TEATRO
Una obra imagina el día a día en una tribu tehuelche, cruzando sus problemáticas con otras del presente.
› Por Sonia Jaroslavsky
“Los indios tehuelches, primeros habitantes de estas tierras, fue un pueblo nómada del que no quedaron muchos vestigios, ni muchos sobrevivientes”, dice Mariana Chaud a propósito de su último espectáculo, Los sueños de Cohanaco, que la tiene como directora y que escribió junto a Leandro Halperin.
Los sueños de Cohanaco narra la vida de una pequeña tribu tehuelche liderada por el cacique Cohanaco al que se suma Mr. Scheffer, un inglés cautivo, y Antonio Lista, un criminal chileno que se escapó de Punta Arenas y vive entre los indígenas generando el conflicto principal de la trama. Además, se agrega el personaje de una mujer del futuro que se presenta en los sueños del cacique como una proyección de la actualidad. Sobre este particular personaje de la obra relata su directora: “‘La de los sueños’, ‘el futuro’, ‘la muerta de los sueños’ o quien sea, fue pensada para jugar a esto de los indígenas que sueñan con nosotros. Pero a la vez es un clásico personaje del asesinado que no descansa en paz hasta que se clarifique su crimen. Nos pareció interesante tener un personaje que mueve los tiempos de la obra y a la vez sumar un elemento que desata el relato”.
“La intención no era realizar un ensayo antropológico ni un trabajo con rigor histórico, de hecho nos permitimos varias licencias”, aclara Chaud. La imagen es la de una patagonia desolada con unos tehuelches mamados. De a poco el espectador completa el paisaje o por el aroma de la tierra esparcida en todo el escenario y que inunda la platea, o por una gran vista de una estepa patagónica con algunos pastos, manadas de guanacos y de ñandúes, y un toldo para guarecerse del frío. La escritura se alimentó de relatos de gringos cautivos o que vivieron entre los patagones. Chaud cuenta que en casi todos los textos se habla de cómo el aguardiente cambió la vida y el destino de los indígenas: “Casi podríamos hablar de una herramienta de dominación”. Después se buscó cómo serían estos indígenas en particular: “sin tratar buscar la generalidad de los indios tehuelches, cuáles serían sus chistes, su lenguaje, sus inquietudes, la relación con el deseo y sus primeros contactos con el hombre blanco”. Perlita de la obra es el trabajo de jugar a crear insultos indígenas: “Pata de ñandú grita: A vos no hay río que te lave. Patitas responde: Y a vos el poncho te pica”.
Los sueños de Cohanaco recuerda a las películas de western que se pasaban en los Sábados de Súper Acción del viejo Canal 11, pero inevitablemente la mirada es distinta a la de típico western de Estados Unidos. “Quisimos hacer nuestro ‘southern’ patagónico. Ese mundo aparece desde la estética y hasta las historias que cuentan, las actuaciones a lo Clint Eastwood, John Wayne, Robert Mitchum y otros. El villano es bien villano como el personaje del chileno. El caso más polémico sea tal vez el del inglés, porque tiene la carga moral y religiosa de la época, pero a la vez se va convirtiendo en un cómplice del chileno.”
Las mujeres de esta tribu realizan tareas pesadas y se quejan de ello al no poder –encima– desarrollar el deseo de ser madres frente a la abstinencia sexual impartida por el cacique. Ellas arman y desarman pesados toldos, cosen y cocinan, pero sobre todo su deseo pasa por tener “cachorros” pero el cacique tiene “fiaca” y no quiere “inocular” a las chicas, ni advierte que la tribu va a perecer. Entonces Patitas y Patas de Ñandú proponen sacar el jugo del inglés Mr. Scheffer o mejor llamado “Cara de Nieve”. Patitas fundamenta: “...el jugo para hacer los hijos. Chuni ya probó con jugo de la colonia y los cachorritos le salieron bien.” Chaud aclara que en su obra es cierto que las mujeres sólo quieren tener sexo y reproducirse. Pero no es que pensemos que esto era así en las tribus de tehuelches. Funciona más bien en la obra para abordar un tema que es, de alguna manera, la crónica de una desaparición anunciada. “Nos pareció un motor válido para completar el cuadro de extinción de estos indígenas y curiosamente se pega a una problemática actual de muchas mujeres que les cuesta tener hijos por los motivos que fueren. La idea era imaginarnos que los tehuelches sufrieran de neurosis parecidas a las nuestras. A su vez, los hombres de la tribu parecen no tener ningún registro de que se van a extinguir si no logran reproducirse y toman los reclamos de las mujeres como una carga. Ellas son las que tienen la intuición de que esto va a suceder, en cambio Cohanaco no puede descifrar el mensaje de los sueños y no logra cambiar su destino ni el de su tribu.” ¤
Los sueños de Cohanaco. Miércoles a domingos, a las 20. Teatro San Martín. Sala Cunill Cabanellas. Av. Corrientes 1530. Entradas: $45. Miércoles, día popular, $25.
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