CRóNICAS
› Por Juana Menna
La peluquería Abel Concept ya había cerrado. Pero ella era una clienta de años. Así que, si aun veía luz tras las cortinas, podía golpear el vidrio de la puerta. Abrió Carla, una rubia menudita encargada de hacer brushing que algunos días tenía el pelo lacio y otro con rulos de buclera italiana que, según Carla, era mejor que las nacionales porque no quemaba el pelo.
Abel le dijo a la clienta “Nena, vení a darme un beso”, pero siguió muy concentrado sobre una cabeza a la que le estaba aplicando un “brushing progresivo”. “No, no es como un alisado porque es mejor que un alisado”, apuntó Abel con un peine fino, las manos con guantes de látex y los ojos protegidos por lentes oscuros como Johnny Cash en un mal día. Pero Abel no quería ocultar sus excesos sino, simplemente, proteger los ojos de esos líquidos que despedían vapores infernales y que, a cambio del alma indómita de una cabellera enrulada, devolvían un pelo lacio de ensueño.
Carla estaba peinando a una chica joven que había pedido reflejos tenues. Y Cristian, el otro asistente, espiaba cada minuto bajo la gorra de una señora de edad mediana para ver si el pelo recuperaba su color castaño mediano después que la señora se pusiera a jugar con agua oxigenada en su casa. “Verde como un potus me quedó la melena”, se lamentaba la señora mientras le contaba a la chica joven que así, como estaba, se había ido con las amigas a ver una obra de teatro a calle Corrientes pero que las viejas –“porque mis amigas son unas viejas mordaces como ellas solas”– la habían cargado tanto por su pelo herbáceo que la señora se volvió a su casa sin acompañarlas a comer pizza a Güerrín.
La clienta que había llegado tarde se entretuvo mirando revistas. La de Susana, por ejemplo, era un número especial aniversario. “Hoy tenemos una idea mucho más clara de la mujer que todas deberíamos tratar de ser”, proclamaba Su en el editorial, aunque no se detenía mucho a explicar a qué se refería. Pero luego vendía trucos de maquillaje para sacarse años, trucos de vestuario para parecer más estilizada, trucos de Alessandra Rampolla para comenzar fingiendo un orgasmo hasta quizás alcanzarlo de veras, así que estaba claro que la mujer “que deberíamos ser” para Susana también era “la mujer que debemos parecer”.
–Abel, no me gusta lo que me hiciste –se quejó la chica joven de los claritos.
Abel Concept se alejó de la melena de brushing progresivo y dijo: “Es que vos te estás mirando bajo mala luz”. Luego agarró un cepillo redondo y llevó a la clienta bajo una luz mitigada. “Vos querías algo suave, amor, y estas mechitas son de un dorado que te acentúa el corte en capas. Son naturales”, argumentó Abel con tono elegante mientras sostenía unas mechas con el cepillo.
La señora del pelo verde y la chica del alisado progresivo opinaron que la chica joven estaba divina. Ella pagó, se fue y a Abel Concept sólo le volvió la alegría cuando sus otras dos clientas se miraron con aprobación en el espejo una vez terminados sus trabajos.
Con la peluquería desierta, le aseguró a la clienta que había llegado tarde que le iba a cortar el flequillo “como a toda treintañera a la que se le viene la noche”. “Decí que vos sos agradecida de las cosas que te hago –pensaba Abel en voz alta– porque ustedes tienen que saber que uno las toca de la cabeza para afuera para que ustedes se acomoden de la cabeza para adentro.”
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