[IN CORPORE]
› Por Paula Schaievitch *
Hilos tensores, toxinas, rellenos: hay un arsenal de posibilidades que me ofrecen día a día para intentar borrar mis líneas de expresión. ¿Por qué? Yo amo las señales que se han marcado en mi rostro por las situaciones vividas: las arrugas del entrecejo en respuesta a jornadas de intenso estudio o los surcos nasogeneanos debidos a las risas y a los momentos gratos compartidos con amigos.
Mis arrugas son los indicadores que muestran los momentos que reí y lloré con mi familia. He ganado cada una de las expresiones de mi rostro y no las quiero borrar de un plumazo. Tampoco es una falsa pose. Por supuesto que me preocupa la imagen del espejo: querer seducir y hechizar es parte de mi naturaleza. Sin embargo, no creo que sea necesaria una mutación para lograr mejorar el aspecto.
El auge de las transformaciones en búsqueda del elixir de la belleza perfecta ha encontrado un límite: la despersonalización. La belleza real es la que resulta del equilibrio entre la apariencia y la identidad que define a cada mujer. Este concepto de la vuelta a lo básico –como búsqueda de la armonía– ha sido reflejado en muchos aspectos del desarrollo de la industria y el arte.
Los ejemplos que se pueden citar en la industria automotriz son el BMW Mini Cooper (1961–2008) y el Citroën 2CV, reposicionado luego de sesenta años. Mientras, en la indumentaria el jean tradicional –creado en 1873– ha recuperado su estilo y en las bebidas se impone el auge del agua, que vuelve a ocupar un espacio que había sido desbancado por las gaseosas en las últimas décadas.
La belleza tradicional ocupa cada vez más espacios en la comunicación, instalando la imagen real de la mujer como expresión de la armonía entre la salud y el bienestar. Estos valores no están reñidos con el avance de la ciencia para ofrecer nuevas alternativas en la búsqueda de lucir bien. Existen en el mercado productos y tratamientos que permiten mejorar el aspecto sin necesidad de introducir cambios irreversibles. La nueva generación de cosméticos ofrece emulsiones y lociones que ayudan a renovar la piel, mantenerla con brillo y suavidad. Pero sin borrar el espíritu personal.
Parafraseando a Nietzsche diría que la belleza no existe: existe la voluntad de verse bien.
* Licenciada en Química y directora de Icono Cosmética Más información: www.icononet.com.ar
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