TEATRO
El ciclo teatral La ira de Dios segunda parte está conformado por las obras El mal está hecho, con texto de Ariana Harwicz, y dirigido por Milagros Ferreyra; Yo, Renata, de autoría y dirección de Bea Odoriz, y Diez motivos para la ira de Dios, de y por Milagros Ferreyra.
› Por Sonia Jaroslavsky
En esta segunda parte –comentada la parte uno en la edición anterior de Las 12– el planteo escénico y escenográfico sugiere una idea de unificación donde los elementos se funden en una propuesta estética en común con criterios de enlace y cierre entre las tres obras. La utilización de las plagas bíblicas resulta un punto de partida, en esta ocasión, para abordar el tema tangencialmente. En el caso de Milagros Ferreyra se toman todas las plagas al mismo tiempo y aborda el tema de la exposición de la tragedia y el cuerpo a través de diez cuadros; en el caso de la propuesta de Bea Odoriz indaga acerca del tema de la información desmesurada y lo que eso hace con alguien; y en la obra de Ariana Harwicz se trabaja acerca de la transmisión de información e imágenes y sus consecuencias. Las dos últimas no focalizan en una plaga en particular sino que construyen su dramaturgia valiéndose de universos periféricos al relato estrictamente bíblico.
En El mal está hecho se plantea la vieja costumbre hindú de casar personas con animales y que sirve como excusa para trabajar la idea de maldición. Ariana Harwicz, su autora, dice que esa costumbre –que existe todavía en algunos pueblos de la India– no es legal, no está escrita en la constitución, porque está por fuera de las normas y entra en el esquema de la superstición. “Me interesa, en definitiva, porque es algo contra lo que no se puede argumentar. El personaje recibe un mal ‘ya hecho’, una maldición que cayó sobre su familia y el hecho de ser la primogénita es lo que la lleva al altar a casarse con un animal. Su deseo por un joven, su juventud, no pueden contra la fuerza de la tradición y los malos espíritus que azotan la familia.”
Yo, Renata, de Odoriz, es un monólogo donde una mujer se vincula con su niñez, como una manera de conectarse con un instante verdadero de su vida. “Tratando de adivinar quiénes éramos, Renata está así: Sola, hecha pedazos, repitiendo discursos de otros, tratando de sobrevivir, de existir para los demás y de no olvidar dos o tres fotos en donde aparece ella de chiquita. Trabajé entonces, con un modo discursivo cercano a una especie de súper héroe. Una forma extrema, poética y nada realista, asociada con una heroína trágica. Sonaba a mujer con arma. Me imaginé que como era una mujer sola, su manera de ser héroe no estaba del todo resuelta y en vez de tener una bazuca tenía un tuvo de PVC”, comenta la directora y dramaturga.
En Diez motivos... la historia de las plagas en Egipto se plantea cómo los magos del faraón podían reproducir a través de la magia las demostraciones del poder divino: por ejemplo, dos plagas bíblicas como son la transformación de una vara en una serpiente o el agua convertida en sangre son trucos que aún hoy se pueden reproducir con absoluta fidelidad. La elección de una estructura de diez cuadros responde a una traslación literal que respeta la progresión del discurso bíblico. La dramaturgia se construye respetando la clasificación que propone el Antiguo Testamento pero en contrapunto con situaciones contemporáneas. De allí las vinculaciones que se proponen desde la dramaturgia con el mundo mediático: la cultura snuff que explota y expone el dolor humano está representada a través de la violencia, el sexo o el “morbo” y la eficacia de exhibir la desgracia ajena. El “morbo” se representa también en la manipulación del sexo como entretenimiento donde se muestra a la mujer “objetualizada”, descentralizada de su propia sexualidad. Así lo describe su directora: “La obra en un momento determinado exhibe el streaptease de una mujer enmascarada, Karina Valenzuela, una actriz bailarina que ha trabajado muchos años como streaper en el circuito porteño, esta faceta casi documental de trabajar con Karina me interesaba porque funciona como punto de partida para revisar este tema desde un lugar más realista, y no tan estilizado, lo que a la vez permitía arriesgar un poco –con ciertas dosis de humor– cuáles podrían ser los posibles móviles que nos llevan a consumir este tipo de imágenes, ya “mediáticamente legitimadas”. Aunque en la obra esto se representa directamente a través del cuerpo de la mujer, es un tema que a la vez engloba otras formas de serialización, de simulación, que atentan contra el desarrollo de una individualidad propia, única y singular. Y que en general responden a parámetros de mercado.
La ira de Dios. Parte 2. Todos los viernes de marzo, 21 hs. Parte 1. Todos los jueves de marzo, 21 hs. Centro Cultural Rojas. UBA. Av. Corrientes 2038. $ 20.
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