OPINIóN
La ley del patrón
“Patrón, esa sombra que tirita en sus galpones, huella y harapos, comiendo a veces...
Patrón, mujeres son...”
por Diana Staubli*
“¿Pero por qué hacen tanto escándalo por una chinita?” dicen que preguntó Simón Hoyos cuando lo trasladaban esposado a la comisaría. Y tenía razón. ¿Por qué? ¿Por qué creer que Hoyos es un monstruo solitario, ajeno al estilo local, en donde las violaciones son justificadas por muchos con variadas interpretaciones antropológicas sobre las supuestas costumbres de iniciación de niñas en los pueblos indígenas, que sin prejuicio alguno adoptan los amos blancos?
Si acá nomás, el poder de ciertos apellidos y adinerados bolsillos oculta un crimen feroz contra una mujer con la complicidad policial y de la Justicia, ¿cómo no creer en esos relatos de horror de niñas, mujeres jóvenes y ancianas, allá lejos, en medio del paisaje andino?
El Patrón, el marido impuesto, el hermano, el primo, el padrastro... Todos tienen derecho a la violencia sexual, a poseerlas como se posee una vaca o una gallina.
Y así, de generación en generación, testigos resignadas de la historia que se repite en sus hijas, a ninguna se le ocurre reclamar. Porque el juez, el marido, el capataz, cualquier hombre, es más poderoso que ellas. “Cualquiera es también Patrón.”
¿Cuántos casos semejantes pero que no fueron atrapados en un hotel alojamiento conocen este u otro juez de las provincias norteñas? Sólo de oídas, porque la mayoría no llega a sus despachos, porque la Justicia no es parte de la educación y forma de vida de aquellos que son oprimidos tanto en el campo como en la cama.
La Justicia es del Patrón. Así como la casa en donde viven, la comida que comen, la ropa que visten. Y los golpes, y las violaciones. En definitiva, la muerte cotidiana es parte de la rutina de estas mujeres, que tratadas como mercadería sexual son abusadas no sólo en la penetración violenta por el sexo del varón sino en la imposición de la esclavitud de vientre, condenadas la mayoría de ellas a parir un hijo tras otro, arriesgando su vida, criando desnutridos y analfabetos, nuevos esclavos para el sistema.
“La hice mujer”, expresó nuestro héroe norteño después de desflorar salvajemente a una niña de doce años.
Así, con una expresión parecida, un director de un centro de salud del conurbano bonaerense me justificó las violaciones a las que eran sometidas las niñas en una villa de emergencia, y los consecuentes embarazos. “Se hacen mujeres, son personas, se sienten reconocidas.”
Llama también la atención, cómo aquellas organizaciones poderosas que dicen representar a las mujeres y que claman por la “vida desde la concepción” guardan silencio. Es que son parte de lo mismo, y así lo demostraron en el último Encuentro Nacional de Mujeres, justamente en Salta, en donde las “patroncitas católicas arrearon a la peonada” y ante una señal determinada, mujeres de tez cobriza con la mirada ausente levantaron la mano en contra del DIU, las píldoras anticonceptivas y el aborto.
Como también guardan silencio aquellos diputados nacionales que durante el tratamiento de la Ley de Delitos contra la Integridad Sexual insistieron con la figura del “avenimiento”, mediante la que el violador puede ser perdonado si se casa con su víctima. Y ni qué hablar del Consejo Nacional de la Mujer, ni del Consejo del Menor, o del Ministerio de Trabajo indiferente a la precariedad laboral de la madre de la víctima, seguramente trabajadora en negro durante todos estos años.
Silencio de los amigos. Silencio de la Iglesia. Silencio en la siesta salteña. Sólo la peonada habla a través de los medios, creída tal vez que al fin ha llegado la justicia porque el patrón está preso, sin caer en la cuenta de que no es el único de los alrededores...
Pero a pesar de todo esto, de los silencios y complicidades, del oscurantismo que el patriarcado nos impone aquí y allá, a pesar de todo, las voces de las mujeres se alzan cuando pierden el temor.
Denuncian. Marchan. Y ya sabemos... cuando las mujeres comienzan no se las frena fácilmente.
“Patrón, una sombra y otra sombra hacen tormentas, y el vendaval no tiene rienda.
Patrón, no hay quién las detenga,
Mujeres son...”
* Especialista en Violencia de Género. Dirigió, junto a Marcela Rodríguez, el Centro de la Mujer de Vicente López.