En el 2008, en un viaje a Honduras, tuve oportunidad de reunirme con Roberto Micheletti. Lo visité en su casa, en horas de la mañana, acompañando a otros funcionarios de ese país. Su casa es la de un personaje rico sin gusto por la estética. En el encuentro estaban presentes diputados, diputadas y funcionarias de diversas áreas. Con su gruesa figura, ubicado en un sillón desde donde controlaba todo el espacio, comenzó la reunión que incluía una multiplicidad de temas por conversar.

Lo vi actuar. En ese momento me pareció una persona agresiva (por las respuestas que daba con una fuerte carga emocional agresiva), dominante (él marcaba los tiempos de la conversación de acuerdo con su exclusivo interés), machista (su forma de dirigirse a las mujeres era fuertemente paternalista), poco inteligente y con clara conciencia de que ejercía el poder sobre cada uno de los presentes.

Y todos éramos conscientes (incluso yo había recibido la información poco antes de entrar a su casa) que estábamos ante el “hombre fuerte” que iba a conseguir ser el próximo presidente de Honduras. Bastó conocerlo para darme cuenta que era un personaje absolutamente desagradable. Desde hace pocos días sé, además, que es golpista y dictador (quien ocupa el poder después de haber destituido al presidente democrático Manuel Zelaya). Y en este instante, en este lamentable momento, sé que también es un asesino.

Conclusión: he conocido a un dictador latinoamericano, poco inteligente, dominante, golpista y asesino.

* Médico psiquiatra y especialista en psicología clínica.