RESISTENCIAS
Melina Sola es una periodista salteña que trabajaba en el diario del senador salteño y ex candidato a vicepresidente por el menemismo, Juan Carlos Romero. La despidieron y expulsaron, con efectivos de seguridad en acción, cuando quiso cobrar horas extras luego de once horas de trabajo ininterrumpido.
› Por Clarisa Ercolano
Hablar de la no discriminación, de la igualdad de oportunidades y de la lucha contra los abusos laborales que, de acuerdo con los fríos números, afectan en un 65 por ciento más a las mujeres que a los hombres, a veces puede sonar a dato vacío. A una cifra más que se pierde en un sinfín de cálculos, porcentajes y mediciones. Pero cuando todo ese conjunto de actitudes que no por repudiadas se desvanecen y se hacen carne en una, la dureza de la matemática de lugar a la corporización. Algo de eso puede contar hoy Melina Sola. Periodista y mamá salteña a quien el año nuevo le trajo una sentencia de despido y un gusto amargo de injusticia.
Desde abril de 2008, Melina trabajaba en la planta permanente del diario El Tribuno, con categoría de aspirante y un sueldo de 1500 pesos. Desde que comenzó, trabajó horas extra sin retribución alguna, algo que según dijo a Las12, es normal en ese medio.
Desde hace aproximadamente un año, fue transferida sin opción a la sección 59 de municipios. “El día que ingresé a esa sección, donde se publican las noticias de las localidades del interior de Salta, me dijeron que debía aprender a editar. Así fue que comencé a trabajar varias horas extra por día, dado que uno o dos días a la semana era personal único en la sección y debía hacer el trabajo de una cronista, una redactora y una editora. Inclusive estaba a mi cargo la selección de las fotos”, recuerda.
Pero algo en el cuerpo y en el alma de Melina hizo eclosión un caluroso lunes 14 de diciembre, mientras la mitad de las personas pensaba en la mesa navideña y caminaba por calles decoradas para la ocasión: trabajó sola 11 horas corridas. Ese día perdió un turno médico, no llevó a su hija a hacer sus actividades de la tarde y, harta de la situación, se quejó ante dos secretarios de redacción: Francisco Sotelo y Martín Fernández Paz. Ninguno atinó a resolver su situación.
Al otro día, Melina se cruzó con la secretaria general del Sindicato de Periodistas de Salta (Fatpren), Alejandra Paredes, quien debía ir al diario para llevar unos carnets de obra social para personal jerárquico, y fueron juntas a la gerencia de Recursos Humanos a explicar el problema. “La licenciada María Briones se molestó porque le había contado a la gremialista lo que me estaba pasando en el diario. Me sacó en cara que el verano pasado, cuando pedí cuatro días extra de licencia, me los habían dado. Respecto de este tema, le respondí que no me habían dado ningún día, que yo había arreglado con mi jefe de ese momento devolverlos apenas me reincorporara y que encima desde Recursos Humanos me habían mandado una carta documento por las faltas, amenazándome con despedirme. También le recordé que al periodista (Adrián Quiroga) que se ausentó y estuvo prófugo de la Justicia por golpear a su esposa no lo habían tratado así, sino que después de una semana de ausencia injustificada le dieron licencia y después lo mandaron como corresponsal a otra ciudad, encubriéndolo. Esto le molestó aún más”, rememora Melina y no hace falta aclarar cuáles son aquí las preferencias.
En Recursos Humanos, paradójicamente, dijeron que no podían resolver la situación y se arregló una reunión con el apoderado del diario, Jesús Vilariño. Esa tarde la gremialista acudió al complejo editorial y se entrevistó con el abogado. Durante una reunión amena, resolvieron comenzar a contabilizar las horas que Melina trabajaba de más. “Al otro día (miércoles 16) fui al trabajo contenta, mis compañeros me felicitaron y comenzó a correr la voz de que yo había sentado un precedente que beneficiaría a muchos colegas.” Pero a veces la alegría es sólo una sensación pasajera, un buen sueño que dura pocas horas.
“A las tres de la tarde del miércoles, me llamaron desde Recursos Humanos. Allí me esperaba Briones y una escribana para notificarme que quedaba despedida sin justa causa desde ese momento. Me escoltaron hasta mi escritorio, impidiéndome hablar con mis compañeros e inmediatamente me mandaron a los guardias a que me echaran del lugar. Resistí mientras llegaba la gremialista Alejandra Paredes. Al llegar solicitó hablar con Vilariño, pero éste se negó a atendernos en su oficina y se comunicó, vía telefónica, con Paredes. Ella le reprochó que no hubiera respetado su palabra y que esta situación cambiaba el tono de la conversación. El abogado le dijo por teléfono: ‘Señora, la voy a hacer cagar y las voy a matar a las dos si siguen hablando’. Nos retiramos, Alejandra hizo la denuncia en la policía.”
Con la indignación y la bronca a flor de piel, un ex trabajador del diario, Huayti González, le pidió, al enterarse de lo sucedido, que tuviera cuidado porque cuando lo despidieron a él, le cruzaron una camioneta y le apuntaron con un arma unos matones enviados por los Romero. “Esa semana tuve miedo de dormir con mi hijita en casa y nos fuimos a lo de mis padres”, describe la periodista.
Un día antes de la Nochebuena fue a cobrar su liquidación de haberes. No hubo dinero pero sí gritos y palabrotas. “Sin trabajo, sin indemnización y con miedo por mi vida y la de mi familia, sólo por haber hecho un reclamo justo.” Así describe hoy sus días Melina, mientras espera y piensa y quiere creer que alguien escuchará su reclamo y la balanza de la justicia no se inclinará una vez más hacia el lado de los que más tienen. En su web, casi como una broma irónica, el senador Romero pide que se consignen allí los problemas que afecten a la comunidad o a la familia. Y si no se tiene suerte, más abajo, un link ofrece titilante, las mejores “herramientas para encarar una búsqueda laboral”.
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