MúSICA
Uniendo tradición y contemporaneidad va la cantante y compositora Yusa, que presenta su tercer y nuevo disco, mientras recrea la historia de sus canciones, de su vida, de su Cuba natal.
› Por Guadalupe Treibel
La oreja derecha carga una pluma en liviandad de aro, pero la ligereza no es anuncio, no; es contraste. Sobre el cuello, la pluma se mueve; sigue el ritmo de su voz... Es Yusa la que habla, una artista cubana que optó por apropiarse de todos los géneros y batirlos dulcemente. Un sacudón firme (de jazz, rock, sonoridades brasileñas y raíces cubanas), sin más bandera que la canción. “No soy militante de nada. Creo en los comportamientos y consecuencias de los actos”, (auto)define la mujer de afro para la que enunciar es marginar. “Prefiero ir cantando lo que pueda ser cambiado, sin etiquetarlo”, explica, consciente de su realidad de isla, orgullosa de su historia toda.
Pero las etiquetas no tardan en llegar y la suya lleva otro nombre propio. “Me dicen la Tracy Chapman cubana, pero es un dato infeliz. Será porque somos negras, porque estuvimos con o sin trenzas. Más allá de que es una gran compositora, venimos de tradiciones diferentes. Pero los musicólogos necesitan nombrar para catalogar y las etiquetas son sectarias; han perdido universalidad. Nada es mimético; si no, te conviertes en la repetición de la música de ayer”, argumenta –claramente– la artista.
Con flamante tercer disco, Haiku (el primero en ser editado en Argentina), el cancionero de 10 tracks fue la excusa perfecta para un megatour de varios meses y muchas, muchas ciudades, con sede en Brasil, Chile, Uruguay y –ahora– nuestro país. “Desde que vine a Argentina el pasado noviembre como bajista de Santiago Feliú, no paro de estar aquí”, cuenta ella y recuerda el Recital por la Memoria, la Verdad y la Justicia, festejado el 24 de marzo, donde tocó junto a Mariana Baraj y Mariano Tiki Cantero. Después, alguna fecha platense y un concierto en Notorius cerraron la visita.
“Me es muy cómodo estar aquí porque es el lugar donde la música de cantautor tiene espacio. Es muy parecido a lo que yo soy; compartimos muchas cosas culturales, de tradición”, explica una Yusa que admite la necesidad de estar cómoda, como en casa: “Extrañamente soy muy tímida ¡Pero no es una cualidad! Es un acto egoísta, es pensar demasiado en uno mismo”.
Quizá por eso la treintañera muere de miedo cada vez que enfrenta el escenario. “Me cuesta, pero es lo que soy y es lo que quiero; es la necesidad de ir contra uno mismo”, afirma contundente. Quizá por eso reniega de las relaciones superficiales. “Me gusta encontrarme con la gente, estar de verdad. Lo otro no tiene sentido.” Quizá por eso nunca pensó en irse de su La Habana natal, aunque reconoce estar-para-vivir-en-cualquier-lugar: “Es la suerte de ser cubano: tengo una educación que me permite convivir con cualquier sitio. Vengo de una sociedad que preparó mucho a las personas; con muy poco se tuvo que hacer mucho y eso también se aprende”. Un pie en cada realidad, siempre volviendo a casa.
Pero, como todo, el cancionero de la multiinstrumentista tuvo un principio anunciado en 2002, con su primer larga duración: el homónimo Yusa. Grabado en los estudios de Pablo Milanés, fueron 15 tracks de pura energía vital, donde la mixtura entre ritmos tradicionales y contemporáneos se hizo eco de la renovación musical isleña. Con toques de bolero, relax y jazz fusión, la carta presentación estuvo a la altura de las circunstancias. “Es un disco que adoro porque es intempestivo, nuevo. Son las primeras canciones, el querer hacer todo. ¡Tenía 15 temas y puse 15 temas!”, reflexiona.
Para el segundo, Breathe, dice no haber repetido viejos “errores”: “Pensé más, estructuré algunas cosas”. El resultado reforzó la idea de “nueva ola”. No todo es salsa en Cuba y, claro, Yusa lo sabe bien. Con suavidad y funk, muchos la compararon con Gal Costa y María Bethânia, con Joni Mitchell, con... ¡Jimi Hendrix!
Para el tercero, strike: La liberación. “Pude acomodarme y crear con comodidad”, asegura la virtuosa en bajo, teclado, percusión y guitarra que eligió titular el nuevo trabajo Haiku, como las composiciones poéticas japonesas que constan de tres versos de cinco, siete y cinco sílabas respectivamente. ¿El bonus? Que haya sido producido por Alê Siqueira, quien trabajara con Bebel Gilberto, Marisa Monte o Carlinhos Brown. Un dúo a prueba de balas.
“Traté de llevarlo a la intimidad, aprovechar la esencia musical. Asumí la forma del haiku que parte, casi siempre, de una estación del año para la creación. Incluso, el disco todo no excede los 35 minutos y tiene sólo diez tracks. Era todo lo que necesitada”, describe. Desde el detalle y minimalismo, el LP es la síntesis más acabada de la artista que –en la grabación– tocó absolutamente todos los instrumentos. Con sutileza, los ritmos se entrelazan con naturalidad. Rock, jazz, blues, Brasil y Cuba; todos unidos en la licuadora Yusa.
“Quiero que a mi libertad / no haya una razón que la distraiga”, saluda el primer tema, “Haiku de Paz”, y –así– inaugura el imaginario de la artista: hacer lo que quiera, donde quiera. No por capricho sino, justamente, para hacer gala de la libertad. Sin más, el amor hace su entrada con canciones como “No tengo otro lugar” (“Cada palabra que intento / no te alcanza”) o “Paris, Muy Bien” (“No crece amor sin misterio / Ni hay torbellino sin calma ni hay vida sin ti / Sigo buscando el pretexto para no salir de tus manos”).
“Cada disco representa la Yusa que era y soy en cada momento. Son etapas que uno va cerrando. Y va abriéndose a otras, porque ya tiene otras necesidades. Tengo una cosa buena: nunca he tenido que hacer música que la gente esperase y eso da libertad desprejuiciada”, sintetiza la mujer que tuvo que tropezar con más de una piedrita en cada principio.
Ojo, que el arte implica un dolor y para la cubana, la composición es (poco menos que) agonía: “Me cuesta llegar a ese momento porque me convierte en un ser solitario. El hecho de la creación es un acto completamente egoísta, ¿sabes? Porque tienes que separarte de la vida. Eres tú y el papel. Por eso, además de ser un deseo y una necesidad, es un acto tirano. Eso me violenta un poco pero, si no lo hago, si no termino, no hay Dios que me haga dormir”. Como ella misma define, cada tema es un parto y las contracciones crecen y crecen hasta que ¡zas! Se acaba. “Entonces deja de ser tuyo”, libera a corazón partido. ¤
A los 6 años, Yumisil López Bridón (alias Yusa) pidió su primera guitarra. Le dieron una de juguete pero la intentona no resultó. “No bien la toqué, les dije que me trajeran una con cuerdas. A mí, denme la de verdad”, rememora la ahora mujer de 35 años. “Para mi mamá, era evidente que iba a ser música”, asegura. Y aunque, por parte de familia materna, hubiese reuniones y canto, ella no vivió esa etapa. “Mi padres, nada que ver. Papá es marino mercante y mamá economista. Ella preparaba dirigentes y trabajaba en el Ministerio de Sideromecánica”, cuenta.
Así y todo, su afición se volvió vida cuando optó por entrar al prestigioso conservatorio Amadeo Roldán. Y, como se suponía, estudió guitarra. Pero, en pase de nivel, sufrió flor de embestida, cuando sufrió la discriminación de un profesor para el que su color de la piel y la música clásica no eran compatibles.
“Sufrí los embates de una sociedad que viene arrastrando prejuicios raciales. Hasta ese momento, no lo hubiera imaginado porque todas las familias son mezcladas. De hecho, en la mía hay de todo: españoles, franceses, indios, africanos. Es un tipo de reacción que me llamó mucho la atención. El conservatorio era un lugar de elite y yo había logrado entrar por mérito propio. Que te suspendan en tu instrumento es muy fuerte, sobre todo siendo primer escalafón. Pero tuve que lidiar con eso y, con 14 años, pensé en abandonar la música. No quería saber más nada. Que te digan que no puedes, te tumba”, cuenta.
¿Dónde pensó pasarse? Ni más ni menos que a la escuela militar, para estudiar matemática. “¡Me encanta! Porque, en realidad, es subjetiva ¿Quién dice que dos más dos es cuatro? Es una convención. Asimismo es la música. La música es pura matemática, el sonido, el aire, la vibración”, recalca con entusiasmo.
Pero el tropezón no fue caída y Yusa siguió en el conservatorio con un pequeño cambio. Se pasó de la guitarra al “tres”, instrumento cubano de origen rural, hasta el momento marginado y generalmente tocado por hombres campesinos. Con detractores, fue la primera en graduarse.
“Me enfrenté con otras realidad y aprendí. Y fue útil. No me siento frustrada para nada porque los golpes sirven para que uno aprende. Quizá necesitaba de ellos”, remata la intérprete y compositora que, de niña, practicaba tiro pero abandonó porque “no es un juego”. “Las armas son realmente peligrosas y sé lo que sucede con ellas”, asegura. Sí le quedó el afán por los deportes: atletismo, natación, entre otros.
Completita completita, la carrera de Yusa no es sólo sus tres discos solistas y su éxito por el mundo (Japón y Europa, al orden del día). En su ruta de vida acumula experiencias varias, como el jazz improvisado del quinteto de mujeres Quasi Jazz o el dúo con Domingo Candelario.
Ahorita mismo no se limita a sus propias canciones. Participa del grupo-proyecto Interactivo y, a pesar de tener peso propio, reivindica su condición de sesionista. Ese afán la llevó a compartir escenario con grandes como Lenine o Santiago Feliú, entre otros amigos. “Puedo colocarme en la posición de un músico de sesión porque soy público y, cuando eres público, puedo estar libremente en cualquier lugar”, asegura la chica que también ha hecho soundtracks para films y cortometrajes y música para teatro.
Y el interés sigue hasta la producción, con artistas que le “confían” sus trabajos para encontrar el sonido propio. “Los buenos productores tienen que tratar que el artista saque lo que es como artista. Cada cual tiene un modo de ser y una tradición”, argumenta. En Japón, por ejemplo, salió a la venta un compilado que hizo con jóvenes intérpretes de la isla, hecho con la idea de “presentar músicos menos afortunados en un sentido comercial”.
Al respecto, relata: “No siempre la música que sale de Cuba es la que la representa ahora. Buena Vista Social Club no es toda la música cubana. Es como si saliera de aquí solo el tango. ¿Dónde quedan las cuecas y los chamamés?”
Pero, a pesar de buscar sonoridades nuevas, Yusa reconoce las raíces y habla de ellas con profundo respeto: “Mientras vaya pasando el tiempo, las canciones van a ir asumiendo cosas del ayer, porque no puede ser hoy sin haber sido pasado. Creo que la música es deudora de lo que le precede. Pero cada artista tiene que ser consecuente con su tiempo. Lo demás depende de cada cual”.
Así, de ella misma depende su suerte. Y van multiplicándose los tréboles a fuerza de voluntad, perseverancia y canciones libres, liberadas, liberadoras. ¤
Yusa se presenta el domingo 20 de septiembre a las 21 en Café Vinilo, Gorriti 3780. Reservas 4866-6510 / Entradas $30.
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