ESPECTáCULOS
Gloria está ahí
Gloria Carrá fue la Señorita Maestra hace unos cuantos años, y muchos otros personajes televisivos. Pero pasada la frontera de sus 30, su carrera dio un vuelco. Ahora es una mujer policía en la obra Bésame mucho, de Javier Daulte.
› Por Moira Soto
Nunca es tarde cuando la dicha es buena, sobre todo si se tiene poco más de 30 y esa dicha tiene que ver con romper el cascarón –protector pero restrictivo– y destrabar el propio potencial, darse una segunda oportunidad desde la libertad y la intrepidez. Las lectoras de este suple que crecieron –o vieron crecer a sus hijas– viendo “Señorita maestra” a fines de los ‘70, comienzos de los ‘80; que no pudieron resistir “La banda del Golden Rocket” en los tempranos ‘90, o que se animaron con “Verano del ‘98”, se pueden llevar flor de sorpresa viendo a Gloria Carrá en Bésame mucho. En esta fascinante pieza acerca de “un grupo de uniformados que quieren lo mejor para quienes quieren lo mejor”, como la define su autor, el prolífico Javier Daulte, Carrá brinda gran actuación como la policía Costa. Pero sin el menor protagonismo, una más en un elenco muy afinado, haciendo un personaje exento del menor glamour. Bésame... se ofrece los viernes a las 21.30 y los sábados a las 22 en el Teatro del Pueblo. Por otra parte, muy pronto la nueva Gloria Carrá estará interpretando, paralelamente, junto a Héctor Díaz (La escala humana, Faros de color) la nueva creación de Daulte, ¿Estás ahí?, cuyo estreno está previsto para fines de marzo.
Sin maquillaje, los rubios rizos de toda la vida, vestida con extrema sencillez, Gloria Carrá busca palabras que expresen esta suerte de enamoramiento actual de una profesión en la que la iniciaron siendo muy niña y en la que se mantuvo hasta el año pasado –salvo extensiones escénicas de programas exitosos– dentro de los límites del universo televisivo. En algún momento de la charla se toca el tema de la belleza y el perfecto estado físico que se exige particularmente a las actrices. Carrá se rebela contra las caras y los cuerpos seriados, cree que todas las mujeres pueden ser lindas si están bien en su piel. Cuenta con toda naturalidad que después de amamantar a su beba –que ahora tiene cuatro años– se dejó influir y se puso siliconas en los pechos. Y no se reconoció, se sintió como si hubiese falsificado su cuerpo, volvió al cirujano –que no lo podía creer– y se las hizo quitar. “Es muy difícil sustraerse a esta presión, especialmente si estás en la televisión. Una vez en el supermercado, yo estaba con un poco de pancita, como le puede pasar a cualquier mujer. Y una mina me preguntó si estaba embarazada. Cuando le dije que no, casi se ofende. Entonces yo quise saber: ¿Vos nunca tenés panza, acaso? Y ella: Pero vos sos actriz. ¿Qué tiene que ver todo eso con armar un personaje, rendir bien en mi trabajo? Me ha sucedido que me llamen por la posibilidad de un papel televisivo, y la primera pregunta sea: ¿Estás linda? Yo ahora me siento linda, pero por algo que me sale de adentro, que me completa...”
–Tal como parece desde afuera, ¿hay un antes y un después de Bésame mucho en lo profesional?
–Sí, claro. Hay también un antes y un después en mí como mujer, como persona. Un cambio grande llegando a los 30. Habiendo trabajado correctamente en la televisión, incluso habiendo tenido algunas oportunidades interesantes, yo sentía que algo me faltaba, un paso más allá. Y me parece que lo estoy consiguiendo con mucho trabajo, estoy enesa dirección que buscaba, algo se está aclarando. Tampoco es que de pronto tomo conciencia y me pongo en marcha. Momento a momento voy descubriendo cosas que me identifican. Como hice televisión desde chiquita, no tuve oportunidad de elegir, de reflexionar. Durante mucho tiempo, actué sin haberme preparado, recién a los 27 empiezo a estudiar. Ahora tengo 31, de modo que no es mucho tiempo: un año con Carlos Gandolfo, año y medio con Julio Chávez. Después apareció Javier Daulte, con quien hace dos años que trabajo... Así empezó a abrirse un abanico de posibilidades, fue como un despertar. Me di cuenta de que quería más, más... Y ahora ni loca dejo de estudiar.
–Esta transformación a través del teatro más experimental, ¿te cerró un poco las puertas de la tele, más allá de tu reciente chica mala en 1000 millones?
–Me parece que en este momento no soy un producto que les interese. En parte quizás ocurra porque no doy notas a programas de TV de chismes, no me gusta figurar en esos espacios. Mi actitud es poco vendedora, no busco promoción...
–Tu participación en “Culpables”, como la novia de Florencia Bertotti, ¿no te abrió la oportunidad de componer otro tipo de personajes?
–Pudo haber sido, pero yo sentí que ahí no hubo suficiente lugar para mí, para el desarrollo de mi personaje. Francamente, le fui a pedir trabajo a Adrián Suar, y eso fue lo que obtuve. Porque si bien esto del teatro como lo estoy encarando ahora me apasiona, obviamente no me da para vivir. En la televisión contás con un sueldo, y me gustaría tener la chance de elegir con un poco de rigor porque es el trabajo que me procura plata para criar a mi hija, para solucionar la vida práctica.
–Cuando empezaste de tan chica en la TV, ¿cómo te relacionabas con ese mundo de ficción que, de algún modo, tenías que separar de la realidad?
–Estuve de los 8 a los 12 en “Señorita maestra”, así que la parte argumental se me mezcló un poco con el colegio, en donde empecé a ir un poco mal. Porque grabábamos todos los días y los fines de semana salíamos de gira. Además, mi papá murió cuando yo tenía 5 años, y muy rápidamente comprendí que lo que hacía era un trabajo. Aun cuando lo tomara como un juego, yo sabía que de eso se vivía en mi casa, mi mamá y yo.
–¿Un juego que te exigía aprender letra, cumplir horarios?
–Sí, era muy consciente de esos aspecto, y muy responsable, aunque no siempre estuviera tan dispuesta: de pronto, no quería trabajar en verano cuando todos mis amigos iban a la colonia, a la pileta...
–En esa primera etapa, ¿tuviste algún maestro o simplemente te llevaba la corriente?
–Me llevaba la corriente, en líneas generales, aunque al empezar me tocó con Marta Reguera, que era una buena directora. Pero en lo que respecta a lo mío, leía el guión, después mi mamá me lo tomaba y allá iba... Creo que siempre me manejé desde la sensibilidad. Ahora, por supuesto, tengo otras herramientas. Durante bastante tiempo, en un punto seguía siendo yo misma, añadiéndome algunos rasgos que caracterizan al personaje de turno.
–¿En qué momento empezás a construir realmente los personajes?
–Hace muy poco. Te diría que en televisión la primera vez que me jugué a hacer un personaje totalmente ajeno a mí fue en “1000 millones”. Comencé a inventar y los disfruté mucho, me metí a hacer algo que desconocía hasta ese momento. Y por supuesto, ahora en el teatro, con la Costa de Bésame mucho. La fui construyendo en todos los detalles, incluso en su estilo un poco piruchi. Te puedo decir que a los 30, afortunadamente, redescubro el mundo de la actuación.
–Vos, que venías de toda esa cosa inevitable de la tele –figurita famosa, pelea por el cartel, etc.– hiciste un cambio radical: en elprograma de mano de Bésame mucho hasta aparecés siguiendo el orden alfabético, entre intérpretes menos conocidos.
–Mirá, la televisión te da y te quita: tener una cara conocida en ese mundo a veces hace que muchos directores no le elijan para ciertas obras o películas. Para mí, Bésame... fue el desafío de mi vida, rodeada de un muy buen grupo, con Javier Daulte, que además de ser tan talentoso es una persona encantadora. A la gran experiencia en Buenos Aires se suma el hecho de viajar –estuvimos en Rennes, vamos a viajar a otros países–, entrar en contacto con otro público. En Francia, la reacción del público fue increíble. Trabajamos en una catedral medieval que opera como teatro, con subtitulado y no sabés la velocidad con que entendían los chistes, el fervor de los aplausos. Ahora que reestrenamos aquí, ¿sabés lo que me pasa con Bésame...?, que estoy detrás en algunos momentos esperando para entrar y me muero de risa. Todavía me entretiene, me sorprende.
–¿Cómo te sentías al empezar a estudiar ya con una carrera detrás?
–Sinceramente, me daba miedo, me parecía que se iba a notar que no sabía nada... Me daba aprensión que me prejuzgaran, que se hablara de autores y yo no estuviese al tanto. Y nada, que todo se aprende. Yo un poco tarde pero con todas las ganas. Después de Gandolfo y de Chávez, que me sirvieron mucho, empecé a sentir la necesidad de cruzar algo, una frontera. Un amigo que estaba ensayando Gore me hablaba mucho de su autor, Daulte, me sugirió que lo llamara. Lo hice, entré, me sentí muy cómoda. Pero todavía me faltaba un clic, sentir que de verdad me jugaba. Y al año siguiente, sucedió. Lo noté muy fuertemente en un ejercicio, también los marcaron ellos –Daulte, Alejandro Maci– ; fue como una entrega, un perder la conciencia sin importarme el riesgo. Pasaron cosas que no controlé a nivel consciente, directamente sucedían, con mi cuerpo, con mi voz... Creo que toda experiencia tiene que ver también con la confianza: saber que, hagas lo que hagas, el otro va a estar ahí, para responderte, lo mismo de mi parte. Esto me lleva cada vez más lejos, sin temor y sin cálculo. Porque antes yo era muy respetuosa y obediente, cumplía todas las indicaciones de la izquierda del guión, y a vez hace falta liberarse, hacer un aporte propio.
–¿Ya no es lo que era ser actriz para vos?
–Creo que descorrí un velo, descubrí el compromiso, la libertad. No es tampoco un juego liviano lo que hago ahora, aunque me da un infinito placer.
–¿Algo que no se paga ni con todo el oro del mundo?
–Por supuesto que no, porque es un logro de otro orden.
–¿Algún adelanto de ¿Estás ahí?, la pieza que estrenarás a fines de marzo, sin dejar de hacer Bésame mucho?
–Es otro disparate maravilloso de Javier Daulte, género fantástico. Proviene de un unipersonal que él había preparado para llevar a Londres. Lo hizo allá, le fue muy bien, pero al volver dijo: tiene que aparecer la mujer de este hombre, el protagonista. Y me ofreció el personaje de su mujer.
–¿Así que no te estás haciendo rica en esta nueva etapa?
–(Risas.) No de dinero... Imaginate: somos once actores, más Javier, el equipo técnico... Un montón, cobramos 15 pesos por semana cada uno. Y yo tan feliz. Pero me encantaría participar de este nuevo cine argentino, aunque no me atrevo a invitar a los directores a que me vean en el teatro. También querría hacer algo que me convenciera en televisión.