PANTALLA PLANA
Una serie británica pone en jaque el universo adolescente, con personajes brutalmente reconocibles que oscilan entre el nihilismo, la inocencia y el sexo.
› Por Guadalupe Treibel
Desde hace rato, la histeria verde está de moda en las series teen de la TV argentina. El legado Cris Morena sumó canciones, ecología y peinados perfectos a una generación de huérfanos imposibles (con sus vestidos de marca) y vengadores del pasado, que se hicieron eco en otras producciones y canales (con soundtrack propio, claro). Así, el nivel de banalidad de los amores ATP quedó atrapado en el túnel del tiempo y, salvo por algún que otro flogger o emo, más besos y alguna loca referencia al sexo, el retrato televisivo de la juventud se mantuvo sano sanísimo, popero y cool. Mamá y papá, contentos. Pero no todo es Alicia en el país de las maravillas. No, no. Al menos, los pimpollos europeos parecen descocarse seguido y la TV británica no teme hacerse eco de los desbandes de las nenas de Bristol y sus familias cada vez más atípicas.
De ahí que el programa británico Skins haya revolucionado la programación del Viejo Continente y ahora, gracias al cable, haga pie para cachetear la propia. Porque la última (tercera) temporada reseteó staff y, con historias y personajes nuevos, continúa su delivery de drogas, sexo, gangs, tendencias psicóticas y rebeldía reloaded. En ese sentido, las chiquitas de 16 años son como Dr. Jekyll y Mr. Hyde mezclados en una batidora infartante: alienadas, (semi) adictas, con un despertar sexual a flor de piel y la experimentación a la orden del día, la inocencia es un lado B que aparece para mostrar que –en definitiva– son apenas adolescentes. La pasan demasiado bien, sí, y demasiado mal.
Pero la tira no juzga ni baja línea, como tampoco debería hacerlo el espectador que, a primer vistazo, ya reconoce en los diálogos una verosimilitud lograda. Y actuaciones adecuadas, donde la mirada (intensísima) de las y los protagonistas se cobra los silencios y los detona entre temas que musicalizan con actualidad y buen gusto. Porque en el mundillo Skins suenan los tranquilos M. Ward, Iron&Wine o Herman Dune, los bailables Lady GaGa, Little Boots y Glasvegas, Portishead o el ya clásico Joy Division. Ojo, que hay espacio hasta para Phil Collins, eh.
Con más de un galardón en su haber (el Bafta 09, por mencionar alguno) y rumores de película, la cuarta temporada comienza a rodarse en las próximas semanas conservando el elenco de la season 3 (que empezó a transmitirse por HBO Plus hace menos de un mes): la Effy introspectiva y complicada que bordea la depresión constantemente, que palia la soledad con altas dosis de sexo y es capaz de presentarse en el primer día de escuela –enfrente de todos sus compañeritos nuevos– de la siguiente manera: “Soy Effy y creo que mi mamá está teniendo un affaire”. Cara de nada, sin pestañear.
Luego está Pandora, la nena de mamá naïve, enamorada de un inmigrante ilegal africano, sin filtros a la hora de decir cualquier cosa. Así, cuando Effy le pregunta “¿Por qué somos amigas?”, ella responde –sin dudar–: “Súper simple. Soy tu amiga porque sos la persona más cool que existe y vos la mía porque hago cualquier cosa que me digas y ninguno de tus novios estaría conmigo porque soy inservible. Eso es todo”.
A ambas las acompaña Naomi Campbell, la supuesta idealista que se debate entre estar sola o con una de las mellizas, Emily. Y justamente aparecen Katie y Emily, físicamente idénticas; una extrovertida, la otra no; una popular y jodida, la otra una dulce lesbiana que no termina de salir del closet. Será la “mala” quien pregunte, cuando le anuncian que en tal fiesta de cumpleaños se jugará al Twister: “Genial. Pero ¿eso se puede aspirar?”. No, no exactamente.
Filmada en alta definición, la diversión hardcore no necesariamente excluye a padres y madres. Ausentes, hippies, infieles y preocupadas, el paneo pasa por todas las pieles y personalidades posibles. Por eso, como serie de culto en Europa, alegra ver producciones sensibles que pueden reflejar la crudeza de la actualidad sin omitir temas difíciles, desenvolviendo cualquier tabú para decir en primera persona. Como dijo el Los Angeles Times: “Todo luce verdaderamente bello. No sólo es creíble; alcanza momentos de poesía”. O el Philadelphia Daily News: “Algunos personajes ya empiezan a meterse bajo mi propia piel”. U otros medios: “Decadente y adulto, pero demasiado entretenido para volverse el apocalipsis de la semana”. Es que Skins no trata de tirar abajo la moralidad sino de comprender la brutalidad de los universos personales. La incomodidad abre nuevas ventanas que sacan a relucir los trapitos sucios del drama teen. Así sí.
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