MUESTRAS
La muestra fotográfica Invisibles, de Helen Zout, rescata escenas de la historia nacional del poder fagocitador de los medios de comunicación.
¿La calle puede tornar invisibles a los que la habitan en un solo grito, caras extenuadas por el desasosiego que les arroja cada día? Chicos y familias ensambladas en plazas y veredas asoman como papeles recortados de revistas añosas, a quienes se los toma o borra según dispongan las urgencias políticas del momento o los prime time televisivos de campaña. La fotógrafa Helen Zout interpela esas omnipotencias que fragmentan a los excluidos hasta convertirlos en transparencias groseras. Los rescata en la muestra Invisibles, que se exhibe hasta el 12 de julio en el Museo Arte y Memoria de La Plata, dependiente de la Comisión Provincial por la Memoria.
Durante 2008 murieron cuatro jóvenes por presuntos suicidios en diferentes centros cerrados de la provincia de Buenos Aires. En el Centro de Máxima Seguridad de La Matanza, falto de médicos, enfermeros y psicólogos, dos jóvenes aparecieron colgados en sus celdas individuales, donde permanecían encerrados unas veinte horas diarias, sin espacio para actividades, como no fuera ver televisión durante cuatro horas, día por medio. Zout logró fotografiar las huellas de sus escritos en los azulejos. “Hoy renuncié a vivir. Estoy escribiendo en la oscuridad, hace unas horas se suicidó otro pibe, era un amigo mío. Vi cómo trataban de revivirlo, fue espantoso. Este encierro de mierda está acabando con todo”, lamentó Cristian Damián Caballero el 17 de noviembre de 2008, antes de suicidarse en el Centro Cerrado de La Matanza. El día anterior se había suicidado su compañero, Jonathan Candela, que escribió a la novia “Disculpá, mi amor, pero me ganó el encierro”. Jonathan estaba en el sistema desde los 13 años. La fotógrafa advierte: “En un país desigual no hay seguridad para nadie”,
La foto de Marta, una interna de la Unidad Penal 33 de Los Hornos, con su hijo en brazos, se pregunta a quiénes les será funcional el horror. “Cuando Marta ingresó a Los Hornos estaba embarazada. Su hijo Matías nació allí meses después, con un grave retraso madurativo. Hasta que la detuvieron, vivió con sus ocho hijos en el Gran Buenos Aires, en situación de extrema pobreza”, relata Zout. “Marta en la cárcel y los chicos de la calle pertenecen al mismo circuito de exclusión. Están condenados antes de nacer. ¿Podemos hacer algo para detener este circuito perverso? De los 400.000 menores de 21 años que no estudian ni trabajan, sólo un número muy reducido delinque –advierte Zout–. Sé que muchos de estos niños podrían ser excelentes seres humanos tan sólo accediendo a lo que nos promete la Constitución: vivienda digna, trabajo, salud y educación.”
–Hay una búsqueda de visualizar lo que se tiende socialmente a esconder debajo de la alfombra como una pretendida solución al problema, que al fin de cuentas no lo es y reaparece más tarde de la peor manera.
–Mirar la imagen detenida en una foto nos permite mirar a los ojos a ese niño al que cuando nos pide una moneda le cerramos la ventanilla del auto por temor a que nos afane, pero también porque tememos sufrir cuando vemos a un niño degradado, que no vive su niñez porque tiene que afrontar situaciones de una adultez agravada por el maltrato. ¿Cómo podemos esperar que ese niño no nos responda con violencia?
–Una mañana crucé la plaza San Martín y observé a policías haciendo una requisa entre los pibes que dormían miserablemente en la glorieta y les hablé para que no los maltrataran. De ahí en más comencé a relacionarme con los chicos. Y si bien estar con ellos me produce miedo a la pérdida, porque se encuentran en un estado de terrible fragilidad, por otra parte, me convence de que muchos chicos pueden salvarse hoy. En el medio atravieso estados de impotencia, porque sé que esas situaciones podrían resolverse con pequeños gestos individuales de cariño y buen trato, y con grandes gestos de decisión política, que no pasan por cambiar la edad de imputabilidad. Muchos chicos que vienen a la muestra se preguntan dónde viven esos 400.000 jóvenes, qué desean, qué sueñan. Una de las intenciones es manifestar que también la precariedad del presente y la falta de una perspectiva de futuro son inseguridades.
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