RESCATE
Dos obras de teatro del mismo director, Silvio Lang, rinden tributo a dos poetas esenciales de la poesía sudamericana del siglo XX. Yo, Olga Orozco y Nada de Dios proponen un recorte en la poética y en la biografía de la argentina Olga Orozco y la uruguaya Idea Vilariño. Buena oportunidad para volver a escucharlas y también buena excusa para leer entre líneas lo que
sus voces siguen diciendo.
› Por Paula Jiménez
Las dos obras de teatro no parecen del mismo director y esto es, ante todo, un mérito: Lang eligió como punto de partida la figura de dos poetas, Olga Orozco e Idea Vilariño: dos poéticas muy distintas, dos mujeres muy distintas. El hecho de hacerlas coincidir en la cartelera porteña pareciera hacer eco de la coincidencia que las unió en el año ‘20 (el de su nacimiento) y en el sur del continente. ¿Por eso las eligió Lang? No sabemos. Lo que sí sabemos es que tanto Nada de Dios, como Yo, Olga Orozco, homenajean a dos poetas fundamentales del siglo XX. Y mientras que en Nada de Dios las composiciones austeras de Vilariño, son interpretadas con delicadeza por los actores, en Yo... el grandilocuente edificio de los versos de Orozco es soportado por una puesta de características ampulosas también. Las actuaciones y los recursos escénicos de Yo... tienden a crear una atmósfera de oscuridad, acorde con la indagación metafísica. Las obras en cartel demuestran una vez más que las dos poetas fueron leídas desde su piedra angular: para una la intimidad, para la otra inmensidad. Como dos caras de una misma moneda.
“En nuestras vidas el azar es permanente y el destino se nos abre en forma de abanico porque vale tanto lo que uno hizo como lo que dejó de hacer”, dijo una vez Olga Orozco. Y es quizás ésta una declaración de principios por la cual las responsabilidades sobre lo vivido y lo omitido son, en definitiva, una sola. Lo oculto acecha y la palabra o el acto son nuestra posibilidad de contrarrestarlo. Será por eso que la proyección de una voz como la suya ocupa tanto espacio. Su intención, la intención de los cantares de Orozco ha sido, sin dudas, llegar lo más lejos posible. Según esta autora, poesía y plegaria se parecen: ambas están al servicio de lo extraordinario y conducen a la elevación espiritual, no a su hundimiento.
Orozco, influenciada por el surrealismo, desplegó en su poesía imágenes oníricas que parecen venidas de otro plano. Y con sus versos buscó expresar sus intereses místicos o, más bien, su concepción transpersonal de la existencia; su poesía no abrevó de la experiencia directa sino de una instancia intermedia entre lo humano y lo divino. “Los Poemas a Berenice”, por ejemplo, dedicados a su gata muerta, fueron terreno fértil para plasmar una filosofía del más allá: “Pero también los dioses mueren para ser inmortales/ y volver a encender, en un día cualquiera, el polvo y los escombros”.
“Buscamos/ cada noche/ (...) entre tierras pesadas y asfixiantes/ ese liviano pájaro de luz/ que arde y se nos escapa/ en un gemido”, decía Idea Vilariño en “Buscamos”, para referirse al orgasmo. Y cabe mencionar que ni siquiera hoy es corriente que la poesía escrita por mujeres dé cuenta, con tal franqueza lírica, de vivencias tan íntimas y menos que estas vivencias lleguen a expresarse sin culpas ni regodeos. En “Seis” –por si nos queda alguna duda– dice: “Entonces/ todo se vino/ y cuando vino/ y/ me quedé inmóvil/ tú te quedaste inmóvil/ lo dejaste saltar/ quejándote seis veces./ Seis./ Y no sabés qué hermoso”. Los versos cortos, la agitación, no son sólo un procedimiento literario sino que reproducen una respiración que mucho tiene de sexual. Y lo que ella llamó escribir para sí misma es, quizás, haber preservado a su poesía de una mirada ajena que profanara su espacio sagrado. Y lo sagrado no existía para Vilariño más que en la palabra, porque de Dios ni hablar. En el documental Idea (1997), dirigido por M. Jacobs, declara: “Dios es un problema que no existe”. Y en la entrevista realizada por Poniatowska, esta última, afectada por la actitud de Vilariño, reflexiona: “Difícil entrevistar a Idea: no cree en las preguntas, no cree en las respuestas, no cree en nada. Hago las preguntas de cajón a las que responde sin entusiasmo, por cortesía y porque finalmente todos nos vamos a morir y eso tampoco importa”.
La polifacética Orozco se desempeñó como actriz de teatro y en los ’60 también como redactora de la revista Claudia; entre 1968 y 1974 confeccionó el horóscopo de Clarín. Esta actividad nos pone en la pista de otra pasión que marcó su obra: el ocultismo. Y al estudio de sus misteriosas artes se deben algunas de sus más maravillosas composiciones. En una entrevista, la poeta confesó haberse alejado de estos “juegos bastardos” –se refiere a la quiromancia y la cartomancia– y quedado tan solo con el de los versos. Pero estos juegos ya estaban arraigados en ella desde los 14 años, cuando se convirtió en discípula de una maestra que la imbuyó del mundo de lo oculto y le enseñó a leer los arcanos.
Para la circunspecta Vilariño, publicar sus poemas no fue una decisión fácil de tomar. El hecho de considerar a la escritura una actividad íntima y ajena a la escena pública, la enfrentó a una contradicción respecto del destino que se le iba presentando. En una de las pocas entrevistas que concedió, le confesó a Elena Poniatowska haber escrito versos sólo para sí misma. Vilariño, además, rechazó varios premios, entre ellos la tan codiciada beca Guggenheim y su indiferencia hacia la crítica literaria y a cualquier legitimación externa la mostró como una poeta atípica, al margen de la banalidad que en muchos casos preocupa a los artistas. “Así como me importa el juicio moral sobre mi conducta –política, gremial, etc.– nunca me importó lo que se dijera sobre lo que escribo. Nunca me sirvió de nada. Recuerdo haber atendido una observación de Onetti, otra de Claps, una de mi hermana. Eso es todo.”
Idea Vilariño nació en Montevideo. Perteneció al grupo Generación del ‘45, del que formaron parte Juan Carlos Onetti, Mario Benedetti, Amelia Berenguer y Gladys Castelvechi. La autora de los célebres versos de “Ya no”, dedicados a Onetti (Ya no estás en un día futuro/ no sabré dónde vives, con quién/ ni si te acuerdas.// No me abrazarás nunca como esa noche, nunca. / No volveré a tocarte. /No te veré morir”) y de otros grandes poemas de deseo y decepción, quedó situada, para el público mayoritario, del lado de la poesía amorosa. Pero Idea fue algo más. Para A. I. Larre Borges, amiga íntima: “lo político se introdujo sin grandes conmociones en su obra. En parte porque la atención a las injusticias estuvo presente desde el inicio, en parte porque los temas que el momento urgente hace ingresar a su poesía no alteran su sistema estético. Tampoco suponen el abandono de otras líneas temáticas, o la entrada a una poesía por etapas”. Vilariño recuerda de sus años de mayor compromiso político aquella imperiosa necesidad que la compelía a escribir: “En un país que vegetaba, o se pudría opacamente, y en un medio literario que seguía el mismo camino teníamos una tarea cultural convencional y alineada, pero necesaria y creadora, entre las manos”.
Olga nació en Toay, La Pampa y, ya mudada a Buenos Aires, se recibió de maestra. Muy joven ingresó al grupo Tercera Vanguardia al que pertenecía también Girondo, marido de Norah Lange con quien la poeta forjó una fuerte amistad y a quien describió como a una “excelente prosista, injustamente ignorada” (esto recuerda a las palabras de Eleonora Carrington sobre el papel asignado a la mujer en el surrealismo: “son las que les sirven el café a los surrealistas”, dijo la pintora).
Ganó, entre otros, el Premio de Literatura Latinoamericana y del Caribe Juan Rulfo y publicó en vida más de una docena de títulos. Desde lejos, Las muertes, Los juegos peligrosos y La oscuridad es otro sol fueron editados por Gonzalo Losada tras una enfática recomendación de R. Alberti que la incluía a ella y a E. Molina. Contó en una entrevista la poeta: “Losada era un amante de la poesía, se interesaba poco en que la editorial fuera un comercio. Cada libro que a él le interesaba se convertía en una flor para su ojal”. Recientemente Ediciones en Danza, otra editorial que, como la Losada de entonces, se preocupa mucho más por el arte poético que por las ventas, acaba de editar una antología de poemas de Orozco titulada El jardín imposible.
Nada de Dios,
Artefacto los viernes a las 21.00.
Yo, Olga Orozco,
El Excéntrico de la 18,
los sábados a las 21.00.
(Versión para móviles / versión de escritorio)
© 2000-2022 www.pagina12.com.ar | República Argentina
Versión para móviles / versión de escritorio | RSS
Política de privacidad | Todos los Derechos Reservados
Sitio desarrollado con software libre GNU/Linux