Vie 30.04.2010
las12

MUESTRAS

Juntas, revueltas, unidas

La identidad, las marcas que la infancia deja en el tiempo, son algunos de los temas que amontonan las obras de Ana Adjiman, María Giuffra y Lucila Quieto en un diálogo con los textos de Mario Santucho.

› Por Dolores Curia

Niños, botas y armamentos, frases delineadas con el trazo inseguro del que está aprendiendo a escribir; declaraciones que hielan la sangre. Estos son algunos de los elementos que forman parte de Amontonados, la muestra inaugurada el sábado 17 de abril en Icalma, Espacio de Arte y Cultura, que conjuga fotos, pinturas, collages en búsqueda de un nodo común: la identidad. En los trabajos de Ana Adjiman, María Giuffra y Lucila Quieto, en diálogo con los textos de Mario Santucho, pueden leerse las huellas infantiles ancladas en el cuerpo y la memoria. Vida y obra de las tres se fueron entrelazando entre la búsqueda consciente y el azar. Amontonados es el fruto de las líneas de cruce que se fueron perfilando entre tres historias personales y tres caminos de experimentación visual. Algunos de los retratos de María Giuffra son el resultado de los encuentros que tuvo y tiene con hijos de desaparecidos, además de los diálogos con su propia historia. En el caso de Ana, la búsqueda comenzó con la pintura y siguió, en paralelo, ligada a la danza y a la cultura africana, donde fue encontrando núcleos comunes entre las historias de dos continentes. Para Lucila, el punto de partida fue la fotografía a la que se acercó para intentar completar con imágenes los vacíos de su historia personal.

¿Cómo se fueron acercando al arte?

L. Q.: –En casa cuando era chica tenía una cámara de fotos y saqué siempre, desde esa época. Siempre tuve obsesión por registrar determinados momentos de mi vida para poder transmitírselos, en algún momento, a mis hijos. Desde muy chica estuvo en mí la necesidad de buscar imágenes que me contaran algo más sobre mi papá que estaba desaparecido. Necesitaba construir su figura, la mejor manera que encontré fue a través de la fotografía. Y esa búsqueda de imágenes tiene que ver con cómo yo pienso o expreso estos interrogantes. Lo que quiero investigar a partir de las imágenes es algo muy primario, que aparece en mí desde que tengo memoria, y que todavía no he podido poner en palabras. Siendo más grande estudié fotografía en una escuela. Hice un taller de clínica de obra con Tulio de Sagastizábal, que marcó un antes y un después en mi formación. Hacerlo fue un choque muy fuerte porque yo venía del lenguaje de la fotografía. Ahí me encontré con gente de todas las disciplinas y me empecé a aprender sobre otros modos de conocimiento y otras formas de nombrar.

M. G.: –Yo también dibujo desde que soy muy chica y mi vieja se dio cuenta de eso. Por eso, paralelamente a la primaria fui a la Escuela de Educación Estética de Ramos Mejía, donde me empapé de todas las disciplinas. Cuando terminé me anoté en la Escuela Técnica Fernando Fader y, de ahí, directo a la Pueyrredón. Después fui al taller de Juan Doffo e hice el seminario de clínica de obra con el genio de Yuyo Noé.

A. A.: –Yo siempre dibujé. Luego fui a la Pueyrredón, de donde me gradué en el ‘97. A partir de ese año, me desempeñé como docente. Y, simultáneamente, empecé a interesarme por las danzas africanas. Asistí durante mucho tiempo al taller de Juan Doffo y ahí conocí a María. Ana y María ya se conocían desde hacía un montón de HIJOS y nuestro encuentro fue de casualidad porque no íbamos en los mismos horarios pero, después, nos enteramos de que las dos éramos hijas de desaparecidos y, así, decidimos conocernos.

¿Cómo fue el trabajo conjunto para entretejer las imágenes con los textos de Mario Santucho?

L. Q.: –Le pedimos a Mario especialmente que escribiera algo para la muestra. Lo invitamos a participar de la exposición y que hiciera su propia obra. La única condición fue que no escribiera sobre nuestros trabajos. El punto de partida fue un tema en común que fuimos encontrando. Como todos somos HIJOS, pensamos que nuestra historia tiene una fuerza que aparece siempre en el trabajo que cada uno hace saltar de alguna manera.

¿Cómo se fue desarrollando el concepto detrás de la muestra, esa columna vertebral que une obras de tan diversas técnicas?

L. Q: –Nos entusiasmaba mucho hacer algo juntas, lo veníamos pensando desde hace años, entonces buscamos cuál era el eje que podría unir nuestros trabajos. Nos dimos cuenta de que las tres, sin saberlo, teníamos una búsqueda orientada a los temas, obviamente de la identidad, pero también a las marcas que quedan de la infancia en el cuerpo, en la memoria, en lo que uno va haciendo, en cómo te vas formando, creciendo y relacionándote con otra gente. Y había algo también que tenía que ver con el dibujo, el mundo infantil, el volver a algo originario. Todas éstas son cuestiones que retornan una y otra vez en los trabajos de todas sin que nos lo propongamos.

¿Cuál es la relación que fueron encontrando entre este eje temático y la danza africana?

A. A.: –Yo hice danza africana varios años y empecé a ver ahí algunos vínculos con nuestra historia. Ellos también son una cultura que lucha por la reconstrucción de su identidad. Las fotos las fui tomando en las clases. La danza se conecta con la memoria desde el cuerpo. Desde lo que está pero no se dice. No es casual que las tres nos hayamos dedicado a la fotografía, la pintura, el dibujo porque el lenguaje verbal tiene sus límites, cuesta poner en palabras ciertas cosas, entonces, dibujamos, pintamos, bailamos. Y la cultura africana tiene una historia muy fuerte también. Se conecta con la historia argentina reciente por la negación de la identidad, de las raíces, la necesidad de la reapropiación, del nombrar.

¿Pueden vivir de su trabajo?

M. G.: –En principio, no. Es muy difícil poder vivir de tu propia producción porque son pocos los artistas que venden y el mercado argentino del arte es muy incipiente aún. Tampoco la venta es la solución. Creo que el mayor problema reside en que en este país prácticamente no hay becas y las que hay siempre se la ganan los mismos. Me parece muy importante que la necesidad de ampliar la cantidad de subsidios entre en la agenda de las políticas culturales porque hay un montón de gente que se dedica al arte acá y que tiene que trabajar de otra cosa. Así como hay becas científicas, también debería haber becas de investigación artística. Es un circuito muy cerrado donde “pertenecer”, muchas veces, no tiene que ver con el talento, ni con las ideas, sino con quién te vas contactando. A las galerías, por ejemplo, tenés que entrar sí o sí por contacto. Mirá el caso de León Ferrari: es reconocido recién a los 90 años.

L. Q.: –Es un mercado que lo manejan unos pocos. Incluso hay muchos artistas que quizá tienen un muy buen desarrollo previo hasta que caen en manos de un galerista que les dice “esto es lo que vende y esto no”. El amoldarte a eso depende de la convicción que vos tengas con tu trabajo y con lo que querés decir con él, qué compromiso tenés hacia vos mismo y hacia el que lo ve.

M. G.: –A las galerías no les importa lo que diga tu obra, sino que sea una obra decorativa y cuanto más vacía de contenido esté, mejor. En este sentido, muchas veces se subestiman las posibilidades del arte, la importancia de los contenidos, lo que hay detrás de lo puramente estético. En mi caso, yo dejé HIJOS porque, además de sentir que ya había cumplido un ciclo, me di cuenta de que lo que quería decir sobre mi historia y la historia colectiva, lo quería decir dibujando y pintando. Porque si al arte te lo tomás como un compromiso de verdad (no ir al taller una vez por semana a dibujar margaritas porque te da placer), sino que te lo tomás como un espacio para decir, tiene tanta fuerza como la militancia social. Yo tengo mucha fe en el poder de la transmisión de la pintura. Creo que el arte es modificador de la vida de la gente, creo en su poder de transformación, tanto para el que lo hace como para el que lo disfruta. ¤

Amontonados podrá verse en el Espacio Icalma (Pasaje Icalma 2045, Barracas) los jueves y viernes de 17 a 20 hs, y los sábados a partir de las 17 hs. El cierre será el 15 de mayo con la presentación en vivo de Tumbamores.

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