lleva el nombre de su abuelo paterno. Las cámaras de los noticieros mostraban mujeres paquetas horrorizándose de la visible y activa sexualidad de uno de los altos jefes eclesiásticos. ¿Dónde estaban esas mujeres cuando poco tiempo atrás, otro obispo –brasileño esta vez pero de la misma empresa transnacional– justificaba que era menos malo violar que abortar?

Me parece interesante analizar los gustos del infiel obispo. La madre del niño de 2 años, joven y de origen muy pobre, decía que él la había asediado hasta que finalmente ella acabó entregándose. Historia y palabras similares a las que leía –nuevamente– cuando apareció el segundo hijo del Padre Santo. Días atrás, en la lista de la Red Informativa de Mujeres de Argentina (RIMA) se discutía acaloradamente sobre un caso en Argentina de un adolescente de 15 años que mantenía un romance con una mujer de 40. Y ahora, qué nos sucede con un obispo que seduce a una mujer pobre y 30 años menor que él, le promete largar los hábitos –¿cuáles?– y tener una familia juntxs con muchxs hijxs. ¡Paren las rotativas! ¡¿Susanita cambió de sexo y yo no me había dado cuenta?!

Ahora entra en escena una segunda mujer, esta vez vendedora de detergente, quien, según los diarios, afirmó que durante un largo tiempo Lugo la asedió. Hoy quiere que el presidente paraguayo reconozca a su hijo de 6 años y que le pase dinero para poder saciar las necesidades básicas del niño. Ningún lujo, ¿no?

Cabe preguntarse si el presiobispo paraguayo, infiel a Dios, le apuesta al poliamor, o es el propio príncipe azul que ha desteñido.

Durante mucho tiempo las militantes de izquierda tuvimos que soportar que nuestros compañeros de lucha nos dijeran que primero había que hacer la revolución –que en ella no hay sexos– y luego vendría el momento del tema de la mujer y en el mejor de los casos de las mujeres. ¿Hay dudas sobre eso? En nombre de que nuestros intereses eran pequeñoburgueses, el actual presidente de Nicaragua, Daniel Ortega, violaba a la hija de su mujer y el obispo de izquierda de un pueblito muy humilde del Paraguay se pasaba seduciendo a las muchachas pobres que precisaban escuchar la palabra de Dios.

No hay dudas, hay hechos.

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