RESCATES
› Por Aurora Venturini
Nacida Matilde Kirilovsky, eligió firmar Matilde Alba Swann su obra literaria. Hija de Emma Joffe y de Aliaquin Kirilosvky, una peona campesina y un maestro de escuela. Esta pareja emigró de Rusia zarista y se afincó en la localidad de Berisso, donde vio la luz Matilde, la mayor de los hijos del matrimonio. El, maestro, venía contratado por el barón Hirsch para desempeñar su magisterio en el pueblo de Escrinia, de la provincia de Entre Ríos. Aliaquin era cultísimo y hablaba varios idiomas, recalando especialmente en el idische para comunicarse con sus paisanos. Era afecto al idioma de los llamados alemanes del Volga, cuya presencia todavía abunda en Entre Ríos, donde aún se puede apreciar uno que otro carro de cuatro ruedas en las trojas y transportando estibas. Una vez confesó Matilde Swann: “Escribo con los sueños de mi padre, con las esperanzas de mi madre, con los recuerdos de ambos, con los motivos de sus recuerdos, con sus profecías, con sus triunfos y con sus frustraciones”.
Matilde tenía en su memoria la historia familiar de dos rusos inmigrantes huyendo de un cruel despotismo. “Con sus miedos, con sus osadías, con su intrepidez de inmigrantes; con su humildad y su rebeldía”, dijo. La escritora y madre de cinco hijos y ocho libros, que así se definía a si misma, agradece a sus padres por haber nacido. En una página muy sentida cuenta que doña Emma, a pesar de sus miedos por el futuro de sus criaturas, apenas si se los insinuaba y prefería pedirle a su marido que les llamara la atención: “... pero su recurso resultaba contraproducente; papá no sólo no nos reprendía sino que la regañaba a ella echándole en cara su temor enfermizo”. Cuando los hijos estuvieron en edad escolar, los Kirilovsky-Joffe se mudaron a La Plata, a la calle 7 y 47; esta última, la calle de los naranjos, que son los árboles de sus veredas. El perfume de esa arboleda inducía a la joven Matilde a la poesía, y luego, por ser también vía de los abogados, a la carrera de Derecho y al amor por un futuro abogado, Samuel Creimer.
“Yo le dije en más de una oportunidad: ‘Doctor Creimer, usted es el junco pensante de Pascal’”. La novia y luego esposa lo conoció mirando por una ventana de la habitación de su dormitorio, y le enseñó a capturar el perfume de los azahares del naranjal; que no había que arrancar la flor sino recoger los pétalos caídos o formar un cuenco con ambas manos y aspirar en el hueco que, con delicadeza, contenía a la intacta flor.
Mamá Emma atendía un kiosco habilitado en una de las ventanas de la casa que se transformó en librería. Matilde seguía aprisionando perfumes y sonidos musicales que llegaban de la fábrica de licores Regia, pegada a su casa. En las noches de invierno el olor de los eucaliptos inundaba el predio. La poeta rimaba: Calle de los naranjos, bajando hacia el mar grande, de idilio y aula, tibio antiguo recuerdo, borroso sobre un fondo de acacias y araucarias. Te vivo hirsuto de eucaliptos, lento el bosque, soñando a tu costado.
Matilde Swann dedicó su saber del Derecho a solucionar problemas de Minoridad. En la década del ‘70 presentó un hábeas corpus de amparo para evitar que en los institutos de menores se extrajera sangre a los internados contra su voluntad; se preocupó por la población de educandos y sus problemas de salud y escolaridad. En 1972 presentó una acción de amparo a favor de los hospitalizados en el neurosiquiátrico Melchor Romero. En un poema anuncia su despedida: Cuando se ha comenzado a escribir la edad de cinco hijos, y se ha cumplido ya la edad de ocho nietos y continúa uno escribiendo con el deleite infantil de estar haciéndolo, es porque la poesía lo quiere a uno, y ha de seguir queriéndolo... seguramente hasta el instante del ciprés y más allá...
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